10
de septiembre de 2011
Permítaseme nada más…un
momento.
Me dicen aquí por medio de
un papelito que el budismo, según lo que expliqué ayer, no propone nada, que no
es más que una forma de ayudarnos a morir. …Que es una propedéutica de la
muerte.
Bueno, esto en cierta
forma es verdad, es una especie de morfina para no sentir el dolor…desde un
punto de vista práctico…va, positivista diría yo…pero, bueno, no es del todo
cierto. Hay un aspecto que sobrepasa el asunto este de ayudar a morir, de su eutanasia…Tiene
que ver con que da razón total del universo y explica el porqué de la
muerte…ustedes saben…el cristianismo tiene su explicación del porqué de la
muerte…Parece ser seductora esta explicación del pecado original, del castigo
por la desobediencia del hombre. “La consecuencia del pecado es la muerte”, se
dice…pues bien, me parece que la muerte no es consecuencia de nada en el
sentido de castigo, es solamente consecuencia, es decir, lo que siga a
algo…aunque relación precedente no implique causalidad…eso se sabe muy bien.
Pero, no se puede decir cuál es el efecto y cuál la causa pues, tanto la vida
como la muerte son acontecimientos ficticios. Nadie puede morir porque nadie ha
venido a la vida. Esto parecerá un disparate, pero desde el punto de vista de
lo absoluto, nuestra presencia no es más que absoluta nada. Esto lo veremos el
día de hoy. Permítanme nada más abrir un paréntesis antes que inicie la plática
sobre el Samsara que es el tema que hoy veremos.
Esto de lo antecedente y
consecuente es un asunto de conceptos. Sería válido hablar así en un concepto,
en un mundo aristotélico, en un mundo donde las ideas tales como la causalidad
o la materia verdaderamente están en el mundo. Ahora sabemos que eso de la
causalidad no es más que una forma mental mediante la cual agrupamos una serie
de fenómenos que presumimos externos. Tanto como para la noción, el concepto de
causalidad como al de sustancia, pues…se necesita del hábito de agrupar toda la
serie experiencias que tenemos en las vivencias personales…en el acontecimiento
ordinario, así es como surge la creencia en que algo precede a algo, que algo
es consecuencia de algo. ¿Por qué nos atrevemos a decir semejante enormidad?
Pues porque es totalmente lógico que percibamos que la observación científica basa
sus conclusiones en un acto de la naturaleza o acción humana, en la repetición
de los mismos factores del fenómeno. Sin embargo el tiempo del hombre es corto
y su capacidad de observación estrecha. ¿Qué es comparada la observación
científica con la infinitud de repeticiones que de dan sobre un mismo hecho?
Puede ser que el último día de todos los días pasados, por decirlo de alguna
manera, resulte que el sol salga por el poniente y que la bola de billar no se
mueva y en cambio haga desplazar hacia su lugar de origen a la que intentó
pegarle? Esto parecerá cosa de necios, pero tiene su moraleja: No existe nada
como un saber científico que no se base en formas humanas de comprensión.
Después del empirismo y de
Kant, sabemos que el conocimiento solamente es posible a partir de bases
únicamente humanas, de categorías en las cuales encajan o no encajan las cosas
que percibimos. Esto es extraño, esto de Aristóteles, pues la noción de tiempo
griego es repetitiva, lo cual quiere decir que la consecuencia termina por
convertirse en causa de sí misma. Es como si un auto de carreras se atrasara
tanto que al cabo, pareciese como si estuviese enfrente del que lleva la
delantera. Esto ya se veía más claro cuando se analiza que, para nuestra
capacidad intelectual, no es concebible la idea de lo incausado. Se trataba del
caso de Santo Tomás de Aquino. En unas de sus vías, señala que una de las
pruebas de la existencia de Dios consistía en que era imposible que algo no
tuviese un origen, que algo forzosamente debía dar a luz, por decirlo de alguna
forma, a otro, y que un tiempo le seguía otro, y así…Esto del Big Bang siempre
me pareció un replanteamiento de esta idea de Santo Tomás…de hecho, la
evolución se basa en esta noción de continuidad, pero…si se observa no es más que
una medida para comprender un hecho que no entendemos…realmente ¿es
comprensible que el tiempo sea una permanencia? Me parece que no, no cuando
envejecemos, cuando vemos el paso del tiempo en las cosas. Así, nos parece
plausible interpretar ese hecho como que el tiempo es lo que pasa. Pero no,
como dijo alguien por ahí, el tiempo no es lo que pasa sino lo que no pasa; el
tiempo en su noción habitual hace consistir al tiempo en acontecimientos. Pero,
repito, no es más que una forma de comprender aquello que se supone acontece
fuera de nosotros. Lo mismo pasa con esto del acto y la potencia…no hay nada
que actualizar porque no somos más de lo que ya somos…y no podemos cambiar eso…
De la misma manera, se
puede ver que el tiempo es una estructura de comprensión en el hecho de que la
meditación budista u otras prácticas rompen con el tiempo, colapsa la
consciencia de que las cosas pasan o que tienen que pasar.
Si está más que probado
que la materia no es una cosa sólida, que no posee elementos definitivos, sino
que es un fenómeno o conjunto de relaciones que crean la impresión de lo
compacto, de algo que está ahí y que no podemos penetrar, pues también está
probado que la consciencia es un elemento imaginario, que el devenir es una
forma de explicación a algo que nos supera y nos ubica en un plano
absolutamente inferior. Pero esto se debe a que, como la noción de materia, el
tiempo está compuesto por un mar tormentoso de sensaciones, de las sensaciones
de muerte y resurrección, de lo ordinario y extraordinario, de todo esto que
nos hace creer que el tiempo pasa; o mejor dicho que las cosas se degradan, se
deterioran, pero…en realidad no se deterioran, es nuestra mente la que busca
colocarse en un punto de vista único para no zozobrar…Es sumamente…no sé…grande,
muy grande percibir que la materia no es más que un conjunto de energías
luchando y que a eso le llamamos degradación, y que esto no sea más que un
tiempo ausente… Así, me parece que esto es un recuerdo o una expectativa, que
lo que vivo bien podría ser un sueño. No sé ustedes pero, aún en los momentos
de gran alegría escuchan una voz que dice ¿Es esto real?, ¿no es producto de mi
imaginación?...o bien, dicen: ¿esto es todo? Tanta lucha y sacrificio para
obtener esto que es del mismo tamaño (y hasta más vulgar) que el tamaño de mis
sueños?, es decir, que soñar con ello y vivirlo eran la misma cosa… No sé si me
explico…el tiempo es al fin y al cabo no más que una forma, un espacio en el
que sumergimos nuestra buena o mala consciencia, nuestros sueños posibles e
imposibles…El tiempo es una extensión de nuestra consciencia que se pone en un
lado para no estar en otro. Esto quiere decir que, precisamente, ahora, estamos
muriendo, que nacemos, que ya no estamos…de esto surge la noción de lo
impermanente.
Desde este punto de vista
o, mejor dicho, no-vista, nos percatamos que el budismo no es una eutanasia,
sino que es una explicación terriblemente lógica, consecuente a más no poder,
respecto a la ficción que es el tiempo y la materia.
Bueno, con esto espero haber
podido responder más o menos a la inquietud planteada.
3.-
De la existencia (Samsara)
Bueno, es importante decir
de entrada y a modo de provocación que, la existencia no existe. Tremenda
contradicción nos introduciría en un mundo de galimatías que… ¿para qué quieren
más? Sin embargo habría que definir qué es eso de la existencia. Pues bien, la
existencia es una ficción porque el Ser absoluto, de ese que se encarga la
metafísica, no es más que una construcción resultado de la abstracción del hombre.
La ciencia y la filosofía basan sus apreciaciones en abstracciones, las cuales,
desde luego no pueden ser concretas, no están en el aquí ni en el ahora. De
esto se sigue, como ya lo habíamos visto antes, que la propuesta de existir no
es más que una forma de hablar. Decimos “existimos” y con ello solamente
queremos decir “estoy aquí”aunque, bien se puede “estar aquí” en cualquier
lugar y en cualquier momento.
