lunes, 15 de julio de 2019

ALJIBE


Aljibe



¿Por qué la centella en la piedra no retiene mi imagen?
El agua fluye como mi lengua cuando el tiempo me posee,
y lo que no pasa me acompaña; el sopor de muchas edades:
capa tras capa se amontonan en mis sienes y soy un viejo aljibe.

Arrollo, bebes de la lluvia y de los árboles, de las peñas;
eres un alemán apuesto, veloz como rapiña, transparente como himno,
ingenuo como la primavera; tienes corazón de cantaor.
Tus pies aún no conocen las ortigas que crió el anatema originario:
sólo conoces las dagas de la rosa.

Fluyes, pero yo estoy estancado esperando a la garganta seca.
Eres espumoso, y yo espejeante, cenagoso en mis pies que no caminan.
Tienes oro y peces, y yo, minerales apenas visibles.
Veo las entrañas de la tierra y me sonrío con reflejos de otros cristales.



Tú ves el cielo, y en tu caudal los caballos abrevan, el cervatillo,
la mariposa, la rana, y la serpiente. Eres la línea que corta la simetría,
la doble banda del tiempo que se despliega bajo puentes y puertas
como alfombra, de la plaza hasta el altar, del campesino al rey.

La ilusión de novedad que te han de dar las olas y sus millones de perlas,
los racimos de nácar, el vidrio azul, la majestad náutica
de un coro de mareas que compiten con los caballos celestes
y que te dan la bienvenida en el delta salado, corriendo el telón del mar.

Tu corazón es un motor de fuego y aceite, de fragor griego y egipcio.
Navío que se iza al carril de los vientos áureos, mediterráneos,
y promulgando sus verticalidades en cinta, agrietan las pieles luminosas,
desperdigan su larga cola de cometa emplumado, de faisán albino.

Adiós río que se vierte, adiós gota que para preservarse se funde,
adiós arteria reptante que retorna a su patria, adiós perpetuo movimiento.
Todo barco se detiene en su puerto, más yo, traigo mi pasado
y porvenir unidos como un beso a su boca, y una idea a su mármol.

Foto: @CaligariMoebius


Soy quien ha sido y quien será, reposando en sí, circunflejo.
Soy la acumulación de socavaciones, las manos indigentes,
la piel translúcida, un eco sin faringe, una faringe sin aire,
inédita de soles, sórdida oscuridad susurrada de luna.

Un paisaje de camuflajes, la cartografía aérea del rastro del buitre,
del monzón, cardumen de chapulines de agua; humedad y relente.
Como agua, tengo agua dentro de mí, afuera de mí, y me pienso.
Hablo agua y escucho agua, me bebo, y soy estéril, más lo que toco, crece.

Soy un aljibe que brilla cuando es descubierto, y se apaga cuando lo cubren.
Y así, en mi féretro de roca puedo soñar con luminosos perdigones:
todos ellos conteniendo miles de astros y cocuyos,
fuentes, venas de sangre diáfana, esferas ahogadas,
pupilas con lentes apuntando al cielo pringado zodiacalmente:
la piedra hablando en el antiguo lenguaje mineral.