sábado, 24 de septiembre de 2011

Samsara





10 de septiembre de 2011



Permítaseme nada más…un momento.



Me dicen aquí por medio de un papelito que el budismo, según lo que expliqué ayer, no propone nada, que no es más que una forma de ayudarnos a morir. …Que es una propedéutica de la muerte.



Bueno, esto en cierta forma es verdad, es una especie de morfina para no sentir el dolor…desde un punto de vista práctico…va, positivista diría yo…pero, bueno, no es del todo cierto. Hay un aspecto que sobrepasa el asunto este de ayudar a morir, de su eutanasia…Tiene que ver con que da razón total del universo y explica el porqué de la muerte…ustedes saben…el cristianismo tiene su explicación del porqué de la muerte…Parece ser seductora esta explicación del pecado original, del castigo por la desobediencia del hombre. “La consecuencia del pecado es la muerte”, se dice…pues bien, me parece que la muerte no es consecuencia de nada en el sentido de castigo, es solamente consecuencia, es decir, lo que siga a algo…aunque relación precedente no implique causalidad…eso se sabe muy bien. Pero, no se puede decir cuál es el efecto y cuál la causa pues, tanto la vida como la muerte son acontecimientos ficticios. Nadie puede morir porque nadie ha venido a la vida. Esto parecerá un disparate, pero desde el punto de vista de lo absoluto, nuestra presencia no es más que absoluta nada. Esto lo veremos el día de hoy. Permítanme nada más abrir un paréntesis antes que inicie la plática sobre el Samsara que es el tema que hoy veremos.



Esto de lo antecedente y consecuente es un asunto de conceptos. Sería válido hablar así en un concepto, en un mundo aristotélico, en un mundo donde las ideas tales como la causalidad o la materia verdaderamente están en el mundo. Ahora sabemos que eso de la causalidad no es más que una forma mental mediante la cual agrupamos una serie de fenómenos que presumimos externos. Tanto como para la noción, el concepto de causalidad como al de sustancia, pues…se necesita del hábito de agrupar toda la serie experiencias que tenemos en las vivencias personales…en el acontecimiento ordinario, así es como surge la creencia en que algo precede a algo, que algo es consecuencia de algo. ¿Por qué nos atrevemos a decir semejante enormidad? Pues porque es totalmente lógico que percibamos que la observación científica basa sus conclusiones en un acto de la naturaleza o acción humana, en la repetición de los mismos factores del fenómeno. Sin embargo el tiempo del hombre es corto y su capacidad de observación estrecha. ¿Qué es comparada la observación científica con la infinitud de repeticiones que de dan sobre un mismo hecho? Puede ser que el último día de todos los días pasados, por decirlo de alguna manera, resulte que el sol salga por el poniente y que la bola de billar no se mueva y en cambio haga desplazar hacia su lugar de origen a la que intentó pegarle? Esto parecerá cosa de necios, pero tiene su moraleja: No existe nada como un saber científico que no se base en formas humanas de comprensión.



Después del empirismo y de Kant, sabemos que el conocimiento solamente es posible a partir de bases únicamente humanas, de categorías en las cuales encajan o no encajan las cosas que percibimos. Esto es extraño, esto de Aristóteles, pues la noción de tiempo griego es repetitiva, lo cual quiere decir que la consecuencia termina por convertirse en causa de sí misma. Es como si un auto de carreras se atrasara tanto que al cabo, pareciese como si estuviese enfrente del que lleva la delantera. Esto ya se veía más claro cuando se analiza que, para nuestra capacidad intelectual, no es concebible la idea de lo incausado. Se trataba del caso de Santo Tomás de Aquino. En unas de sus vías, señala que una de las pruebas de la existencia de Dios consistía en que era imposible que algo no tuviese un origen, que algo forzosamente debía dar a luz, por decirlo de alguna forma, a otro, y que un tiempo le seguía otro, y así…Esto del Big Bang siempre me pareció un replanteamiento de esta idea de Santo Tomás…de hecho, la evolución se basa en esta noción de continuidad, pero…si se observa no es más que una medida para comprender un hecho que no entendemos…realmente ¿es comprensible que el tiempo sea una permanencia? Me parece que no, no cuando envejecemos, cuando vemos el paso del tiempo en las cosas. Así, nos parece plausible interpretar ese hecho como que el tiempo es lo que pasa. Pero no, como dijo alguien por ahí, el tiempo no es lo que pasa sino lo que no pasa; el tiempo en su noción habitual hace consistir al tiempo en acontecimientos. Pero, repito, no es más que una forma de comprender aquello que se supone acontece fuera de nosotros. Lo mismo pasa con esto del acto y la potencia…no hay nada que actualizar porque no somos más de lo que ya somos…y no podemos cambiar eso…



De la misma manera, se puede ver que el tiempo es una estructura de comprensión en el hecho de que la meditación budista u otras prácticas rompen con el tiempo, colapsa la consciencia de que las cosas pasan o que tienen que pasar.



Si está más que probado que la materia no es una cosa sólida, que no posee elementos definitivos, sino que es un fenómeno o conjunto de relaciones que crean la impresión de lo compacto, de algo que está ahí y que no podemos penetrar, pues también está probado que la consciencia es un elemento imaginario, que el devenir es una forma de explicación a algo que nos supera y nos ubica en un plano absolutamente inferior. Pero esto se debe a que, como la noción de materia, el tiempo está compuesto por un mar tormentoso de sensaciones, de las sensaciones de muerte y resurrección, de lo ordinario y extraordinario, de todo esto que nos hace creer que el tiempo pasa; o mejor dicho que las cosas se degradan, se deterioran, pero…en realidad no se deterioran, es nuestra mente la que busca colocarse en un punto de vista único para no zozobrar…Es sumamente…no sé…grande, muy grande percibir que la materia no es más que un conjunto de energías luchando y que a eso le llamamos degradación, y que esto no sea más que un tiempo ausente… Así, me parece que esto es un recuerdo o una expectativa, que lo que vivo bien podría ser un sueño. No sé ustedes pero, aún en los momentos de gran alegría escuchan una voz que dice ¿Es esto real?, ¿no es producto de mi imaginación?...o bien, dicen: ¿esto es todo? Tanta lucha y sacrificio para obtener esto que es del mismo tamaño (y hasta más vulgar) que el tamaño de mis sueños?, es decir, que soñar con ello y vivirlo eran la misma cosa… No sé si me explico…el tiempo es al fin y al cabo no más que una forma, un espacio en el que sumergimos nuestra buena o mala consciencia, nuestros sueños posibles e imposibles…El tiempo es una extensión de nuestra consciencia que se pone en un lado para no estar en otro. Esto quiere decir que, precisamente, ahora, estamos muriendo, que nacemos, que ya no estamos…de esto surge la noción de lo impermanente.



Desde este punto de vista o, mejor dicho, no-vista, nos percatamos que el budismo no es una eutanasia, sino que es una explicación terriblemente lógica, consecuente a más no poder, respecto a la ficción que es el tiempo y la materia.



Bueno, con esto espero haber podido responder más o menos a la inquietud planteada.



3.- De la existencia (Samsara)



Bueno, es importante decir de entrada y a modo de provocación que, la existencia no existe. Tremenda contradicción nos introduciría en un mundo de galimatías que… ¿para qué quieren más? Sin embargo habría que definir qué es eso de la existencia. Pues bien, la existencia es una ficción porque el Ser absoluto, de ese que se encarga la metafísica, no es más que una construcción resultado de la abstracción del hombre. La ciencia y la filosofía basan sus apreciaciones en abstracciones, las cuales, desde luego no pueden ser concretas, no están en el aquí ni en el ahora. De esto se sigue, como ya lo habíamos visto antes, que la propuesta de existir no es más que una forma de hablar. Decimos “existimos” y con ello solamente queremos decir “estoy aquí”aunque, bien se puede “estar aquí” en cualquier lugar y en cualquier momento.



Lo concreto, esto que señalo con el dedo, este micrófono, es una presencia que no tiene nada que ver con existir, como si con esto podríamos decir que está anclado en alguna forma de seguridad. Pues lo que quiere decir el término “Samsara” es fluir, transitar, pasar de un lugar a otro. Si se fijan bien, la diferencia entre la vacuidad, el Sunyata y el Samsara, pues es esto de estar en un sitio y luego en otro. No es que sean “dos cosas”, como si se tratara de cosas que no comparten nada o pocas cosas o solamente una…lo que media entre ambas no es más que la distancia, permítaseme el pleonasmo, es un medio. Este medio representa la diferencia entre un ente y otro que en realidad es el mismo. Es una forma de decir que algo cambia. La reencarnación hace referencia a esta continuidad de todo lo existente. Algunos dicen nada más de lo viviente, pero yo no tengo ningún empacho en decir que aquello que existe, por ese solo hecho, ya se encuentra inserto en el río de dolor que es la vida, entendida esta como la totalidad de lo impermanente, con piedras y agua, fuego y tierra presentes. Así se dice que dejamos de ser niños, jóvenes, adultos…Y nos vamos convirtiendo en algo aún mejor.



Como ya habíamos dicho, esto es una forma de hablar puesto que la plenitud del Nirvana no permite que haya algo así como su reflejo sucio, su contraparte. El Samsara, o transición de una forma de vida a otra, consiste en la adquisición de la consciencia de la necesidad de ser inconscientes, es decir, de despojarse de sí mismo, de la individualidad. Algunas perspectivas distintas del budismo, las más cercanas al Jainismo, postulan que la reencarnación es la preservación del alma, y con esto decimos a la persona, a diferencia de lo que dice el budismo tibetano que tiene que ver con la eliminación por completo del yo. Se dice que somos “gotas” fundidas con el mar, pero esto no es del todo cierto. Una gota no lo es ya dentro del mar, esto es claro, no es más que agua, que el contenido mismo del mar. De la misma forma, quien alcanza el Nirvana se funde por completo en la vacuidad. De hecho, esto ya está presente en el pensamiento brahmánico, pues señala que la plenitud y cesación de reencarnaciones se da cuando el alma (Atman) se funde con Brahama, especie de deidad compuesta por una perfecta iluminación y paz…y ambos constituyen una sola entidad…lo cual es claro, como observa platón, que conocer no es más que regresar…adquisición de consciencia es aceptación de lo que realmente se es, y esto desde siempre ha sido…ser iluminado no es más que la adquisición de la consciencia de cómo se salió de la nada y cómo luego se incorpora uno a la misma. Es claro entonces, que existir no es más que un mero tránsito, un pasaje que conduce a ningún lado puesto que del ningún lado venimos…



Desde este punto de vista el Ser no es más que una pura abstracción en la que intentamos abrazar, abarcar, la memoria-ficción de un yo, y sus deseos que, desde luego, conducen al dolor. Como el hombre, su consciencia no puede concebir una forma de estar o ser que no sea sin perspectiva, sin futuro, sin mañana, sin la continuación de la línea vital que lo compone, entonces es que se crea expectativas, planes, proyectos, ideales que seguir, etc. Pero esto es una treta de la consciencia. El futuro no es, de la misma forma en la que nada es, porque el presente es un total estado de ausencia porque no podemos entablar una forma de dialogo con él: se nos escapa como el agua entre las manos. Es claro que toda forma de concebir el tiempo, es eso, una concepción nada más.



Y estas concepciones son el resultado del deseo, claramente se ve. La memoria es la forma de asirse al yo, a sus elementos que lo componen, desde la autoconsciencia hasta las vivencias más “elevadas”, sean estas del amor, de la sabiduría, de la santidad, del coraje…de todo cuanto podamos llamar“bueno”…esto es aferrarse, esto es aún creer en que lo bueno y lo malo existen…es un error, lo bueno y lo malo no son más que construcciones mentales para sentirnos bien a modo de nuestros apegos. Según tengamos desapego o no, seremos buenos o malos. La maldad y la bondad no existen más que en relación en lo que se desea, pero ya de entrada desear es algo malo en sí mismo. La causa de la infelicidad del hombre, luego, es pretender ser bueno…nótese esto terriblemente cierto…Nada cae peor al alma humana que esta sensación de sentir que no cumplió con su deber, que fracasó, que fue un ser mediocre…y todo esto porque deseamos ser buenos…Cuando nos creemos buenos, es por nuestra incapacidad para aún percatarnos de la vaciedad de nuestros actos. El karma no es una ley de retribución de actos buenos o malos, sino de interrelación entre fuerzas encontradas o de otras que sustituyen a otras… ¿Qué es lo malo? Aquello que no logró realizarse, que se cortó de tajo, que…reveló su verdadera esencia. El hombre al no aceptar esta terrible verdad de que todo es insignificante, se revela, quiere hacer su voluntad, se aferra a su deseo. Es entonces cuando les hacemos “mal” a otras personas, cuando pasamos por encima de ellas para lograr nuestros objetivos propios, para satisfacer nuestros deseos. Pero de antemano el “malvado” no puede conseguir lo deseado porque todo deseo perece en manos del mismo sufrimiento por no poder obtenerlo… ¿Por qué no lo puede obtener? Porque siempre habrá alguien que quiere lo contrario o, la misma cosa. Bueno esto es una forma de hablar…Resulta en lo mismo: el hombre, esencialmente egoísta (es decir, apegado a su propio yo), no puede compartir nada más que sujetando las cosas a sus mismos términos. El querer condicionar las cosas le retribuye dolor. El “malvado” sufre porque no puede obtener lo que desea, no tengo la menor duda que este es su castigo. El resentimiento no es algo “malo” sino que es una consecuencia de desear algo que resultaba imposible de obtener. La energía, la potencia del Samsara al no poder canalizarse al través del deseo, se contiene en el sujeto que la obró, produciendo un malestar semejante a un dolor de estómago porque se encuentra uno estreñido…Esta contención es demasiado, cansa al sujeto, desgasta su espíritu, le causa dolor, sufrimiento.



Un ejemplo les ilustrará mejor lo que digo: una madre terriblemente amorosa, al desear continuamente el “bien” del hijo, no puede vivir más que para el otro, incapaz de vivir por otra razón, incluso…he visto como algunas madres logran su deseo a través de los hijos que es, mantenerlos a lado de ellas…esta construcción del apego mata a las demás formas de canalización del fluido energético, por decirlo de alguna manera, es decir, esta voluntad de poder, como diría Nietzsche, impide que se puedan desarrollar las demás partes del ser…Son medias esposas, medias amigas, medias hijas…etc…Esta obsesión no se traduce más que del deseo de perpetuarse en el otro, en el hijo, en llegar a ser como él hubiese querido… Por ello muchos padres, o resultan muy decepcionados de los hijos, o buscan una u otra forma por tapar sus fallos. Siempre se proyectan en ellos, el futuro de la progenie se ponen a las espaldas del hijo; inconscientemente se les dice: “tú eres la razón por la cual toda tu ascendencia luchó y murió…” pero esto es falso, nadie debiera fundar su vida en un cementerio, como dicen por ahí, ni nadie puede basar su vida en otro ser sea incluso este su hijo o su padre. Parece claro que es bastante estéril hacer las cosas por el bien de otro. No existe más que una forma de sentirse satisfecho consigo mismo: haciendo las cosas de tal forma que se les permita a los demás fluir sus propias energías, “abandonándolos a su molicie”.



El hombre se mueve entre concepciones, decorados, moldes, estructuras, aparatos como ganchos que sostienen lo insostenible porque no se puede enganchar aquello que no es.



¿Entonces cómo es que lo inexistente nos produce dolor? Bueno, el dolor no es más que la falta de aceptación de la futilidad de todo cuanto deseamos. Así, el amor hacia la madre o hacia el hijo, no son más que formas de apego que nos llevarán al sufrimiento pues algún día se desnudarán sus verdaderas naturalezas, es decir, su vaciedad. No estoy diciendo que el hombre debe ir por la vida valiéndole todo un comino, sino que debe estar preparado para un día desprenderse de lo que más ama. Esta es la verdadera consciencia de lo que significa “aceptar” que todos somos el agua del mar y que no podemos pertenecernos a nosotros mismos. El alivio del alma consiste en ver que esto es así, que todos somos, incluidos recuerdos y expectativas, una nada pura y que nuestro sufrimiento no se basa más que en la necedad de aferrarse a cosas que no valen la pena, que son inasibles porque uno no tiene control sobre ellas, porque son elementos de la ilusión toda que es la vida y que nos hacen caer en la trampa de que podemos cambiar las cosas, de que podemos alzarnos de forma efectiva contra la muerte u otros males de la naturaleza humana…Nótese que no estoy diciendo que el hombre deba renunciar a la lucha, sino que debe saber, como buen guerrero, que su lucha ya está perdida, que no puede cambiar la inminente derrota ante el vacío.



Entonces, el hombre, debe amar sin apego, debe luchar sin tener a la vista la victoria, debe vivir sabiendo que es inútil la vida, que carece de sentido. Esto es importante decirlo pues aunque se diga que uno le da sentido a su vida y que, incluso esto es condición indispensable para la verdadera conducta ética, se sabe que esto sigue siendo igual de inútil. Pero no de eso se trata, no es una visión pesimista, sino que describe un estado de cosas que no podemos cambiar, que es imposible cambiar.



De lo que se trata es de jugar con esas ficciones, de destruir y construir, de hacer “como sí”…Por ejemplo, este foro carece de sentido puesto que no puede acceder a la verdad quien no está preparado para ello, lo que significa tener que aceptar la posibilidad de que mis palabras no estén lanzadas más que al vacío. Pero aunque trato de ser lo más claro posible, de antemano sé que carece de sentido. Entonces ¿qué me hace continuar esta necedad? Pues el hecho de que el hombre se compadece, de que tiene pena por el mal todo de la vida. Mirar las cosas como si perecieran, es ya un avance de mirar a la vida como una tragedia grotesca, como esa maya que hace alusión al velo oscuro que todo lo cubre, que crea un espejismo de sentidos.



La Maya, esto es, el instrumento mediante el cual el Samsara se instaura ante el hombre como una verdad inamovible, creando la gran estafa del Ser, se mueve a lo largo de todas las reencarnaciones, es decir, de los momentos que la energía que nos compone ha atravesado, y que, llegado el proceso hasta la autoconsciencia y la consciencia de la vacuidad, se desprende de sí para retornar a la paz absoluta del Nirvana, es decir, de esa condición en la que nos liberamos de todo y alcanzamos la suprema verdad o Paramartha.



La existencia, de esta forma, al ser una ilusión no reviste mayor necesidad para el budismo dilucidar sobre abstracciones como la verdad. En efecto: Ya situada más allá del conocimiento, la practica budista entra inmediatamente en materia…se va a lo esencial, se deja de rodeos y, después de decir: “he aquí que nada existe”, invita: “despojaos de sí mismos y de la doctrina misma…meditemos hasta alcanzar el Nirvana”.



La meditación es la práctica absoluta. No hay fe en el budismo, no hay nada semejante al credo, a la confesión…No hay más que una sola práctica fundamental y mediante la cual resultaría vano seguir hablando sino se exige…


miércoles, 21 de septiembre de 2011



9 de septiembre de 2011





Señoras y señores, buenos días por asistir de nueva cuenta al foro. Disculpen la tardanza, pero por causas mayores a mi incumbencia no me fue posible asistir con puntualidad a nuestra cita. Ruego me disculpen.





Para empezar quisiera recordar de manera veloz algunos de los tópicos que abordamos ayer. En primer lugar, para un inicio rápido se comparó al cristianismo con el budismo, llegando a las siguientes conclusiones:





1.- El budismo carece de revelación escrita. Esto hace que la doctrina sea autocrítica y siempre en continuo perfeccionamiento, además de excluir cualquier forma de ortodoxia y herejía.





2.-El budismo no considera dentro de sus apreciaciones a ninguna entidad semejante al Dios cristiano.





3.- El budismo no pregona el amor como método principal de plenitud en el mundo, sino a su contrario: al desapego.





4.- El budismo cambia radicalmente el punto de vista del principio de identidad y postula al principio del origen condicionado como la base de toda forma de apreciación de la realidad.





También explicamos, o tratamos de explicar, en qué consistía la noción básica del budismo, la del vacío, en donde pudimos concluir que se trata de un no-lugar, en ningún sitio en donde se tiene la experiencia de la iluminación, es decir, de acceso al Nirvana. Como tal, esta experiencia está vedada a los sentidos mismos, y, sobre todo a la consciencia. Quien accede al Nirvana no puede hablar de él, de la misma forma en la que el Buda nunca dijo palabra alguna sobre el asunto pues sabía que en nada ayudaba al progreso espiritual de sus seguidores.











Pues bien, hoy toca el tiempo al segundo de los conceptos que me han parecido relevantes para asimilar un poco más de lo que es esto del budismo.





2.- De la compasión (Karuna)





Uno de los conceptos más difíciles de comprender, y no porque no sepa en qué consiste, sino porque siento que rompe con el espíritu del budismo, es el de la compasión del Bodhisattva. Este, y así lo expondré para contrastarlo con el que considero es el correcto, es un tipo de compasión de tipo empático. Desde luego que no por eso entiendo compasión. El concepto parecen entenderlo los demás de muy otra forma y como casi exclusivo del monje que ha renunciado al Nirvana. Pues en realidad no veo cómo alguien pueda renunciar a algo y a la vez tenderle la mano a los no conocedores del camino a la iluminación. Recordemos que uno de los rasgos del Nirvana es que ha dejado su impronta en la serenidad y respuesta pacífica del iluminado.





¿Qué debe entenderse por el concepto del “Bodhisattva”? Nótese que dilucidar sobre esto es mero pretexto, lo utilizaré como modo de acercarnos a la noción de Compasión budista.





Pues, el Bodhisattva es, en primer lugar, un término que se aplica a un iniciado en las prácticas, conductas y actitudes budistas y que ha renunciado al Nirvana con el propósito de llevar el mensaje del Buda al resto de los demás hombres. Es un activista del budismo desde su aspecto religioso, y promotor de los principios de éste como forma de solución a los problemas del mundo actual. A mi juicio esto habría que analizarlo bien, pues de entrada no parece encajar en los principios del budismo.





La empatía es el instrumento mediante el cual el ser humano accede a la vida del otro comprendiéndolo como prójimo. ¿Qué es este concepto de “prójimo”? Pues mirar a los demás como a sí mismo…reconocer a otro como a igual, como perteneciente a la gran familia que es la raza humana. Esta noción es la básica para la estabilidad política y social dentro de una organización de hombres libres. Sin embargo no es de sustancia ética. La ética es la congruencia de nuestros valores con aquellas acciones que realizamos. Si media un sesgo, un poco de espacio entre uno y otro, pues entonces estamos ante una persona que se está comportando de manera no ética.


Pues resulta que en occidente la empatía es el non plus ultra de la actitud ética y cívica en los individuos. Sin embargo, permítaseme el error quizás, la compasión budista es casi una lástima por la condición de lo viviente, no una consideración “emocional” e “intelectual” hacia  los seres vivientes. Sí. Lo repito: es una lástima, un sentimiento de pena, de vergüenza, de piedad. ¿Habéis visto a un hombre a mitad del campo de batalla pedir por su vida? Absolutamente desprovisto de dignidad alguna, solloza y pide compasión. Se dice que la compasión está ligada a la capacidad empática de la persona. No es así. El concepto de empatía surge como explicación para explicar algo que de hecho ocurre: la fuerza de poder de uno contra la indefensión de otro. A mi parecer el concepto de compasión es un eufemismo, con el obvio sentido de ocultar la naturaleza del budismo de harto sentido personalista.





Ahora bien… (Luego regresaré sobre lo anterior)…ahora bien, esto lo digo porque tiene su razón de ser. Me parece que no tiene nada qué ver con el cristianismo, o muy poco. Esta razón, este motivo por el cual digo lo anterior, está relacionado con el concepto de desapego y, sobretodo, con el de dignidad. Muy poco se ve de esto una esencia ligada al alma misma de oriente. El buen nombre, el prestigio, el honor, la lealtad, estos valores muy samuráis, si se quiere, son todos deudores de la sensación de compasión…y es que, si se analiza claramente, todo lo visto por el Shakyamui antes, cuando era apenas un incipiente alma en vías de la iluminación, en todo ello está presente las tinieblas del error, de la tragedia, del profundo caos que gobierna el mundo. Decir “todas las cosas están bien” no significa que porten la luz de la inefable paz del Nirvana, del vacío. No: todo ello hiede a carroña, a putrefacción, a una enfermedad que mina y nos postra al suelo. Recordemos que la ecuación es muy sencilla: Dolor menos deseo igual a perfecta paz. Ingrediente sine qua non del deseo, es la ansiedad por ver que las cosas terminan, que no pueden ser de otra forma. La paz del vacío es: todo ello, aunque está allá, aunque posee un orden en sí mismo válido, no es más que un dolor, que la vida es un dolor, todos los frutos que llevan el sello de lo vivo, es un dolor. En la nada por lo menos dormimos (recordemos que a la nada la hemos identificado con la muerte). Es mejor estar muerto que vivo, pues en la luz ilusoria de la vida alimentamos sueños hacia un futuro que no existe, por eso creamos vidas en el más allá, concebimos religiones que nos prometen una vida eterna, un lugar en donde caminaremos y correremos libres en campos dorados… ¿Qué sé yo? Pero pues sabemos que ese es el fruto favorito del deseo, de las ansias por vivir, por perpetuarse y ser libre.





Se me ocurre una ilustración para lo que acabo de decir. Imagínense un matrimonio que se ha tenido que divorciar por razones inincumbibles… (no sé si existe ese término)…por razones que no nos importan…bueno, resulta que tienen un niño de apenas…¿qué se yo?... de seis años, por ejemplo, y el niño ha tenido que sufrir esta separación aunque no ha visto ni oído nada sobre peleas, discusiones, etc. Pues resulta que sus padres por el bien del menor han decidido llevar la fiesta en paz. Por razones bastante naturales pero extraordinarias, el niño sabe que sus padres no pueden estar juntos, que están peleados, que no se pueden llevar bien. Aquí no se puede evitar pensar en que el niño se siente culpable pues, increíblemente sabe que él es el lazo que une a dos personas que, incluso, se aborrecen… ¿entienden esto? ¿Entienden el dilema del menor? Es como si se sintiera él mismo una cadena que ata a dos almas que no quieren ni verse. Esta condición, este lazo, es como una especie de máquina de tortura, y no puede el niño dejar de saberse ese verdugo, ese inquisidor; preferiría no ser, no haber nacido, pues una pareja de seres que conciben a un tercero es porque se aman y que uno nace cubierto por esa aura de amor…pero resulta que estos dos, no se aman y que, incluso nunca se amaron. ¿Les parezco que exagero? No, no me parece a mí. Pues fíjense, que se le hace mal a un niño cuando los padres tienen problemas, que no se llevan mal, que ya sea consciente o inconsciente le transmiten al niño ese Karma…Ahora bien, aquí va mi quid…pero se le hace más mal (perdón el horroroso pleonasmo), se le hace un mal superlativo al menor cuando los padres se llevan tan bien que, incluso, conviven como si nada pasara. ¿Cuál es el mensaje que se le transmite al menor? Que sus padres se aman y que…en cualquier momento pueden regresar, puedan ser una pareja, a lo que se era antes, a ser de nuevo una familia junta, cercana con papi y mami amándose profundamente. Pero eso no es así. Simplemente ambos padres han buscado la forma de armonizarse aunque sus almas se encuentren distantes la una de la otra mil años luz. Pero el niño no lo cree así, sino que en su pequeño gigante corazón alberga la esperanza de que su padre regrese a casa y que su mamá no tenga por qué seguir llorando…Nada más de pensar en esto, se me cierra el corazón…





Pues esta ilustración se me hace semejante a lo que sufre el hombre cuando observa al mundo y ve que, aunque la vida es un infierno real; el pasto es verde, el sol y sus flores son amarillas, que el árbol es un titán que nos guarece tanto del frío como del calor, que las estrellas nos guían en la noche oscura, y que el mar surge como un espejo del alma, emparentado con el cielo, embravecido contra todo lo que nos quiere aplastar…Todo esto es bello y terrible, alto…muy alto, como la mirada de un niño sin madre ni padre…Pues bien, todo ello, me parece muy, muy, pero muy infortunado. ¿Les ha parecido así? Decir que la vida no se la siente en su profunda realidad si no es advirtiendo la terrible verdad de su error cósmico, representa decir una profunda verdad. O mejor dicho, ¿del caos que introduce en el universo todo? Si usted piensa que exagero, que no estoy más que haciéndole al teatro, siendo dramático, como se dice, pues entonces usted no tendrá un solaz tan grande como el tamaño de su dolor se lo exige. Más feliz es quien mucho ha sufrido. Y no es que se trate de un dolor exagerado…todo dolor, esto lo he dicho en repetidas ocasiones, es real, y es grande. No ser condolente, es vivir en la falsedad de lo superficial. La vitalidad, la alegría, todo eso pasa…ya saben, al final del camino el joven Gautama vio a un viejo, a un enfermo, a un muerto… ¿se requiere mayor prueba para advertir la falacia de este mundo, su supuesto éxito y gloria? Me parece a mí que es claro el origen del concepto de compasión.





¿Qué hace el Bodhisattva? Convertirse en un promotor. No es más para mí más que eso. Es muy respetable su labor, pero me parece aún más respetable aquél que ha procurado para sí mismo la paz absoluta de verse absorbido por el Nirvana. Hacer proselitismo puede lograr que otros alcancen la iluminación, pero esa forma de sacrificio no tiene cabida en un proceso en la cual el devenir es la esencia de paso de una forma de realidad a otra. Estoy hablando de la metempsicosis, de esto de la transmigración de las almas, en donde las posibilidades de libertad del hombre, por así llamarle, se encuentran reducidas a su nobleza e inteligencia innata. Uno nace con  una fuerza propia, con un carácter que ya está terminado. No hay más. La chispa que de vida en vida, de luz en luz, ha logrado estar cada vez más cerca de la anulación de las encarnaciones, en vano podrá voltear la mirada hacia atrás; por más que quiera sentir nostalgia por las cosas contraviniendo el desapego, no podrá pues es superior a la vida y a todas las cosas que el hombre tiene en buena estima. Estoy diciendo que un alma que ya está cerca del Nirvana, es decir, de romper su cadena de reencarnaciones, no podrá hacer tal, ya que la misma energía que lo compone por una fuerza de gravedad invencible, será alcanzada por una fuerza superior que lo arrastrará a la nirvanización. Con esto no quiero dar a entender que todo ser que está cada vez más cercano a la plenitud termine por alcanzar al Nirvana de manera automática. No.





Se dice que el buda después de morir, tuvo algunas otras reencarnaciones más. Pues esto me parece contradictorio. ¿Alcanzó o no el Nirvana? Si lo alcanzó entonces no tiene por qué reencarnar de nueva cuenta. Y si no lo alcanzó pues, obviamente no es el Buda. Al respecto se dice que Buda es un Bodhisattva pues cada determinado tiempo vuelve a la vida a pregonar las verdades del budismo. Dentro de esta lógica cabe ser el Buda y seguir reencarnando. Estoy hablando, como se pueden dar cuenta, del Dalai Lama, quien cada determinado tiempo es la reencarnación del Buda. Resulta que, si se entiende en los términos de esta noción, pues se pueden sacar más de una conclusión: El Buda no ha alcanzado el Nirvana puesto que de ser así, ya no podría liberarse de la vacuidad. Si ha alcanzado el Nirvana, no podría seguir reencarnando indefinidamente como bodhisttva. Yo pienso, como he dicho antes, que no se tiene porque no alcanzar el Nirvana y seguir con la diseminación de los principios del budismo. De todas maneras me parece que es más coherente con el espíritu del budismo la no reencarnación de Buda y la proyección del Lama como un Bodhisattva más, a la medida de Maitreya, por ejemplo. A mi juicio las reencarnaciones del Buda no existen.





Otro punto en contra de la idea del Buda reencarnado, es el hecho de que generalmente diseminar el budismo lleva consigo hacer una serie de prácticas que terminan por volverse terriblemente vanas.





Las celebraciones de mayo de la iluminación del Shakyamuni, la puya de septiembre, o las colectas Karuna, son una expresión de los adeptos del budismo por obtener presencia en un mundo alejado de la verdad verdadera. ¿O no? Veo también que dado que la realidad es tan nada como lo es el vacío pues es más fácil que lo superficial se  mire a sí misma como tal a diferencia de quien ha pretendido ser no vacío, profundo, denso.





La compasión entonces, es esta forma de promoción del budismo, como una especie de predica, de alzar la voz para convocar a las consciencias. De ninguna manera yo podría decir que la acción del budismo o de la práctica espiritual según los principios dejados por Buda, significa ir en pos de la salvación de los hombres o cosa similar. Insisto en este punto, no hay gente ni mala ni buena, y, aún más profundo, no existen acciones malas o buenas, solamente un principio de retorno y germinación de acciones como si de una manera energética se tratara. Este retorno energético puede ser comprendido de una forma complicada a través de la lucha dinámica de los elementos que componen al mundo, o bien, a la manera de un quehacer que tiene sus propias reglas de expansión…pero bueno ese es otro tema. Lo que sí nos debe quedar claro es que el voto especial del monje que se ocupa en las cosas del mundo no forzosamente está peleado con una renuncia a alcanzar el vacío. Desde luego esto tiene sus incomprensiones. Por ejemplo. Se me podrá argüir que la razón por la cual es imposible ser un iluminado y a la vez un Bodhisattva, es que el iluminado al fundirse en la vacuidad se despersonaliza y esto no puede ser llevado de regreso a la tierra. Esta sería la objeción más grande y digo que tiene parte de cierto. Una de las características del iluminado es su despersonalización total. Cuando nos toque hablar de la transmigración, veremos que en cada ciclo de nacimiento de la energía que compone a los hombres, se presentan despersonalizaciones parciales y que poco a poco tienden a desaparecer al individuo…estoy hablando que dentro de la historia natural y humana, cada vez se tiende a la desaparición de la individualidad desde el punto de vista de lo espiritual. Es decir, al descubrimiento de la unidad del todo. Esto, ya para terminar pronto con este paréntesis, hace que la práctica del budismo esté estrechamente relacionado con el respeto a todas las demás formas de vida. Todos somos energía.





Bueno pues, les decía…que la despersonalización lenta y gradual del practicante del budismo, llega a un punto tal en que es irreconocible cualquier rasgo propio, de algo que nos indique que estamos ante una excepción, algo único e irrepetible, un sujeto personalísimo. Este vaciamiento de la personalidad es lo que funda la suprema virtud del budismo. No sé a ustedes, pero el hecho de desaparecer por completo y a su vez sobrevivir de una forma en la que nuestra razón no alcanza a comprender, significa la más bella forma de un estado de perfecta paz. La condición, el espacio, la dimensión en la cual nuestra totalidad abarca lo todo y viceversa, consiste en esto precisamente, en desaparecer, en dejar el egoísmo a un lado, el de ocuparse en un todo presente que no puede cambiar y que solo lo intentamos cambiar a la medida de nuestro ímpetu por sobresalir. Aspirar a la santidad, al heroísmo, a la sabiduría, se torna ridículo si lo comparamos con la aspiración a fundirse en un todo, a desaparecer.





En este sentido me da risa como cierta denominación religiosa del cristianismo al cual no le conviene creer en el concepto de infierno, invente que a los malos Dios los elimine. Estas religiones no se percatan aún de la coherencia absolutamente moral que significa aceptar que un mundo intrínsecamente equivocado tenga que ser eliminado por completo. El mal del hombre y de toda la naturaleza está en sí misma, su presencia, su ser es un error. ¿Qué se hace en estos casos? Arrancar el problema de raíz. Luego, alcanzar el Nirvana no es más que aceptar que no somos, que nunca hemos existido, que no hemos sido más que el despliegue de una gran farsa.











Pues me parece que esto es una muestra de gran desapego, de una acción superlativa, esto de, no de purificarse, como si pudiésemos contrastar lo malo de una parte de nuestro ser, sino de eliminarse a sí mismo de forma voluntaria. Esto significaría que aún queda algo bueno. Para el budismo, al no existir ni buena ni malo, solamente nos queda la pura individualidad la que, por supuesto, no es más que una mentira. Una parodia de ser. Una alucinación recalcitrante. Un espacio vacío. Somos nuestra propia confusión. El budismo, según lo que he explicado es la liberación o una ayuda para liberarse de sí mismo.





Quiero hacer mucho hincapié en el hecho de que la compasión es la entrada al reconocimiento de la necesidad de despojarnos de nosotros mismos, es decir, de reconocer que no somos nada. Si somos pura ilusión la sabiduría elemental habrá que hacerla consistir en aceptar que tarde o temprano dejaremos de existir. Esto ya lo había dicho en otro lugar…no sé ustedes pero la grandeza, lo más grande, eso que no es ese, ni quien, sino algo…eso que nos va poco a poco engullendo hasta llegar al fondo de sí mismo en donde estalla y es borrado, todo ello representa la superioridad contra la muerte y la perfecta presencia de lo vacío. Pasará todo lo que es nuestra vida, esto que soy yo, con todo y su miedo a la muerte…consciente de la majestuosidad del universo, sus estrellas, sus galaxias…de repente nuestra consciencia se apagará ante el supremo hecho de que no somos más que puro polvo…lo veo claramente, no se trata de ninguna fe, es claro que así será, que nos diluiremos en ese mar sereno y que alcanzaremos la perfecta paz.





Bueno, pues para terminar con este punto, me gustaría que me hicieran preguntas respecto de esto que acabamos de comprender.





Bueno…¿nadie?...Eso quiere decir o que lo entendieron muy bien o que no entendieron nada…Supongo que al fin y al cabo es lo mismo…Bueno, felices tardes y hasta luego.



viernes, 9 de septiembre de 2011

FORO BUDISTA

I.- Introducción


Señoras, señores, amigos.


En primer lugar quiero darles las gracias por acudir a este evento que, como todo, no me creo merecedor de semejante proeza de acción…quiero darle las gracias también al organizador por invitarme a participar en este foro de debates.


Pues bien heme aquí que fui invitado a darles una charla sobre la esencia del budismo. Le agregué al título propuesto por el coordinador de posgrado de mi universidad “desde el punto de vista occidental”. Y esto se debe a que el budismo contempla la falta total de posesión de algo tan efímero como la verdad. Siempre opinaremos, y eso no está emparentado con alguna forma de humildad, sino de evidente acierto.


La primera duda me asaltó en plena cama; fue cuando pensé que no era más que un caos de explicación esto de dar a entender mis pensamientos. Tratándose del budismo en especial, es una tentación continua arrojarse a lo filosófico.


Creo poder explicarlo de manera más o menos estructurada mi discurso. Estructurado. En primer lugar hay que ubicar el pensamiento de Nagarjuna (Monje budista de hace aproximadamente 2,500 años), dentro de la gran rama del budismo Mahayana, y para ser más precisos, del Mahayana Madhiamika. Ojo: hay que tener siempre presente que, el budismo al ser una religión no revelada, no posee más que una tradición oral acerca del contenido doctrinario, situación que la hace una religión bastante flexible, y que ha producido una riqueza de pensamientos y posturas que, a diferencia del cristianismo, le ha venido a ser provechoso. Bueno, decía que el Mahayana es una gran corriente budista tan antigua como el budismo mismo, dentro del cual se encuentra o podemos ubicar a Nagarjuna como puro pretexto para hablar de la esencia del budismo (y “esencia” me gusta, puesto que la misma doctrina permite la inexactitud conceptual de cualquier cosa), pues resulta que el Mahayana que significa “Gran vehiculo” (a diferencia del “pequeño vehículo” que es el Hinayana, corriente que pone enfásis en el aspecto histórico del buda y en la práctica de querer alcanzar el Nirvana como primer objeto dirección del budista), hasta el momento en el que se encontraba la doctrina de Buda aún se encontraba en pañales como para ser abordada desde el punto de vista de la filosofía. No me interesa mucho hacer énfasis en esto de lo filosófico, sin embargo, al tratarse de una de las notas distintivas del budismo (a mi juicio) el riguroso uso de una metodología lógica, pues forzosamente he tenido que hacer referencia al hecho.


Pues, bien, ya entrando en materia, podemos partir de un escándalo (por así llamarlo) que produjo el pensamiento de Nagarjuna cuando afirma que no existe diferencia alguna entre el Nirvana (cesación del ciclo de las reencarnaciones y elevación de la impermanencia) del Samsara o el mar de sufrimiento que significa la vida. Esto ocurre porque Nagarjuna llega a la conclusión de que el Nirvana tiene por cualidad un concepto muy curioso que es el vacío o “esencia de la vacuidad”, que no es más que la ausencia de toda forma de entidad y ser. El Sunyata (cuyo término podemos traducir a la voz “vacuo”) es un no-lugar en un no-tiempo, en donde arriba aquella alma que ha perfeccionado su camino y que se ha despojado por completo de los deseos propios que poseen…todos aquellos seres que quieren cambiar su esencia, que no aceptan la inexistencia de un mejor estado que el que poseen de manera actual. Esto es un poco complicado y regresaré sobre ello más adelante. Pues bien, he aquí la enormidad del monje Nagarjuna: Dado que el Nirvana es lo vacuo y la vida o Samsara es una ilusión, resulta que ambos son la misma cosa. Pero hay una importante tanto como sutil diferencia: el iluminado auténtico distingue a ambas o, mejor aún, sabe que ambas están ahí a la vista de la inteligencia. Esto sería como similar a decir que una persona conoce de manera intuitiva el sinsentido de la vida y a pesar de ello continua como si nada pasara, o aquel que sabe que la vida se dirige hacia ningún lugar y siempre examina su propia vida en términos de la muerte y las limitaciones terrenales, es decir, trata de ser un hombre moral, congruente con su conocimiento. ¿Hay diferencia en alguno de los dos? Ninguna, cumplen a cabalidad lo que señala el Eclesiastés cuando afirma que tanto el sabio como el necio van a parar al mismo sepulcro. Pero, si se observa, quien tiene la consciencia suprema de que la vida no es más que nada, es quien merece mejores elogios y marca la suprema diferencia entre un tipo de persona y otra.


A mi parecer y una vez hemos examinado de manera somera la gran tesis de Nagarjuna que, a mi parecer, expresa de manera congruente y exacta (en la manera de lo más posible), la esencia del budismo, pasaremos ahora a examinar ciertas nociones que considero fundamentales para acercarnos al mismo. Para ello tengo en mente dos formas que podrían arrojarnos luz al respecto: 1. Comparándola con la religión que más tenemos a la mano, y que en este caso se trata del cristianismo, y, 2. Revisando uno por uno los conceptos que considero fundamentales para ponerlos a la luz del juicio común para luego pasar a un diálogo verdadero.


Bueno, empezaré por citar los tópicos que abarcaremos respecto a las diferencias:


1.- En primer lugar, el cristianismo posee una revelación (que ya sea entendida como registro de la revelación o la revelación misma), que cerca por completo (como una valla con púas a mi parecer), la doctrina cristiana en un credo monolítico y, por consecuencia, en un exterior… ¿cómo podríamos llamarle? No oficial, fuera de la ortodoxia, consignando una interpretación discrepante con el canon o la versión de autoridad, al no-lugar de la herejía.


Por el contrario, perfectamente en un mismo lugar, un budista Zen o uno que considere más apegado al espíritu del budismo el Madhiamika, por ejemplo, puede perfectamente convivir en un mismo lugar con total armonía. ¿A qué se debe esta falta de “convicción” respecto a lo que el uno y el otro sostienen?, en el entendido de que algo que es objeto de nuestra adoración no puede ser entendido de manera diferente a como uno cree que es. Pues resulta que, propiamente, no poseen un “credo” que los haga identificarse de manera tajante. Fíjense como una cosa lleva a otra. Resultado de la falta de revelación, de dogma escrito, y de la consecuente doctrina absoluta, se desprende la inexistencia propia del budismo como religión. Bueno esto lo he repetido muchas veces: El budismo establece una paradoja curiosa: se le llama religión pero no posee los elementos propios de una religión. Pero esto, este decir, es propia de una visión occidental. En realidad, desde mi punto de vista, sí es una religión porque no puede ser entendido de otra forma aquello que sustituya a otra cosa sino es de idéntica sustancia. El Budismo, al no tener creencia, entonces, ¿con qué se queda?, ¿qué es lo que hace que tenga una cohesión por la cual pueda ser identificada y pueda sobrevivir en medio del tiempo? Pues en que posee una serie de prácticas comunes. Esto se ha dicho hasta el cansancio, de ahí que muchos despistados aseveren que el budismo no es una religión sino un “estilo de vida”. Aunque ciertamente la fe no es uno de los rasgos del budismo, no de ello se debe derivar que carece de la sustancia propia por el cual una religión es: la superación del temor a la muerte y la entrega incondicional a una forma de absoluto que nos rebasa. Eso es todo, para eso sirve la religión; lo demás no son más que florituras, para mi gusto.


Ahora bien, regresaremos más adelante sobre esto cuando analicemos las prácticas budistas, el concepto de “fe”, de “religión”, de “compasión” y otros más derivados de la confrontación continua de estas dos formas absolutas de mirar la realidad.


2.- En segundo lugar, debemos observar una de las características más curiosas que el budismo posee respecto al cristianismo: carece de una identidad suprema semejante a los atributos humanos. En efecto, estoy hablando de Dios. El budismo es ateo, no cree en Dios, o para ser más exactos, no posee reflexión alguna sobre una entidad semejante…y esto se debe a que no le hace falta. Esto está ligado con el principio mismo de la religión como re-ligación (que por el momento no me interesa dilucidar) y que viene de que el budismo parte de la consideración de la inocencia del hombre. ¿A qué esto? ¿Cómo se atreve está visión aseverar tal, cuando es evidente que el hombre es malvado, sucio, pecaminoso? Esta es la primera reacción que tenemos a tal cosa, pero fíjese que el budismo no observa en el mundo más que dolor, sufrimiento. Esto lo quiero entender, haciendo un esfuerzo no poco, con el hecho de que la muerte y la enfermedad (ambas negaciones de la vida), son suficiente pago para la maldad del hombre, si acaso lo hubiera. La noción de maldad tiene un origen que se remonta a los albores oscuros de la humanidad y que apenas y si se expresa tímidamente en los libros del antiguo testamento. No quiero entrar en detalles sobre el tema pues excedería mis capacidades, pero el budismo no comprende al hombre como un ser impuro o pecador, para el budismo no existe esto…entonces, me preguntarán en qué le ayuda al hombre el budismo sino tiene nada en qué ayudarle, ¿dónde está pues el valor de su reconfortamiento? Pues en que el hombre sufre, y que esto deviene porque el hombre desea. Sí: el problema del hombre no es su maldad sino su falta de capacidad para dejar de obrar en general. El budismo no solamente rechaza las acciones malas, sino incluso las buenas en tanto éstas solamente sirven para afianzarnos en un mundo que no es más que nada, que es transitorio y que, por lo tanto, no repercutirán en lo infinito nada de lo que en él se haga.
Así, de esta forma podemos ver que el ideal del hombre debe consistir no en ser un hombre bueno, o santo, o cosa parecida, sino en alcanzar la vacuidad plena, ahí donde se anulan todas las formas de juicio y de comprensión del absoluto.


Quiero aclarar que todo lo dicho, que esto que estoy diciendo, no es más que una interpretación y en ninguna manera expresa una visión que la mayoría de los budistas practicantes podría tener. Muchos de ellos pensarán, incluso, que lo que estoy diciendo no se parece al budismo, que estoy diciendo enormidades fuera del discurso budista, pero precisamente de eso se trata esto. El budismo siempre ha sido tolerante consigo mismo e, incluso como la ciencia, posee un instrumento de revisión de sí mismo a través de una dialéctica autocrítica que la ayuda a estar de acorde a los tiempos.


3.- Bueno, prosiguiendo con nuestro desarrollo, hemos de observar que, en tercer lugar, el budismo tiene por columna vertebral de su vida no el amor sino el desapego. Bueno he aquí que, a propósito de la fe, el amor o la esperanza, estos valores cardinales del cristianismo, no tienen cabida en un mundo donde se considera al ser humano como pleno (dentro del concepto que solamente le hace falta la iluminación para percibir las cosas como son siempre y eternamente) y sumido en el dolor de vivir. ¿Para qué tener fe si lo que se espera es inminente?: la muerte, la reencarnación o el arribo al Nirvana. Esto es fatal, sobre eso no se necesita tener ni esperanza ni fe. Respecto al amor, en el supuesto de que estemos entendiendo lo mismo por este vocablo, no hace falta si se puede vivir en medio, detrás o a lado de una persona con la consciencia de que es pasajera. El amor ata, crea un compromiso, religa, une en un lazo inseparable a dos almas. Pero esto no es lo que quiere el budismo. En efecto: ¿cómo empecinarse en depender en una nada, en una ilusión que solamente nos arrollara más al sufrimiento por su perdida, su lejanía o su desamor? Desear, arma secreta del querer seguir viviendo, está profundamente emparentado con el hecho de querer ser por otro, de querer suprimirse a sí mismo en pos de otro.


A este respecto quiero sacar a colación el tema del misticismo cristiano que, supuestamente, pregona la supresión del yo (personal y por tanto imperfecto) para quedar sumido en la persona de Dios. Parece budismo dicen algunos. Puede ser, pero no es lo mismo: la nada, arribar a ella, no es fundirse en una deidad por mor de la entrega incondicional propia del amante, sino es percibir que a dónde se llega es tan nada como lo es uno mismo. Esto quiere decir que aún en el misticismo se conserva una forma de sustancia: la deidad, y que, por lo tanto no puede ser equiparado a que un ser se hunda en el no-ser. Esto es muy complicado y exige mucha concentración para entenderlo bien, si nos queda tiempo, trataremos de retomarlo.


Como se puede observar, la voluntad y el deseo, el sueño, etc., provienen del instinto de supervivencia, mismo que nos acusan…como…seres aún incapaces para dominar tanto el querer como él no creer. La comprensión de esto nos lleva a señalar que la santidad cristiana carece de auto comprensión pues aún no vislumbra que el gran mal de la humanidad se encuentra en ella misma y que es necesario verle desaparecer. Desear la santidad es ya perder de antemano la posibilidad de alcanzarla pues el hombre santo no desea nada.


Esta condición, la de la autocrítica, no es propia de las religiones occidentales. Las religiones occidentales no tienen más que como objeto de sus acciones a su dogma. En el budismo la doctrina absoluta que podemos identificar como Paramartha, no se adquiere más que más allá de las palabras y los documentos fundantes de las instituciones religiosas. Si acaso existe algo semejante a unos documentos serían los sutras y dharmas (en su acepción de doctrina) que solamente crean un dejo de autoridad litúrgica, pero no eclesiástica a la manera del catolicismo, por ejemplo.


4.- Según lo ya expuesto, toca el turno al punto cuarto de distinción con el cristianismo. Pues este cuarto me parece que debería ser el primero por su importancia, pero lo he dejado al final para que en ella converjan todas las demás cosas explicadas hasta el momento. En efecto: el principio que va en contra de la noción de identidad lógico-metafísica de occidente, y sobre el cual se erige el cristianismo, es totalmente confrontada con el principio del origen condicionado o de la imposibilidad de determinar las causas que rodean la presencia de un ente. Bueno… ¿por qué digo que esto es fundamental? Porque a partir de ella se sigue la fuerza absoluta del argumento sobre el cual se define la transitoriedad del mundo, su insustancialidad, la imposibilidad del hombre por mantener fija una forma de verdad.


Bueno, la verdad es que no me gusta pasearme por estos lares pero voy a tener que hacerlo si ustedes me lo permiten y siempre a riesgo de hacerlos dormir.


Desde el punto de partida de la filosofía moderna, esto es, Descartes, hasta Ludwig Wittgenstein, por citar a uno que entra dentro de esta forma de concebir la realidad, el principio del origen condicionado se alza sobre el conocimiento realista de la época anterior al de las luces. ¿Qué es el origen condicionado? Pues la imposibilidad de que el hombre conozca algo, es decir, que exista algo como la verdad o el conocimiento propiamente dicho. El cristianismo pregona el conocimiento de Dios y, aún más, la penetración del misterio de la encarnación del verbo, de la trinidad…etc. Esto es visto como algo “real”. Pero el budismo antepone que no podemos llamarle a algo así en virtud de que lo real es mera ilusión. El budismo no niega los principios del cristianismo sino que enjuicia los valores todos del occidente ilustrado. Esto hace, nótese, que cualquier cosa por la cual tengamos causa, no es más que un acto arbitrario de nuestra mente que se frena a sí misma para poder continuar cayendo en un abismo de dudas y exámenes.


