1. ¿Twitter no tiene corazón?
Me
alejé de Twitter desde el momento en el que un disgusto me hizo adquirir una
diferencia irreconciliable con dicha red social. Sí, una «diferencia
irreconciliable» como se dice de una causal genérica de divorcio. Y es
que la relación se empezó a tornar un (agrio) matrimonio. La superficialidad,
la frivolidad, el ninguneo, la hipocresía (y por ende un cinismo para hacerle
frente al anterior), empezaron a minar esa virginidad de la mala leche, de la
incomodidad, de la tensión similar a cuando ya no te encuentras a gusto en una
relación sentimental.
«Sentimental»:
algo que ya no se escucha mucho en estos días. Twitter no tiene corazón. Ni él
ni ninguna red social. Una de las razones por las cuales mi convencimiento de
migrar de nueva cuenta a mi blogg y dejar el microbloggin es que no se trata
propiamente de una «razón» sino de una «visceralidad»:
me ha cogido por sorpresa. (Se trata de un malestar recién descubierto, inédito:
es una revelación). No hay empatía real en la red, hay, un comensalismo
ideológico, y una adicción al reconocimiento, al respaldo hacia lo que uno es.
Esto, como conocimiento, es muy sabido, pero como realidad emocional es
prácticamente inexistente.
Twitter
es un muerto viviente que se alimenta de nuestros deseos de existencia, de
presencia: el germen ideal para el solitario al que le falla uno de los pasos
del circuito de la conformación de un ego saludable: el saber cuándo el diálogo
interior como productor del «yo» da lugar a una artificialidad que insufla el propio
amor hasta tornarlo amor propio. Es muy fácil caer en la trampa de que eres
realmente comprendido, que no estás solo y que el mundo es, como tú
sospechabas, indigno de tu admiración. Observas en el otro, espejo de tu alma,
cómo se expresa del mundo, sus opiniones acerca de él, y terminas por advertir
que sí perteneces a esta raza de seres, que hay aún expectativas. Pero un día
descubres una opinión contraria – en la misma persona de la que parecías ser
socio de ideas y sentires-, un tweet comprometedor con los votos de
compatibilidad que inconscientemente al otro le habías hecho tomar. Y así un
tweet, luego otro, un tercero y, finalmente, la irritación, la decepción, la
sensación de ser víctima de una estafa.
LOKOS´WORLD |
2. La gente que te interesa
El
mundo es rico, policromo, un racimo de locos. Ninguno se parece a otro. Y, por
eso, cansan, fastidian, es demasiada complejidad para ser digerida. Recuerdas
entonces porqué los amigos siempre son pocos: no puedes comprometerte a
atenderlos como se merecen si no les dedicas la fuerza, tiempo e inteligencia
suficiente para estar ahí para ellos. Una amistad con la que no se cuenta
difícilmente pueda llamarse así.
Hay
algunos que nacimos imposibilitados para las relaciones superficiales. Y hay
amistades que están destinadas a ser superficiales. Tengo una virtud de la que
no sé si presumir: casi nunca me equivoco con respecto a las personas.
Mitad por instinto, mitad por
observación compleja, sé cuándo una persona hará tal o cual cosa, cómo es, qué es. Me basta leer un Time Line para percatarme de la
profundidad, complejidad, oscuridad, o lo que sea, de una persona. Esto se debe
a poder leer más allá de lo que simplemente se escribe, se postea, se muestra.
Hay un tono, una impostación (o no), de la voz, un timbre que no se puede
ocultar. Desde luego, ocurre a veces que me resulta inasible una cuenta, lo que
la hace más o menos interesante. La sigo sin dudarlo. No porque me agrade, sino
porque me reta, me confronta, me resulta un acertijo digno de ser descifrado.
Entonces, en estos casos, es cuestión de tiempo.
El
tiempo, o más bien, el criterio que uso para darle a una cuenta el tiempo para
que me exponga sus resortes, su mecanismo de funcionamiento, es el hartazgo. Y
llega de una u otra forma. Una vez me ocurrió que dicho conocimiento me alcanzó
en la vida real: conocí en persona al usuario de la cuenta. Pero esa es otra
historia.
3. Cronología twitera
De
cualquier modo no digo nada que no se sepa de la vida 3D: todos tenemos nuestra
caducidad, nuestra fecha de vencimiento. Y cuando eso ocurre, es mejor emigrar
sin darle tantas vueltas al asunto. Es propiamente lo que hice unas cuatro
veces aproximadamente:
a.