Lo concreto, esto que
señalo con el dedo, este micrófono, es una presencia que no tiene nada que ver
con existir, como si con esto podríamos decir que está anclado en alguna forma
de seguridad. Pues lo que quiere decir el término “Samsara” es fluir,
transitar, pasar de un lugar a otro. Si se fijan bien, la diferencia entre la
vacuidad, el Sunyata y el Samsara, pues es esto de estar en un sitio y luego en
otro. No es que sean “dos cosas”, como si se tratara de cosas que no comparten
nada o pocas cosas o solamente una…lo que media entre ambas no es más que la
distancia, permítaseme el pleonasmo, es un medio. Este medio representa la
diferencia entre un ente y otro que en realidad es el mismo. Es una forma de
decir que algo cambia. La reencarnación hace referencia a esta continuidad de
todo lo existente. Algunos dicen nada más de lo viviente, pero yo no tengo
ningún empacho en decir que aquello que existe, por ese solo hecho, ya se
encuentra inserto en el río de dolor que es la vida, entendida esta como la
totalidad de lo impermanente, con piedras y agua, fuego y tierra presentes. Así
se dice que dejamos de ser niños, jóvenes, adultos…Y nos vamos convirtiendo en
algo aún mejor.
Como ya habíamos dicho,
esto es una forma de hablar puesto que la plenitud del Nirvana no permite que
haya algo así como su reflejo sucio, su contraparte. El Samsara, o transición
de una forma de vida a otra, consiste en la adquisición de la consciencia de la
necesidad de ser inconscientes, es decir, de despojarse de sí mismo, de la
individualidad. Algunas perspectivas distintas del budismo, las más cercanas al
Jainismo, postulan que la reencarnación es la preservación del alma, y con esto
decimos a la persona, a diferencia de lo que dice el budismo tibetano que tiene
que ver con la eliminación por completo del yo. Se dice que somos “gotas”
fundidas con el mar, pero esto no es del todo cierto. Una gota no lo es ya
dentro del mar, esto es claro, no es más que agua, que el contenido mismo del
mar. De la misma forma, quien alcanza el Nirvana se funde por completo en la
vacuidad. De hecho, esto ya está presente en el pensamiento brahmánico, pues
señala que la plenitud y cesación de reencarnaciones se da cuando el alma
(Atman) se funde con Brahama, especie de deidad compuesta por una perfecta
iluminación y paz…y ambos constituyen una sola entidad…lo cual es claro, como
observa platón, que conocer no es más que regresar…adquisición de consciencia
es aceptación de lo que realmente se es, y esto desde siempre ha sido…ser
iluminado no es más que la adquisición de la consciencia de cómo se salió de la
nada y cómo luego se incorpora uno a la misma. Es claro entonces, que existir
no es más que un mero tránsito, un pasaje que conduce a ningún lado puesto que
del ningún lado venimos…
Desde este punto de vista
el Ser no es más que una pura abstracción en la que intentamos abrazar,
abarcar, la memoria-ficción de un yo, y sus deseos que, desde luego, conducen
al dolor. Como el hombre, su consciencia no puede concebir una forma de estar o
ser que no sea sin perspectiva, sin futuro, sin mañana, sin la continuación de
la línea vital que lo compone, entonces es que se crea expectativas, planes,
proyectos, ideales que seguir, etc. Pero esto es una treta de la consciencia.
El futuro no es, de la misma forma en la que nada es, porque el presente es un
total estado de ausencia porque no podemos entablar una forma de dialogo con
él: se nos escapa como el agua entre las manos. Es claro que toda forma de
concebir el tiempo, es eso, una concepción nada más.
