Quizás
es prematura cualquier forma de elaboración discursiva acerca de la tercera
película del director favorito de los Radiohead, Jonathan Glazer. Quizás también uno deba tomarse un tiempo. Nueve
años, por ejemplo. Sería necesario observar el contexto, la época, los trabajos
que han estado haciendo sus coetáneos, el grado de impacto que causará, la
evolución de su director, etc.
Pero
eso sería relativamente falso. El cine es una experiencia sensible que, al
igual que las demás, pierde vida a la luz de la retrospectiva (o proyectiva) deshollinante.
Y que conste que no lo decimos por la urgencia de ser justos con algo que ha
sido tratado muy injustamente ¿eh? Precisamente una de las cosas horribles que
le pasó a esta película fue el de la referencia excesiva, el de la
contextualización irresponsable de cierto pre-análisis pendejo: decir que
trataba de esto y de lo otro, que estaba “basada” en cierta novela y que salía
determinada actriz en pelotas. Eso fue catastrófico.
Es
una tentación casi irresistible platicar de la experiencia “under the skin”
cuadro por cuadro, gesto por gesto. Pero nos conformaremos con enumerar los
momentos de los que está compuesta la obra a fin de trazar paralelismos con
otros elementos de sí misma que le dotan del estatus de sistema, es decir, de conjunto autorreferente, de creación capaz de
autoregenerarse a sí misma. Recordemos que una de las cualidades de las grandes
obras, contrario a lo que se cree, es el de ser un universo cerrado, prófugo a
los procesos dialógicos. Esto, desde luego, no es una paradoja porque al estar
aseverando que ningún artista puede entablar un diálogo con los beneficiados de
su obra vía la obra misma, no estamos eliminando la existencia del beneficio
que es en sí lo relevante del arte.
1.
Exterior-interior óptico
Acoplar
un elemento a otro en casi todo diferente, puede ser un proceso penoso de largo
o traumático de abrupto. En ambos casos estamos ante la presencia de los mismos
elementos pero en situación preposicional diferente. Así, dentro de una sola
letra puede caber no sólo la palabra que le es prototípica (la “j” de judío,
por ejemplo), sino todo el universo semántico que se deriva del término. Leer
fue equivalente a venir a la luz y cambiarse de ropa a cambiar de piel.
Examinar un insecto de similar aspecto al que lo examina, o desnudar al cuerpo
que ya no es uno, sólo fue posible al contraste de la luz que agrupaba a las
siluetas en un sólo conjunto, como signos dados en un plano.
2.
Hombre-mujer espacial
La
estética inicialmente fue disciplina de los medios sensibles del conocimiento,
del fenómeno que se daba entre las manifestaciones físicas, corpóreas,
espaciales y nuestra capacidad para poder apreciarlos. Contrario a Platón, la
belleza surge de las condiciones espacio-temporales del mundo, y la
contradicción es contraposición: una mujer que posibilita la belleza por medio
de lo espacial, también debe tener el
poder de volver denso ese espacio imposibilitando la continuidad del fenómeno.
De estar ante la presencia, en la esencia, luego, pásese a formar parte de una
ausencia absoluta: la que ha secuestrado el interior y dejado a la superficie
en un papel que no le corresponde: el de ser toda la posibilidad de espacio.
Pero es obvio que la piel no puede estirarse tanto.
Scarlett
es la superficie que fue asumida por el todo. No su personaje sino ella en sí.
La cosificación no es volver a algo cosa (todos somos cosas) sino el fenómeno
en sí de tomar una totalidad por su parte, de confundir lo cuantitativo con lo
cualitativo: la piel por el cuerpo, por ejemplo. El placer por la felicidad. Y
esto es posible saberlo porque hemos visto que ella por debajo es otra cosa
(aunque tengamos que desgarrarla). La película da fe de ello. (Aunque ¿qué se le puede hacer? na más de escuchar su voz en "Her" de Jonze, ya nos inquietamos).
Ser
un alien en sí mismo, es: a) no ser uno mismo, estar penetrado de lo otro (la
mirada lasciviosa del espectador), y b) estar recubierto de algo que uno no es.
Ser
un alien en otro es: a) ser devorado por aquello que queríamos penetrar y, b),
ser espantados por algo que pretendíamos nos daría placer (¡Nada más de pensar
en la náusea que les causó a esos pendejazos que fueron a ver la película
únicamente por el desnudo de Scarlett, me río con regocijo de enano
bobalicón!).
Lo
que obra el estremecedor efecto (¡maravilloso!) de que el cuerpo de un hombre
sea reventado como si de un globo se tratara, es lo que también posibilita que
de ese cuerpo podamos deshacernos si no conforma nuestra verdadera naturaleza.
Pero los hombres (machos), parecen haber fusionado su ser y su piel de tal
forma que perder uno es perder el otro. A eso le llamaría la eucaristía del
prepucio por el condón, o de la verga por la virilidad.
3.
Yo – tú, política del esguince
Hay
alguien que quiere algo que nosotros pensamos querer también. Formamos parte de
un discurso perlocucionado, estratégico, instrumental, pragmático, hipócrita y culero.
Ya sea jefe de sector motociclista o proxeneta madreador, sed de venganza,
curiosidad científica o afán de lucro, pronto la “traición” es inevitable.
Cuando
de repente se obra el afloramiento, uno ya está del otro lado del espejo y a
las moscas atrapadas hay que dejarlas salir. Luego veremos como el jefe nos
mira irnos desde la puerta del espejo, encabronado y desdeñoso.
4.
No sabes con quién te metes
También
he pensado que podría funcionar al revés: una mujer que es salvajemente violada
se convierte en una sádica asesina de hombres hambrientos de sexo (aunque eso
sea una tautología). De hecho, si me obligan a decirlo con calzón chino, la
película trata de eso: la sexualización de la mujer (o de la sexualización de
Scarlett). Pero decir esto es también bastante mamón.
En
fin que siempre llega el amor a salvarnos. Sea como compasión o deslumbramiento,
deliberado dejarse llevar o rebeldía metafísica, hemos de avanzar hacia el
interior del continente después de quemadas las naves. Hemos de completar el
círculo del subir y el bajar, del entrar y el salir.
Y, POR CIERTO, AQUÍ LES DEJO EL SOUNDTRACK A CARGO DE MICA "MICACHÚ" LEVÍ: