Nota: Pensé, por la portada, que era la película de Gus Van Sant "Elefante",
y me equivoqué, pues ya qué, tuve que verla. No es cierto, es broma. : (
El
revolver Taurus 38 de Lomas Taurinas, el ruedo premeditado, la vaca sagrada, la
tauromaquia oficial. El Zepillo que limpia la estocada del sistema. El in dubio pro reo de sí mismo (¿o del
señor presidente?) La Fiscalía del más beneficiado. El derechazo, el almohadazo
en el ruedo, la mortaja de arena.
Mira cabrón, no nos hagamos pendejos, mi carnalito quiere ser asesor de un presidente guapo, y pos la neta tú no la haces...
Ahí les va la sinópsis de
esta corrida de toros de pueblo:
Al investigador
encubierto Andrés (José María Yazpic), le hacen el encarguito sucio por su antaño jefe “El licenciado” (Odiseo Bichir) -deslúcido facilón del
sistema que siempre tiene que salir por la puerta de atrás-, para llevar a cabo
una investigación “paralela no oficial” sobre la muerte de Colosio, encarguito que
a su vez le hace un picudo -quién sabe quién- “el Doctor” (Daniel Giménez
Cacho, brillantísimo quien se lleva la película entre las patas), ejecutor del
gobierno en turno, intermediario de quién sabe quién. Según la misión “no
existen límites”, pues pueden meter las narices hasta la cocina. Para así,
finalmente, con la ayuda de su compadrazo chingonazo (a lo “El Complot Mongol”
Bernal, 1969), poleciya pueblerino de Tijuana, Benítez (Dagoberto Gama,
impecable), logran descubrir el engaño de los Aburtos (Harold Torres haciendo
tres personajes: El loco, el narco, el polí: la misma pendejada complotera), la
existencia de un mercenario masca chicles cual tortillera de la Merced, “El
Seco” (Marco Pérez) que les come el mandado despachándose los cabos sueltos,
para finalmente descubrir (¡Oh descubrimiento a lo Américo Vespucio!), que
(como dijera mi padre), el más
beneficiado siempre será el asesino.
La reina del Sur haciéndola de Aristegui.
Coproducida
por México, Colombia, España y Francia, llega la historia del Magnicidio de Luis
Donald Colosio (Enoc Leaño), candidato a la presidencia de la República de
1996. Con guion coescrito con Hugo Rodríguez y Miguel Neocochea, nuestro Carlos
Bolado (Bajo California: El límite del Tiempo, 1998; Sólo Dios sabe, 2006) no
se echa el ibídem y pone la carne al asador en secuencias rápidas que no da chance
al espectador de preguntarse qué pedo. Desde el inicio de los créditos ya echa
su ruido (aunque después sean pocas nueces), anticipándonos su despliegue de
conjeturas verosímiles, sus suertes de capote y sus muletazos aunque
autocomplacientes que nos dejan en las mismas (para eso se necesita de talento,
dicho sea de paso), haciendo un contrapunto dramático a la investigación, con
la pareja protagonista, quien anda en búsqueda de un hijo que no llega, símil
de esa otra esperanza del México azotado por los cinismos del poder, la
corrupción del mediocre y la infamia de las ambiciones pendejas. El desembarazo
abortado de un discurso hecho a la mano de un candidato carismático que se la
creyó, cuando se echan a la por fin embarazada radiolocutora, esa mujer, por un
lado, encarnación de la voz popular parte Diana Laura (Ximena González Rubio),
la por siempre esposa destruida por la insensibilidad del Leviatán del Estado, y
por el otro, parte rebeldía de quienes buscan la verdad (Aristegui divinizada),
Verónica (Kate del Castillo, llenando la cámara con su todavía adorable rostro
de Reyna del Sur); todo un conglomerado de elementos dramáticos al servicio de
apenas un sentido que se nos escapa.
Siguiendo
al maestrazo, una pregunta que se debe hacer siempre que se vea una peli, para
que no parezcamos seres irracionales, es: ¿cuál es el pinche mensaje de esta
creatura que tomó años en hacerse, cara y trabajosa, y que ahora pasa ante mis
ojos en escasos 90 minutos? El mensaje es, a lo Karamazov: Dimitri gritándoles
a Aliosha e Iván: “Todos matamos a papá”. Todos matamos a Dios en la parábola dostoyevskiana.
Aquí, el “Ellos mismos” son: el Partido, el sr. Presidente y su secretario, la
cúpula del poder incluidos el narco, el neoliberalismo, y…el silencio de un
pueblo que no entiende ni quiere entender, perplendejo (Ahí tienen la frase
lapidaria del epilogo: “Hasta el momento no se conoce ningún reclamo para
reabrir legalmente el caso”, no significa más que la trivialización de un
crimen por ser llevado a la pantalla), ofensa-verdad del “la gente creerá lo
que tenga que creerse” dicha por el “Doctor” (¿Director de la Campaña de
Colosio?), para levantar el mito-héroe-mártir que tanta falta le hace a nuestra
historia patria moderna. (Igualito que Schulenburg, ex Abad de la Basílica de
Guadalupe diciendo que a la gente la aparición de la Virgen le interesa como fe
y no como historia. Revista Ixtus N° 15, Invierno de 1995). Pero, eso no es del
todo apegado a los hechos, sabemos (siguiendo con el símil de los Hermanos
Karamazov), que aunque todos odiaban al viejo, había un resentido infinito: el
bastardo, el despreciado, el anti-carisma, el vendido al sistema, el tecnócrata,
el sepulturero del PRI (Proceso, 25 de noviembre de 2000).
Bolado pidiendo seis tacos de chicharrón pal break
Con
fotografía de Andrés León Becker, a contrapunto: la una, la de la investigación
en la capital, lucida y clara, objetiva y distante, a penas con las manos en
los hechos. La otra, un sepia desértico de Lomas Taurinas, asolador y desolado,
desazonador, dibujando la trampa mortal que era ese hervidero de animales
desérticos de rapiña, denunciados por el casquillo inoportuno, las cámaras
documentales, el número de un celular de block oficial enigmático, lo
indiciario que incrimina el vacío del rastro del gatillero. Con diseño de producción
muy chingón de Sandra Cabriada y diseño de vestuario de Gilda Navarro (nos
gusta el casetito de la grabadora, las imágenes analógicas de las cámaras de
seguridad, y el controlito del Nintendo noventero, la ropita de bazar de
Verónica), la película está, en el plano técnico, muy bien hecha, aunque en
cuanto contenido, eso de que sea a lo Oliver Stone, pues sí: se queda sin
acusación, sin crítica, apenas dibujada la mierda que nos gobierna.
Bueno,
prefiero (aunque me corten las pelotas), ir a una corrida de toros como esta, a
ir al cine a ver algún churrasco insoportable.