¿Qué tiene qué ver el principio del origen condicionado con la filosofía ilustrada? Principalmente el empirismo inglés logra algunos acercamientos importantes a la forma de pensamiento, de captar las cosas orientales. Captan, Hume, Locke, Berckley, Hobbes, por ejemplo, que no existe tal cosa como lo real, como la sustancia, como el ente lleno de algo, de existencia. Pregonan, de manera muy inteligente, a mi parecer, aunque después se le dé todo el crédito a Kant por “superar”, entre comillas, a esta postura y al racionalismo, pregonan que eso de lo real, de la cosa, no es más que el resultado de un convencionalismo que reúne en un solo lugar mental la serie de experiencias que tenemos con ese fenómeno. Como diría Camus mucho más recientemente: Yo no puedo saber qué es la amistad, pero puedo sentir esta mano en mi hombro que me dice que siempre podré contar con su ayuda; que no sabe qué es el amor, pero sabe que puede experimentar por alguien una mezcla de cariño, inteligencia y deseo…Perdón por citar tan mal, pero no tengo a la mano…el libro.


Así, de esta forma, la ruptura con la filosofía medieval y hasta con el realismo crítico, está hecha de una vez y para siempre. Este es el cisma de occidente, después de esto ya nada será igual.


Imagínense ahora que tal dispersión de los elementos de la experiencia, y su reunión repetitiva en un mismo lugar, por decirlo de alguna manera, llega hasta nuestros días, pero no ya en forma de pensamiento, es decir, la nueva crítica no gira en torno a las formas pensamiento o de conocimiento, sino sobre la misma forma de escribir. Esto es importantísimo, porque no solamente habremos de cuidarnos de la forma en la que vemos las cosas, sino también de cómo hablamos de ellas. Gran parte de esta desconfianza en la palabra surge del mismísimo Nietzsche, y se extiende sobre nuestra actualidad como reguero de pólvora. Ahí está, por ejemplo, ese Derrida que se la pasa hablando de otros libros que a su vez hablan de otros, y así sucesivamente. Señala que no hay pensamiento que no esté inscrito en una tradición literaria y que eso corta de tajo cualquier posibilidad metafísica. Hace eco de su maestro Nietzsche quien asegura que todo cuanto se hace no es más que el resultado de una práctica del poder y que éste se esconde a través de los discursos. He allí a Foucault y a Lacan, que, junto con la ayuda del instrumento del psicoanálisis, nos llevan a comprender que la verdad es una construcción del lenguaje y que, por lo tanto, al modificar este modificamos toda la realidad… así podríamos seguir indefinidamente… pero tenemos prisa de llegar a nuestra casa y apuraré el objeto de todo esto.


Nuestra época, con razón, ha sido llamada la época del lenguaje. No existen, dentro del ejercicio filosófico, más que imprecisiones del lenguaje, falsos dilemas, yuxtaposiciones erróneas de términos del habla…etc. Esto es wittgeinsteiniano. Para rematar, resulta que la confección de un discurso gira en torno a situaciones, causas, motivaciones que no podemos controlar, que escapan fuera del objeto del discurso mismo; con esto se mata a la Filosofía y no queda más que una práctica entretenida de desatar malos entendidos.


¿Qué acabo de contarles? Algo que hace más de dos mil años los filósofos budistas ya sabían. Tal cosa que a nosotros nos tomó descubrir hasta hace poco. No hicimos más que inventar la pólvora. Esto es un poco vergonzoso pero, esto de que es imposible tener en las manos a la razón, Nagarjuna y la escuela Madhiamika ya lo habían sostenido. No se puede conocer nada porque no podemos controlar los elementos que rodean la confección de una verdad. Esto es el principio del origen condicionado: que todo objeto tiene miles de causas, infinitas quizá, que corrompen la posibilidad de sostener una razón única, entre comillas.


¿Qué es el principio de identidad? Pues que podemos aseverar que algo es o no es al mismo tiempo y bajo las mismas circunstancias. Eso suena bien, pero, he aquí la pregunta que aún a un escolar se le ocurriría formular y que pasamos por alto: ¿Cómo saber que algo es verdadero? Pues bien, no hay forma de saber tal. Si pudiésemos determinar que podemos verificar algo, que existe un elemento fundamental, sine qua non de las cosas, pues sabríamos si algo existe o no. Pero esa causa única no existe. El origen de las cosas es indefinido, posee multitud de elementos, y he aquí lo importante: todos ellos funcionan al mismo tiempo y con la misma importancia. Esto es el principio del origen condicionado. ¿Qué sigue de esto? Pues que cualquier forma de verdad es ficticia… y aquí la enormidad que se atreve a decir el budismo: Hasta la misma doctrina que asevera tal verdad llega a desaparecer para sumirse en la total nada. Esto pone los pelos de punta a la mayoría de los científicos, pero, a mi juicio no hace más que expresar una tautología, algo que está implícito y que no decimos porque es insostenible. Es como decía Aristóteles que el hombre que quisiera ser moral y que sostuviese que la verdad no existe, debería en el acto dejar de practicar cualquier movimiento, hasta la misma respiración, pues no se puede hacer nada sino se sabe qué cosa hacer, y esto está definido por un conocimiento.


Nagarjuna sortea uno y mil problemas para aseverar que su postura es válida aunque sea pasajera. El problema principal que se le presenta es: ¿cómo sortear caer en el nihilismo sin dejar de aseverar que todo proviene de la nada y se encamina de nuevo hacia ella sin que el hombre pierda toda forma de quehacer, de entregarse a la jornada diaria? El otro error consistiría en aseverar que existe algo, aún una forma de doctrina que sobrevive por sobre todas las cosas, una verdad inconmovible que se alza de manera absoluta sobre todas las cosas. Si se acepta esto último, se le estaría dando a la impermanencia el carácter de impermanente y esto destruiría todo el edificio, por así llamarle, del vacío de lo que llamamos mundo. Nagarjuna no dice “sí” o “no”, sino que supera ambos términos.


El budismo, tal y como cuenta la tradición, se asemeja a la citara que escuchó el primer iluminado: para dar su nota exacta tenía que estar en tensión constante, sin desviarse para la derecha ni para la izquierda, de lo contrario la cuerda no podría sonar, o bien…se rompería. Esta metáfora es muy afortunada a mi parecer, pues gran parte de la estrategia del hombre por sobrevivir, está basada en lograr esta tensión perfecta.


Ahora, toca el turno examinar a los siguientes conceptos:


1.- Vacío o vacuidad (Sunyata así como su representación de su estado “nirvana”).


2.- La compasión, cualidad esencial del Bodhisattva (expresado en el mantra sánscrito “om mani padme hum” o en el término Karuna, que es algo similar a la piedad).


3.- La vida, el mar de sufrimiento que es el mundo y su cualidad de impermanente (Samsara y annika).


4.- La reencarnación (o Transmigración de las almas, y que no recuerdo su término sánscrito).


5.-Retribución cósmica de las acciones (Karma).


6.- El concepto del que ya hablamos del origen condicionado (Sankar).


7.-Sabiduría suprema (Paramartha).


Todos estos conceptos los veremos en la siguiente sesión a excepción del primero y que, a mi juicio resulta ser el más interesante.


1.- Del vacío


Decíamos que la nada es el no-lugar donde arribamos después de un repetitivo ciclo de reencarnaciones en los que nos vamos perfeccionando aún más (aunque per-factum signifique "acabado"), es decir, en que nos vamos abandonando a nosotros mismos hasta alcanzar nuestra destrucción como entes. Desde luego esto es una forma de hablar porque no se puede destruir lo que es nada, ni se puede abandonar aquello que no existe. ¿Somos nada, somos una ficción? Así lo enseña el budismo. Esto lo podemos entender de manera más o menos puntual si examinamos la última estrofa solemne y profunda que Nietzsche escribe en… creo que en la genealogía de la moral… o no sé cuál, ruego disculpen mi olvido. El caso es que sentencia el filósofo de Röcken: “El hombre antes que no desear, prefiere desear la nada”. Fulgurantes palabras con las que nos podríamos irnos a dormir a la cama y ahí… tener pesadillas. En otro lugar se ha dicho que la empresa que se propone el budismo es la más ambiciosa de todas las que se haya podido producir: Desear dejar de desear. Pero esto no me parece una ambición pretenciosa sino un imposible porque es soberanamente una contradicción, casi un disparate, de la misma forma en la cual lo plantea Nietzsche.


Espero que estén ansiosos por escuchar cómo el Madhiamika intenta resolver tal paradoja. Pues he aquí que no lo hace porque la respuesta está después de la palabra y del silencio. Tal y como la frase famosa de Wittgenstein enseñara, aquella de que “después de llegado hasta arriba se ha de tirar la escalera”, así la palabra queda vacía ante el silencio. Veamos qué quiere decir esto.


Esencialmente la imagen que el hombre dispuesto a la iluminación tiene en mente, es la de los millones de años que componen el devenir del universo. Más allá de cualquier forma de inventario y enumeración, nos encontramos con la imposibilidad de concebir la eternidad toda y la infinitud del espacio; o por lo menos su indefinición. Ante esta falta de aprehensión de la realidad el espíritu del hombre se queda atrapado en la pura práctica, en la funcionalidad, en el quehacer diario que solamente tiene por finalidad las necesidades y los placeres. ¿Qué queda después de percatarnos que nunca abarcaremos todo lo que nuestra mente puede imaginar? No queda más que ser prácticos, inmediatos. Adiós contemplación y profundidad en las cosas inamovibles. El muerto al foso y el vivo al gozo, como dice el adagio popular. A este propósito, casi como las sombras del Quijote y el Sancho, veo a estos personajes de la película de Ingmar Bergman, “El séptimo sello”, en la que se nos presentan un hombre práctico y dispuesto a lo inmediato, bribón, gran ironizador, dispuesto a dejarse llevar con toda la responsabilidad que eso implica, por el destino inconmovible que le tocó vivir. Por el contrario está ese otro caballero que busca las respuestas en el infinito acerca de la inutilidad de su vida, en la impertinencia de la sabiduría y en el gran descalabro metafísico que es esto de estar con las manos vacías.


Estos dos modelos de hombres sirven para criticar el entusiasmo desmedido en el ímpetu del hombre, y esa otra impertinencia que es estarse quejando a cada rato del mal que es nuestra vida. Esos quejidos y sollozos carecen de virilidad y valentía, y dispénsenme mis oyentes mujeres, pero acaso la virilidad se da en ellas de muy otra manera, llamadle entereza, fuerza, templanza. Del otro lado tenemos también la impertinencia de ser un bufón postulando al hombre como el más de las estrellas brillantes…quijotescamente, etc.


El hombre puede ver ambos modelos (el entusiasta y el pesimista), y es posible que no quiera optar por ninguno de los dos. Ambos requieren la voluntad de vivir. El problema, no es el vivir, se dice a sí mismo, sino el porqué de esa necesidad de vivir. Parece ser que la verdad del hombre contemplativo tiene mucho de cierto. Quizás haya alguien en el auditorio que me contradiga lo que a continuación voy a decir, pero, me parece evidente que el hombre sufre y que sufre mucho. Sí, tenemos momentos de exaltación, de júbilo, de éxtasis, si se quiere, pero eso tiene la triste presencia de lo pasajero. Esta fugacidad de lo que vivimos es el primer indicio de que algo está mal, de que algo no funciona, de que algo no está en su lugar.


