miércoles, 12 de agosto de 2009

Trabajo manual

Es muy satisfactorio ahorrarnos largas horas de meditación Zen cuando tienes a mano un recurso de igual vacuidad mental: la televisión. En suma, claro está, es decir, en resumidas cuentas. En efecto, aunque no se compara en nada con el hecho de estar ahogado en la nulidad total de una idea que devora a las demás ideas, por lo menos no somos víctimas de creer que hemos concebido ideas brillantes o sistemas filosóficos que por fin salvarán a la humanidad y a su historia. Ver el futbol o al Dr. House no tiene nada de nulo: está repleto de movimientos, de acontecimientos y tensiones positivas; en suma: están cargadas de la inercia del devenir, de la energía por el cual deseamos, repudiamos o nos contorsionamos tendientes a un fin.

Y es que el problema no es la acción en sí misma, tal negación sería insensata. De lo que se trata es de percatarse que "el valor de hacer", no es más que una químera. Somos felices hasta que lo echamos a perder proponiéndonos empresas irrealizables, como por ejemplo, ser felices. Alguien dijo alguna vez que se es feliz en la medida en la que uno mismo se lo propone. Otro, dijo que solamente puede ser plenamente feliz (es decir, feliz a secas), solamente un idiota. La coincidencia de la teoría y la practica es lo que marca el fin de la infelicidad: o nos conformamos o nos rebelamos (o sea nos suicidamos), contra todo aquello que confabula para nuestra derrota.

Ahora bien ¿qué hace que tal intervalo, entre teoría y práctica, se anule? la acción pura, o lo que es lo mismo, la falta de conscienca en lo que se hace. Es como percatarse a las claras de la suprema diferencia en quien escribe un poema al Tao y un vagabundo: el primero asiste al abismo entre el concepto de renuncia y la renuncia misma, mientras que el otro, abolida la separación, lo vive.

Tal goce, de índole por entero banal, se haya cuando tomamos el pico y la pala, la segueta y el martillo, y nos largamos al patio a reparar la berja o sembrar un naranjo. En un mundo normal, los filósofos salen sobrando: el pensamiento es esxclusivamente instrumental. ¿A quién le interesa dilucidar sobre la libertad cuando se es libre en la esclavitud? El cinismo en la sal de la miseria, y ésta es la condición autómatica del hombre, ¿para qué teorizar sobre lo ya hecho, o lo que está por hacerse? Víctimas del desear, siempre debimos dejar a los rigores de la ignorancia el porqué de las cosas, con todo y que sea la "consciencia" la que nos permita ver que fue mejor nunca habernos bajado del árbol en el que el sueño aún era posible.

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