La primera, de 2008 creo, cerré mi cuenta original y abrí otra (2011). Empecé
de nuevo. No pudiendo recordar de plano las arrobas pasadas que más o menos me
agradaron, las sepulté en el olvido (o, quién sabe, quizás alguno de ustedes lo
era, alguna de las cuentas que aún sigo y de cuyo seguimiento es responsable el
inconsciente).
b.
Luego, en esa segunda cuenta, conocí a algunas personas: sigo aún a tres o
cuatro. Pero se han ido. Por ejemplo, la escritora Ximena Toledo (Novela: Luna
Eterna), ha tenido un bebé, y de ser muy prolífica, ha pasado a twitear muy
ocasionalmente. Otros, no sé qué les pasó, cambiaron, ya no son tan
interesantes como antes. (Se habrán dado cuenta que mi criterio aquí, como en
la vida real, es el interés que en mí suscita la gente. No me interesa a qué se
dediquen, qué escriban, la música que escuchen, qué piensen. Sé que esas cosas
son siempre símbolos equívocos). Fue en esta época en la que conocí a la
mayoría de los que tengo en la memoria.
c.
Descubrí que no era necesario abrirse una nueva cuenta para «migrar»
así que daba block/unblock, cambiaba
de arroba, de apariencia, y empezaba de nuevo. En esa ocasión (el año pasado me
parece), obtuve el peor TL que he tenido hasta ahora: apático, insípido,
frívolo, solipsista. Claro, hubo sus excepciones. Dos o tres, creo, y me temo que
ni ellos sospechan que son interesantes, como suele ocurrir con las personas en
exceso espontaneas. En esta época descubrí que es bueno conservar lo humano,
que no hay que jugarle al Dalai Lama y apegarse a aquello que nos gusta. Fue
entonces que decidí regresar a las cuentas de antes…
d.
Hasta antes de decidirme por el candado y la última eliminación de cuentas,
obtuve un TL interesante. Descubrí una relación aún más interesante: la
consistente entre lo que escribía, cómo lo escribía, etc., con la gente en la
que pensaba. Nunca he podido tomar mi cuenta como un «diario
de vida»,
género literario que me causa muchos escrúpulos aún y cuando se trate de un
genio o un criminal el retratado (y que tampoco tolero mucho en las otras
cuentas), por lo que intento siempre exponer ideas, aunque sea bajo otros
ropajes líricos (que incluye la anécdota, claro). Así las cosas, me sentí, por
primera vez en mucho tiempo, libre de expresar lo que me saliera del coño. Una
cosa hacía falta para que fuera perfecta la situación: eliminar a dos que tres
cuentas.
ocurrencias madruguetes |
4. Holocaustwiteo
Esas
cuentas, estoy segurísimo, me soportaban en realidad. ¿Cómo lo sé? A menos que
tuvieran atole en las venas, a veces les dedicaba tweets, indirectas, y no
respondían a ellos. Un insulto hubiese sido mejor. Por lo que es fácil concluir
o, una, eran tontos, o, dos, no les importaba. No importándoles, significaba
que: una, o eran minerales, o, dos: no tenían la suficiente confianza. Y
cualquiera de las dos anteriores razones era suficiente para desecharlas.
Se
me dirá que estoy exagerando, que «esto es Twitter».
Pero tal aseveración presupone que sólo existe un solo Twitter, lo que es
falso. Hay comunidades planteadas alrededor de intereses que las vuelven
prácticamente pertenecientes a otro tipo de red social. Mi experiencia con el
tercer TL de mi relatoría da cuenta de eso. Por lo que fácil arribo a una
conclusión que se debe tener siempre en cuenta, y que se nos dijo en un
principio pero que hicimos nulo caso de ello: la necesidad verdadera de tener
un TL que gire sobre temas que realmente te interesan. Eso es una, y sobre
todo, como es mi caso (y que esta entrada tiene por propósito hacer ver), hacer
girar tu cuenta sobre gente que te
interesa.
5. Alcanzando el Nirvana
A
cierta cuenta le leí este pensamiento: que no faveaba sin conectividad emocional, que lo primero es ese instinto
social básico de pertenencia. A las cuentas que eliminé las sentía fuera de ese
instinto; es muy simple, no merece mayor explicación.
Es
una tentación suponer a Twitter arma de «el sistema»
que busca dividirnos, como una torre de Babel moderna, hasta hacernos
impenetrables el uno al otro, llevando la «crisis de la ruptura de la
instersubjetividad» (Habermas) a un nivel que le resulte fácil controlar al
grupo. Es una idea que, por el momento, nos puede servir para fundar la
siguiente opinión: la tolerancia, en un estado democrático, laico,
antidogmático, se enarbola también el debate, el diálogo social, y la apertura
a otras formas de pensamiento. Esto es cierto, pero relativamente: también es
cierto que, desde una jerarquía de valores bizarra, anticristiana y dionisíaca,
no existe fortaleza colectiva si no se promueven verdades como principios,
convicciones, taras nacionales. No es el lugar para profundizar sobre esto,
sólo lo traigo a cuento porque, me parece, Twitter no es un lugar de discusión,
ni para la apertura ideológica. Cuando mucho, será pertinente para cierto grado
de fluidez en la información, pero no para la comunicación ni la formación de
nadie.
Esta
entrada de este blogg, estimo, es mucho más fértil en ese aspecto. La única
forma de ser efectivo, eficaz en Twitter, es teniendo el genio del aforismo, uno
de los genios más escasos, cuya avaricia en la naturaleza es proverbial. Un
Wilde, un La Rochefoucauld, se dan en zancadas históricas. Migro hacia mi blogg
porque se me reveló el sentido final de Twitter, y cómo ese sentido, no era el
mío. Sin embargo eso no quiere decir que lo dejaré, solo me adaptaré a una
nueva situación: la del pensamiento reposado, la lectura lenta, la idea más o
menos compleja.
Quizás
en otro momento hable de lo que para mí es el bloggeo. Por el momento baste con decir que es mi sentido
originario, lo que realmente me «representa»,
como dicen en Twitter.
chijoles no borré bien el user, se recomienda discreción |
6. Las del estribo
Me
parece que fue una arroba que se llama «CountBlissett» (que dicho sea
de paso es un tipo arrogante aunque ordinario) quien una vez
twiteó que venía a Twitter a «tirar sus mierdas, no a desarrollarlas».
Eso es asunto personal: Twitter se puede usar como nos venga en gana, no hay
reglas al respecto. Lo que sí es real es que, por el medio limitado, los «hilos»,
son de pésimo gusto. Incluso se agradece que se usen las menos palabras
posibles. Esa prisa neurasténica, ha impulsado el éxito del «meme»:
entidad que expone con gran economía de medios, una idea con campechanidad e
ironía. Del otro lado del espectro a considerar, está el hecho inevitable en
mí, de que detesto, no a los profesores, sino a ese complejo de profesor que le
hace a todo mundo querer «instruir» a los demás. Explicar puede ser en muchas ocasiones una
forma de insulto. Además estoy con Borges en su observación de que el
malentendido es fértil y sugestivo. Al respecto he dicho una y otra vez que un
criterio bueno para el block/unblock,
es deshacerse de los preguntones impertinentes, o los glosadores igualados;
todos ellos que no entienden el sentido profundo de Twitter: que dice más lo
que no se dice que lo que se dice.
Leer
entre líneas, intuir el metatexto, es virtud con la que la vida no fue pródiga.
Y esto tiene mucho que ver con la conectividad emocional que requerimos, o que
debemos requerir, en nuestras redes sociales en general. Tan peligrosa es la
falta de cohesión social como la cohesión social falsa. La primera sirve para
que el poder triunfe, la segunda, para que se perpetúe. Sólo les podrán hacer
frente a las opresiones los que logren la ironía de la comunicación: que lo que
brinda estabilidad y fuerza a una sociedad no son sus ideas, sino las creencias
más arraigadas, las que conviven con los sentimientos más profundos.
De
cualquier forma no creo en la libertad, en la revolución, ni en ninguna forma
de rehabilitación. Tampoco creo en tener que creer. Twitter tiene una utilidad
bastante ficticia con respecto a los meandros del poder, de la política, de lo
social y la cultura. Lo único que me interesa por el momento es expresar un
malestar y la solución que le doy, y porqué se la doy. Quiero curarme de frivolidad
twitera conservando el núcleo real de la conectividad humana que son los
sentimientos más allá de las simples ideas. Si esos sentimientos brotan por
afinidad intelectual, bien, si no, también.
En
contra de mis costumbres, esta entrada quiere ser entusiasta: planteo que nos
convirtamos en el corazón de aquello que no tiene corazón. Por mi parte eso es
lo que intento. Me he fastidiado de pretender que me da igual que no me
escuchen, que me da igual si están o no de acuerdo conmigo. Eso lo puedo hacer
para los que no me importan. Pero eso es fastidioso y estúpido. Armo mi pequeña
cofradía, los que sé que comprenden. ¿Qué otra cosa no se puede querer de este
mundo si no una amistad que sepa leer cuándo es bueno no estar y cuando sí
estar? Me alejo de Twitter, para hacer uno nuevo.