Y estas concepciones son
el resultado del deseo, claramente se ve. La memoria es la forma de asirse al
yo, a sus elementos que lo componen, desde la autoconsciencia hasta las
vivencias más “elevadas”, sean estas del amor, de la sabiduría, de la santidad,
del coraje…de todo cuanto podamos llamar“bueno”…esto es aferrarse, esto es aún
creer en que lo bueno y lo malo existen…es un error, lo bueno y lo malo no son
más que construcciones mentales para sentirnos bien a modo de nuestros apegos.
Según tengamos desapego o no, seremos buenos o malos. La maldad y la bondad no
existen más que en relación en lo que se desea, pero ya de entrada desear es
algo malo en sí mismo. La causa de la infelicidad del hombre, luego, es
pretender ser bueno…nótese esto terriblemente cierto…Nada cae peor al alma
humana que esta sensación de sentir que no cumplió con su deber, que fracasó,
que fue un ser mediocre…y todo esto porque deseamos ser buenos…Cuando nos
creemos buenos, es por nuestra incapacidad para aún percatarnos de la vaciedad
de nuestros actos. El karma no es una ley de retribución de actos buenos o
malos, sino de interrelación entre fuerzas encontradas o de otras que
sustituyen a otras… ¿Qué es lo malo? Aquello que no logró realizarse, que se
cortó de tajo, que…reveló su verdadera esencia. El hombre al no aceptar esta
terrible verdad de que todo es insignificante, se revela, quiere hacer su
voluntad, se aferra a su deseo. Es entonces cuando les hacemos “mal” a otras
personas, cuando pasamos por encima de ellas para lograr nuestros objetivos
propios, para satisfacer nuestros deseos. Pero de antemano el “malvado” no
puede conseguir lo deseado porque todo deseo perece en manos del mismo
sufrimiento por no poder obtenerlo… ¿Por qué no lo puede obtener? Porque
siempre habrá alguien que quiere lo contrario o, la misma cosa. Bueno esto es
una forma de hablar…Resulta en lo mismo: el hombre, esencialmente egoísta (es
decir, apegado a su propio yo), no puede compartir nada más que sujetando las
cosas a sus mismos términos. El querer condicionar las cosas le retribuye
dolor. El “malvado” sufre porque no puede obtener lo que desea, no tengo la
menor duda que este es su castigo. El resentimiento no es algo “malo” sino que
es una consecuencia de desear algo que resultaba imposible de obtener. La
energía, la potencia del Samsara al no poder canalizarse al través del deseo,
se contiene en el sujeto que la obró, produciendo un malestar semejante a un
dolor de estómago porque se encuentra uno estreñido…Esta contención es
demasiado, cansa al sujeto, desgasta su espíritu, le causa dolor, sufrimiento.
Un ejemplo les ilustrará
mejor lo que digo: una madre terriblemente amorosa, al desear continuamente el
“bien” del hijo, no puede vivir más que para el otro, incapaz de vivir por otra
razón, incluso…he visto como algunas madres logran su deseo a través de los
hijos que es, mantenerlos a lado de ellas…esta construcción del apego mata a
las demás formas de canalización del fluido energético, por decirlo de alguna
manera, es decir, esta voluntad de poder, como diría Nietzsche, impide que se
puedan desarrollar las demás partes del ser…Son medias esposas, medias amigas,
medias hijas…etc…Esta obsesión no se traduce más que del deseo de perpetuarse
en el otro, en el hijo, en llegar a ser como él hubiese querido… Por ello
muchos padres, o resultan muy decepcionados de los hijos, o buscan una u otra
forma por tapar sus fallos. Siempre se proyectan en ellos, el futuro de la
progenie se ponen a las espaldas del hijo; inconscientemente se les dice: “tú
eres la razón por la cual toda tu ascendencia luchó y murió…” pero esto es
falso, nadie debiera fundar su vida en un cementerio, como dicen por ahí, ni
nadie puede basar su vida en otro ser sea incluso este su hijo o su padre.
Parece claro que es bastante estéril hacer las cosas por el bien de otro. No
existe más que una forma de sentirse satisfecho consigo mismo: haciendo las
cosas de tal forma que se les permita a los demás fluir sus propias energías,
“abandonándolos a su molicie”.