Tenemos momentos en los que queremos negar esto a través de la voluntad, estamos dispuestos a volver a recorrer el camino que se necesita para llegar a un nuevo gozo. Trabajo y tenacidad, y luego, frustración y vacío. Esto me parece totalmente cierto.


Si bien el malestar del hombre proviene de este sentimiento, esto se agudiza más cuando presiente que en esa misma esclavitud encierra un signo. Ve que ese signo es una pura nada, que no lleva a ninguna parte, y que no hay nada que hacer… (Bueno esto en realidad significa que no ve signo alguno). Lo que hace entonces es dejar de hacer. Renuncia a pretender. Ya no quiere un objeto, este o lo otro, lo que quiere es descansar. Así dice el caballero de Ingmar Bergman cuando su esposa le pregunta si ha encontrado la verdad, la felicidad o la fuente eterna de comprensión de todo cuanto le rodea. El caballero de manera estremecedora le contesta: No lo sé, no sé si he encontrado algo, solamente sé una cosa: estoy cansado y quiero descansar.


Me parece claro que el hombre tarde o temprano llegará al mismo punto. Después de tanto descubrirá que la realidad es impermanente…Se desespera, se angustia, casi enloquece…Pero…ya no quiere nada más, no necesita nada más. De pronto descubre que eso siempre fue así, que siempre el tiempo estuvo ausente, por decirlo de algún modo, y que la calidad de las cosas no tenían nada de cambiable, es decir, de que podamos ejercer sobre ellas alguna forma de cambio. Es como si viera a través de un espejo y percibiera que todo cuanto hizo carecía de sentido puesto que él, siempre fue. Él ha sido así, ayer, hoy, mañana será el de siempre. No existe cambio alguno, y esto equivale a decir que nunca hicimos realmente nada, ni nunca podremos hacer nada. Surge un vacío que nos traspasa y se siente el vértigo como si acabásemos de descubrir que somos muertos, unos espectros que vagan en un reino de sombras. Este es el primer indicio de la autoconciencia, del despertar hacia el abandono de las fuerzas, y de persistir en no dejarse seducir por una verdad, entre comillas, que nos hiciera desesperar, como si fuese posible liberarnos de ese yugo que es la vida. Decir vida, para el budismo, para mí, es decir dolor. No hay absolutamente ninguna forma de gozo que justifique el porqué de todo cuanto nos acontece. Ante esto, vencidos, descubrimos que todo ya está en su lugar.


Hemos pasado a otro nivel, hemos aceptado que todo es como debe ser. Entonces, he aquí la consecuencia de lo anterior: Todo cuanto se pudo hacer fue una ficción, un engaño, un artilugio. Descubrimos que lo malo no estriba en no ser santo, amoroso, pacificador…qué se yo…sino en querer ser. Desear vivir, desear la santidad, el amor, a X o Y…Carece de sentido. Las fuerzas deben abandonarse a un no querer.


Esta es la conciencia que adquiere el Buda, o mejor dicho, el Shakyamuni (termino aplicado cuando nos referimos al Buda hasta antes de su nirvanización), para después unirse a la condición de eterno ser compasivo. Aquí es necesario hacer un alto: de manera común se pretende que la compasión es una cualidad propia del Bodhisattva, este personaje que renuncia al Nirvana con el afán de llevar a los espíritus del mundo la sabiduría del mensaje del Buda. Pero no es así, no es privativo del Bodhisattva, sino que es un… llamémosle, un atributo que debe experimentar todo ser que quiera acceder a la iluminación. ¿Qué es esto de ser compasivo?, ¿no es acaso un tener otra forma de ilusión, de practicar la ficción de empatizarse con las cosas efímeras? Pues no; resulta que no, porque la compasión de la que hablo o a la que se refiere el budismo no es un simpatizar o crear empatía, sino es un mirar a las cosas como desprovistas de sustancia, de permanencia, y… le llamaré “sentir” a esa percepción que adquiere al ver su nula excepcionalidad, el carácter de que no es más que una gota de agua dentro del mar.


Dentro de mis meditaciones me gusta pensar en que soy alguna mancha en la pared o una piedra pequeña en la polvorosa vereda. Un espino, una colilla de cigarro, un pequeño granulo de aceite en medio del asfalto. Y pienso: ¿quién se acuerda de esto?, ¿Quién puede mirarlo y saber que está ahí, que existe? Esta sensación me recuerda a la sensación agorafóbica de mirar el rostro de cada persona en una plaza y tener que aceptar, un poco a regañadientes, de que son como yo, que poseen una vida como yo, que yo no soy más que ellos y que el tiempo nos devorará de manera fatal. Pues bien, la compasión es precisamente eso: saber superar el espíritu de angustia y desesperación que implica no ser más que una nada en medio de la nada. Compasión es: sentir la nada de los demás tal y como yo siento la mía.


Pues bien, continuando con lo que les decía, la ficción de la vida consiste en una ceguera, en un no saber que se está ante algo que nos ennublece la vista. No se trata de “alcanzar un estado”, sino en percibir que ya se está en ese estado, pues solamente el absoluto ser de ese estado es el que está, el que es, excluyendo cualquier otra forma de existencia. ¿Y qué es lo que es, qué se tiene enfrente de uno de manera permanente? El vacío. Este vacío es el negativo de esta vida, es su negación absoluta. Los juicios, las aseveraciones, los “sí”, los “no”, no son más que parámetros de medición de este espejismo que es la vida. Afirmar o negar, tanto como ser entusiasta o pesimista, no es más que otra forma que adopta el engaño brutal de la vida. Como se puede observar, estamos ante una transparencia, una vacuidad en la que nos sumergimos para aparecer en otro lado, ahí donde se prueba una vez más, lo transitorio que es vivir, amar o ser amado. La chispa fundamental de vivir, de ser un hombre, encuentra su humillación más mortífera en reducirse a menos que a nada. El cristianismo no puede comprender esto, aún es muy rudimentario. Es una cosa muy parecida a lo que ocurrió con Descartes que no pudo eliminar el concepto de “res” dentro de su filosofía, pues aún dejaba un residuo de ser en la presencia de la res cogitans. El cristianismo dice: “os es necesario humillaros a los pies del Cristo y adorarle como al mismísimo Dios”. Pero el budismo va más allá y señala: “os es necesario desaparecer para que se elimine la última ilusión que es vuestro ser mismo” (o quizá la misma doctrina). Acceder al Nirvana es acceder a este infinito presente, es ser devorado por un absoluto más allá de las palabras, es decir, de todo lo que nosotros somos. (Suelo decir, cuando alguien me pregunta qué cosa es el hombre, que el hombre es una palabra que aprendió a hablar).


El Nirvana como estado es otra forma de decir algo que no tiene explicación. Nadie está “liberado” del mundo, nadie “accede al absoluto”, sino que todo retorna hacia donde estaba. No haber nacido es haber estado muerto, y morir, no es más que regresar allá, a esa protovida. El Nirvana no es un “allá” sino el mismo regresar. La transitoriedad, ese movimiento de la nada-vida, constituye una forma de ser, entre comillas, pues lo transitorio no es más que nada, es decir, no es.


Ver las cosas tal y como son, o mejor dicho, ver que las cosas no son… Bueno, esto está mal decirlo así, creo que es más pertinente aseverar que el ser no tiene cabida dentro de la consciencia de la fugacidad del mundo… estar en la vacuidad es estar en el umbral de abrir los ojos, pues después de ello no hay más una cosa, un más allá de este término, un no-algo que absorbe todo el Ser. En efecto, lo que estoy queriendo decir es que la Metafísica toda es un gran castillo de aire. Ya había dicho antes, no sé si se acordarán, que el budismo es una religión puesto que no puede aparecer como sustituto de algo si no posee la esencia de aquello que sustituye. ¿Por qué empezamos a sentir simpatía por el budismo? Pues porque responde nuestras preguntas, nos reconforta en la seguridad de que no hay nada más, de que casi todas las preguntas importantes se encuentran contestadas. Esto ocurre con las prácticas budistas, es decir, con el aspecto moral del budismo. Esto es evidente, al menos para mí. Todo hábito repetido por el hombre, cada institución, conducta o actitud que el hombre adopte, está sujeto a ser visto desde ángulos de vista. Me ha parecido que el aspecto religioso del budismo no lo es todo. ¿Qué quiero decir con esto? De que no todo es religión en el budismo. Hay un aspecto moral. Hay uno filosófico o científico…y… me parece que es todo, no hay más aspectos dignos de mención. Bueno, ustedes se estarán preguntando ¿a qué viene todo esto? A que el objeto de dilucidación del budismo, por decirlo de algún modo, es demostrar que no hay Ser o ser con “s” tanto mayúscula como con minúscula. El aspecto moral de las demás religiones, o el aspecto religioso, pueden postular una nada por otra; es decir, el budismo sustituye algo de las demás religiones por otro algo que propone. En ambos casos las cosas propuestas comparten una misma sustancia pues no podrían sustituir algo a otra cosa si no poseyeran el mismo tipo de existencia. Es como si fuera posible sustituir al agua con el aire. Estamos de acuerdo en que no nos serviría para nada. En cambio, si en lugar de agua me dais vino, seguramente igual curaré mi sed, aunque con muy distintos efectos…vaya que si no. Igual, si queréis una liturgia, por así decirlo, menos rimbombante y falsa, menos adornada…no sé…algo que exprese una solemnidad y a la vez una sencillez de las cosas pequeñas de este mundo, pues ahí tenéis las ceremonias de Puya budistas, o, en vez del rezo u oración cristiana, una práctica de meditación…en lugar de…etc. Pues me parece claro que hay sustituciones de cosas…Pero hay algo, dentro de la forma de concebir las cosas del budismo, que no sustituye a nada, sino que…diré esto con afán provocativo…sino que destruye algo, o mejor dicho, destruye a secas. Sin caer en el nihilismo (y después veremos porque no cae en el nihilismo), el budismo dilucida sobre la nada.