El hombre se mueve entre
concepciones, decorados, moldes, estructuras, aparatos como ganchos que
sostienen lo insostenible porque no se puede enganchar aquello que no es.
¿Entonces cómo es que lo
inexistente nos produce dolor? Bueno, el dolor no es más que la falta de
aceptación de la futilidad de todo cuanto deseamos. Así, el amor hacia la madre
o hacia el hijo, no son más que formas de apego que nos llevarán al sufrimiento
pues algún día se desnudarán sus verdaderas naturalezas, es decir, su vaciedad.
No estoy diciendo que el hombre debe ir por la vida valiéndole todo un comino,
sino que debe estar preparado para un día desprenderse de lo que más ama. Esta
es la verdadera consciencia de lo que significa “aceptar” que todos somos el
agua del mar y que no podemos pertenecernos a nosotros mismos. El alivio del
alma consiste en ver que esto es así, que todos somos, incluidos recuerdos y
expectativas, una nada pura y que nuestro sufrimiento no se basa más que en la
necedad de aferrarse a cosas que no valen la pena, que son inasibles porque uno
no tiene control sobre ellas, porque son elementos de la ilusión toda que es la
vida y que nos hacen caer en la trampa de que podemos cambiar las cosas, de que
podemos alzarnos de forma efectiva contra la muerte u otros males de la
naturaleza humana…Nótese que no estoy diciendo que el hombre deba renunciar a
la lucha, sino que debe saber, como buen guerrero, que su lucha ya está
perdida, que no puede cambiar la inminente derrota ante el vacío.
Entonces, el hombre, debe
amar sin apego, debe luchar sin tener a la vista la victoria, debe vivir
sabiendo que es inútil la vida, que carece de sentido. Esto es importante
decirlo pues aunque se diga que uno le da sentido a su vida y que, incluso esto
es condición indispensable para la verdadera conducta ética, se sabe que esto
sigue siendo igual de inútil. Pero no de eso se trata, no es una visión
pesimista, sino que describe un estado de cosas que no podemos cambiar, que es
imposible cambiar.
De lo que se trata es de
jugar con esas ficciones, de destruir y construir, de hacer “como sí”…Por
ejemplo, este foro carece de sentido puesto que no puede acceder a la verdad
quien no está preparado para ello, lo que significa tener que aceptar la
posibilidad de que mis palabras no estén lanzadas más que al vacío. Pero aunque
trato de ser lo más claro posible, de antemano sé que carece de sentido.
Entonces ¿qué me hace continuar esta necedad? Pues el hecho de que el hombre se
compadece, de que tiene pena por el mal todo de la vida. Mirar las cosas como
si perecieran, es ya un avance de mirar a la vida como una tragedia grotesca,
como esa maya que hace alusión al velo oscuro que todo lo cubre, que crea un
espejismo de sentidos.
La Maya, esto es, el
instrumento mediante el cual el Samsara se instaura ante el hombre como una
verdad inamovible, creando la gran estafa del Ser, se mueve a lo largo de todas
las reencarnaciones, es decir, de los momentos que la energía que nos compone
ha atravesado, y que, llegado el proceso hasta la autoconsciencia y la
consciencia de la vacuidad, se desprende de sí para retornar a la paz absoluta
del Nirvana, es decir, de esa condición en la que nos liberamos de todo y
alcanzamos la suprema verdad o Paramartha.
La existencia, de esta
forma, al ser una ilusión no reviste mayor necesidad para el budismo dilucidar
sobre abstracciones como la verdad. En efecto: Ya situada más allá del
conocimiento, la practica budista entra inmediatamente en materia…se va a lo
esencial, se deja de rodeos y, después de decir: “he aquí que nada existe”, invita:
“despojaos de sí mismos y de la doctrina misma…meditemos hasta alcanzar el
Nirvana”.
La meditación es la
práctica absoluta. No hay fe en el budismo, no hay nada semejante al credo, a
la confesión…No hay más que una sola práctica fundamental y mediante la cual
resultaría vano seguir hablando sino se exige…