Mejor me expresaré si se observa que el concepto de Dios de este occidente, es el mismo concepto del Ser. Sí, el Ser, ese, el metafísico, el que es estudiado tanto por la filosofía como por la teología, eso constituye el fin y causa de todo quehacer de lo humano, según proponen estas formas de ver las cosas. Vaya, pues me parece que toda la tradición cristiana basa su supuesto principal, en el afán de dar las cosas por existentes y que, de igual forma, su origen y fin se encuentran emparentados con esa sustancia de lo existente, con el Ser. Cosa menuda les resulta entonces comprender esta forma de mirar las cosas que nos proponemos. En este aspecto, las formas de conocimiento occidentales no son más que un juego de niños. Si se percatan, tanto el ateísmo del budismo (por decirlo de algún modo ya que hemos aseverado que al budismo en realidad le es indiferente tal término), como al aspecto filosófico se refiere, se llega, tomamos un camino que consiste en la meditación, en ese poner en blanco la mente, en este ser absorbido por algo fuera de este mundo hasta llegar a su presencia, es decir, hasta superar cualquier forma de presencia.


Me parece, además de ruidoso, escalofriante tal cosa. Insisto en que esto me parece así, que así lo ha querido dar a conocer el Buda, pues este concepto, el Sunyata, la vacuidad, el vacío, la ausencia absoluta, el no-estar, el no-ser, guarda una total armonía con el resto de la doctrina budista. En efecto: El ateísmo budista da claras señales de esto, la falta de doctrina revelada (de ficción de permanencia, de inmutabilidad, de suprema verdad inquebrantable), también demuestra que no puede ni debe aferrarse el hombre a una verdad que es transitoria; su concepto del karma y de la transmigración de las almas, están de acuerdo con su noción de vacío en tanto el ser no es más que un mero paso. Como lo platicaremos en las sucesivas charlas del foro, la noción de karma, no hace referencia a acciones malas o buenas, o nociones como pecado y redención, sino a una acción o movimiento de la misma dinámica del vacío, que mueve las cosas, que transportan…no sé cómo llamarle… una energía de un lugar a otro: es claro que cuando el hombre le proporciona una acción a alguien o a algo, en éste se manifiesta de mejor forma la sensación de vacío. Quien está incapacitado para perdonar sufre la consecuencia inmediata: el resentimiento. Es decir, es como si de manera absoluta se cumplieran leyes físicas… Quien roba, adquiere la miseria, es decir, la sensación de ser incapaz de obtener las cosas por sí mismo. El hijo ingrato, el que echa por borda todo lo que sus padres le dieron, el día de mañana recibirá el pago de un hijo desamorado, pues quien es ingrato con sus padres lo es con todos, pues de nada sirve ser agradecido con la demás gente si quienes nos trajeron a la vida (es decir, a la posibilidad de alcanzar el Nirvana), no son el blanco de nuestras acciones. Pues bien, este ser ingrato de igual forma lo será con el hijo, (quien viene al mundo a perfeccionar nuestro sentido de compasión), y esto acarreará el olvido del hijo, la negación de éste de la filiación entre ambos. Esto es lógico, no tiene mayor prodigio. Esto es el Karma, no es otra cosa, no es un misterio semejante a los efectos mariposa, por decirlo de algún modo, o a cualquier otra superchería. Bueno, pues esto, obedece al movimiento constante de las energías del hombre y su relación con las otras.


De igual forma el concepto del vacío nos sirve para comprender mejor el Paramartha (que aunque lo veremos con mayor profundidad en próximas ocasiones), por lo pronto podemos adelantar que es un no-conocimiento, pues no puede haber mayor sabio que quien prescinda del conocimiento. El hombre sabio no tiene preguntas, todas se han suprimido, solamente ya es de acuerdo a la naturaleza (pues esto es muy complicado de explicar sin que parezcamos gurúes nueva eristas o demás mercachifles). El saber absoluto consiste en haber vaciado la mente de toda forma de conocimiento. Pues sí, el término de la suprema verdad es que no hay que saber nada. Esto me recuerda el concepto de misterio que Cioran (a quien me verán citar mucho ya que es el pensador occidental que más se acerca al budismo, incluso que el mismo Schopenhauer), señala cuando afirma que el único misterio que guardan los grandes iluminados, es que no hay nada qué saber. El único misterio es que no hay nada que ocultar. Puede parecer de risa o ridículo, pero el budismo echa por tierra todo este asunto de lo maravilloso. Recordemos que estamos ante una religión que ha suprimido cualquier forma de interés, cualquier forma de darse gusto a sí mismo.


Otro concepto que no abordaré pero que quiero mencionar, es el de resistencia pacífica (Ahimsa), que a su vez es la forma de lucha budista, y que encierra todas las cualidades que hemos venido hablando.


En fin, así podría continuar…pero me parece que lo dicho hasta ahora es ilustrativo. Pues bien, el vacío es lo que queda después de la práctica rigurosa de la meditación. Es la elevación del mundo hasta dejarlo atrás. Nótese que se ha dicho que el Nirvana es un estado de perpetua iluminación. Puede que sea así, pero me parece más atinado afirmar que es la suspensión en, sobre la nada. Ya había dicho que no se muere ni se vive, puesto que vivir y morir son falsos. ¿Qué es esto de morir, de vivir entonces? Pues es un tránsito. Nótese que no se puede vivir si no se ha “salido” de la nada. Y no se puede morir si no se ha “regresado” a ella. Este salir y regresar, es un puro movimiento incesante. Pero, como ya habíamos quedado, lo transitorio es el quid del asunto. Vivir y morir ya sabemos que son cosas aparentes, ficciones. Pero aún más: nacer y morir, en el sentido de “entrar” a la vida y “salir” de la vida, también son acciones ficticias aquí y en cualquier lugar. Luego, lo único que hay es este puro paso transitorio. De este modo, quien accede a la nada, no está haciendo más que morir en vida. ¿Pero cómo? ¿No acaso se supone que, o bien entra, o bien, sale? No en realidad, de lo que se trata es de cesar con el movimiento. Quien accede al Nirvana, luego, ha roto con el movimiento de nacer y de vivir.


La vida es una estación más a lo largo de esa percepción a la que llamamos “ser”. La otra parte es la pura vía del tren, por decirlo de algún modo, la muerte, la nada.


Aquí haré un alto para desmentirme. Antes había utilizado el término “vacío” como sinónimo de “nada”. Pero no es lo mismo. A partir de ahora hemos de entender por “nada” la no-vida, es decir, la habremos de entender como muerte. Muerte y vida, existencia y negación de existencia, son una forma de decir “sí” y de decir “no”. Pero quien alcanza la iluminación no niega ni afirma, no acepta ni rechaza, sino que supera ambas posiciones. Es la vía media, el Madhiamika. La oscuridad del túnel, ese largo pasillo de tinieblas que es la muerte, se ve pronto iluminado por la vida, para luego zarpar de nuevo hacía un pasillo negro. Así se da esto indefinidamente, hasta que un día el hombre, sale de la estación del metro. Este salir de la estación del metro es mucho más que salir del tren. Bueno, desde luego, esto quiere decir que no se accede al Nirvana, uno no se diluye en el Sunyata, sino es desde la estación del tren, cuando se está fuera de la muerte. Pero ahí no acaba el tránsito, todavía falta subir las escaleras y llegar al nivel del suelo en donde se sale por completo del subterráneo. Ya una vez cuando estamos fuera, tanto del tren como de la estación, podemos decir: he aquí que ya no estoy ni en la estación, ni en el tren. ¿En dónde está este hombre? Pues fuera del tránsito, fuera de la impermanencia, digámoslo. Es una metáfora que me parece totalmente acertada. ¿Qué es el Nirvana? La cesación del tránsito de la muerte a la vida y viceversa. ¿Qué es el Sunyata? La sustancia de la que está compuesta ese Nirvana, es decir, la antimateria y la antinada.


Bueno, a primera vista esto les parecerá bastante similar al planteamiento de Hegel, de ese filósofo del idealismo alemán que postula las triadas de la dialéctica, y nos lleva de la mano de las negaciones a la superación de los conflictos antagónicos. Esto me recuerda a un famoso psicoanalista que se asombra cada vez que explica sobre lo que él llama la “lógica paradójica”, haciendo una interpretación de las religiones de oriente. Pues el creador de eso del idealismo y de la dialéctica, Platón, parece ser que recibió mucho del influjo del pensamiento oriental, muy cercano a como lo hicieron los pensadores presocráticos, en especial Pitágoras, Heráclito y Parménides. Ahí, en estas nociones quedan claras las grandes problemáticas filosóficas y que después quedaran “resueltas” (muy discutiblemente, por cierto) por el postulado aristotélico de la forma y la materia, la potencia y el acto, etc. Pero estas nociones, incluyendo las de Hegel, no son más que verdades que los pensadores budistas ya tenían, y que no dejaban de ser convincentes, a mi parecer.


Bueno, después de este pequeño lapsus, creo que más o menos he dejada claro lo que significa lo vacuo: no es la muerte, no es un estado de perfección santa, no es una forma de supra-vida, es algo que escapa por completo del lenguaje humano (que rompe el camino del lenguaje, dirían los pensadores antiguos), y que tiene por cualidad (por decirlo de alguna forma), lo incondicionado (aquello al que no le precede nada, que no causa nada, que es incausado): es decir, la sustancia a sí misma creadora, que se sustenta a sí misma y que, por lo mismo, es irracional. El Nirvana, quizá sea el tema más platicado entre los budistas, pero, quien ha accedido a él no tiene ya nada qué platicar o aseverar respecto de esa experiencia. Señala un pensador occidental muy cercano al budismo sobre un individuo cualquiera invadido de absoluto lo siguiente: “su esterilidad era infinita, participaba del éxtasis”. El Nirvana y la noción de la cualidad de la que está compuesta, son ampliamente desarrollados por la escuela Madhiamika. Ésta interpreta que el vacío es la esencia de la realidad toda, y que, por ello, tanto el Nirvana como el no-Nirvana, están compuestos de un infinito que no produce, que no es producido y que sobrevive todo tiempo y espacio.


El Nirvana, llegar a él, es desaparecer, diluirse, soltar el último vestigio de una atadura: el yo. Desaparecer como, una misma metáfora budista asevera, la lumbre de una veladora, estremecerse en el punto exacto entre luz y tinieblas absolutas. Puede ser dicho lo que significa el vacío y el Nirvana como aquello que está en medio de lo positivo y de lo negativo.Hay, por otra parte, y con esto ya vamos a terminar (gracias al no-dios), el nirvana como el residuo del vacío expresado en la serenidad y piedad propia de un iluminado. En efecto, el Nirvana deja su impronta en el comportamiento del monje, de aquel quien alcanzó la liberación total. Esto es supremamente relevante decirlo puesto que, al contrario de otras religiones, el budismo tiene a la mano el hecho de la perfección y la experiencia suprema del Nirvana. Es claro, no hay mayor prueba de funcionalidad religiosa. Bueno, finalmente he concluido sin dejar de anotar que he dejado muchas cosas en el tintero acerca de la vacuidad y el Nirvana, para ser tratados con posteridad en los muchos temas que aún nos faltan por desarrollar. Pero eso será mañana. Hoy por lo pronto he terminado.
Buenas noches y hasta pronto.