jueves, 27 de octubre de 2011

FRAGMENTOS BUDISTAS










Si hacemos caso a Weininger, el hombre genial abarca los más posibles de seres, mientras que el mediocre solamente comprende sí mismo. Esto es coherente con el hecho aseverado también por el suicida de Viena, de que existe una diferencia entre lo promedio (resultado de la estadística) y el tipo o esencialidad del ser. El hombre extraordinario está llamado a lograr la plenitud de lo humano, es decir, a fundirse en la vacuidad general.

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La maldad, en el fondo, no tiene más que como causa eficiente a la vulgaridad. Lo malo es el resultado de las acciones del hombre mediocre.

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La compasión solamente es válida si se oculta. Creer que la “Karuna” pueda producir frutos no es más que eso, una creencia. No ocultar la compasión es ser impertinente con el destino de los hombres.

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La prueba máxima de la mentira del vanidoso es que siempre al contemplarse al espejo se ve bello y deseable.

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¿A qué se debe la esterilidad de admirar a los padres? Al hecho de que no podemos vivir de los frutos de quienes nos anteceden. De igual forma, quien busca alcanzar el Nirvana, carece de padres. Nada se dice del dolor que le habrá causado el Buda ser objeto de la desilusión de su padre, e, incluso, es difícil aseverar que realmente le haya dolido la muerte de su madre. No le quedaba más que sentir dolor por quien estaba delante de él, esa punta de lanza que lo ataba a la tierra.

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El ser profundamente fuerte le avergüenza mostrar que es amado; por el contrario, quien se ha dejado engatusar por la mentira de la vanidad de otorgarse valor por medio de otro, gusta de exhibir la dudosa corona de ser objeto del amor de alguien.

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No se puede desnudar una apariencia sino es siendo víctima de su engaño. De ahí que solamente los conscientes del “Yo” puedan acceder al Nirvana.

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Huyo del dolor del hombre porque, si permaneciera ante él, sin duda desfallaría hasta la muerte.

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Para muchos estoy relegado a la esquina de los perdedores. No hay infierno ni gloria más potente que el que se forja en las entrañas…

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No existe mejor manera de acercarse al vacío que siendo uno mismo hasta el agotamiento, hasta la sequía. Es ahí donde se revela lo tan poca cosa que somos.

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lunes, 17 de octubre de 2011

REFLEXIONES BUDISTAS I





Poner la fe en un Dios: asumir el sentido propio de las cosas. Pero al poner la fe en sí mismo, no queda otra que imprimirles un sentido.
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Sí existe una voluntad de poderío en el desapego budista: es la fuerza de millones de años de una luz que renació en nosotros.
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Siddharta le llamó a su hijo “Rahula”, traba, cadena, lazo. No es un nombre negativo, es todo lo contrario: quizás sea la única razón por la cual se podría tomar el camino del Bodhisattva.
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Siddharta, a pesar de haber sido a siete días de nacido, cuenta la leyenda que toda su vida llevó el dolor de la pérdida de su madre. Se cuenta que cuando el Iluminado regresó a su casa, les pidió perdón a su esposa y a su hijo. Una vida por los extremos atada, era la única que podría comprender el dolor absoluto de la pérdida.
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Es indiferente no haber sufrido el proceso de la reencarnación para experimentar la eterna rueda de sufrimiento de la vida. Todos los días somos otros, y todos los días cometemos los mismos errores.
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En el momento más profundo de su inútil ascetismo, Shakyamuni fue presa de un recuerdo repentino: el día en que descubrió que una comunidad de insectos era aplastada por un arado, y que ese sufrimiento era absorbido por él mismo, por la naturaleza toda. Era el inicio de la Compasión. La luz nos sobreviene de los lugares más recónditos de la mente, a veces despreciados, a veces ignorados de tanto tenerlos ante la vista. Después de eso Buda diría todas las mañanas: he aquí que estamos despertando.
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No hay verdad más grande en el hecho de que el iluminado consigue la excelsa generalidad: es el ser más ordinario que existe. Lo especial, lo excepcional es la ficción del afeite, el adorno sobre el vacío. Estar en lo que somos, he ahí el verdadero reto.
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Todo lo que no es problema humano, no debiera ocupar el corazón del hombre. Se entiende así que el inicio de la sabiduría correcta estriba en no preguntarse cosas tales como el origen del universo, el sentido de la vida, la esencia de la realidad, la existencia de los dioses…A la luz de las necesidades humanas estás resultan impertinentes.
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Se dice que es inexacto afirmar que el término “deseo” signifique el deseo todo, per se. Que la intención del budismo es solamente domar ese deseo, dirigirlo hacia la búsqueda de la iluminación. De cualquier forma, habría que entender que toda forma de deseo se asienta sobre la transitoriedad de una victoria. Este asentarse es la causa del dolor, no propiamente del deseo en sí.
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Se dice que cuando el Buda recibió la noticia de la muerte de su hijo y de su esposa en manos de un sanguinario conquistador, se estremeció de dolor. El Buda había fallado, su doctrina no le había asistido, su propia medicina no lo curaba de su malestar. Pero es que, ¿cómo no estar cerca de la trascendencia, cuando el poder de la muerte nos ha tocado y nos ha arrebatado todo lo que nos ataba a esta tierra?
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Las últimas palabras de Buda giraban en torno a aceptar las cosas y su terrible realidad, a esforzarse y dejar pasar aquello que no era importante. Tal pareciera que no decía nada que no supiéramos. ¿En dónde estaba la diferencia? Solamente alguien que ha tenido la experiencia de la iluminación la puede hacer notar. El vislumbre está en la actitud de encarar a  la vida y, por ende, a la muerte con la sonrisa de quien sabe que todo (el universo, el tiempo) ha llegado a su fin.
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¿Qué sería el hombre sin la experiencia del dolor? No me lo puedo imaginar…La sustancia del universo es el sufrimiento. El hombre no “experimenta” el dolor, el hombre es él mismo el dolor.
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Jesucristo se despojó de su divinidad abandonando lo absoluto para ir en pos de un rescate de dudosa victoria. Buda haría lo propio con el Nirvana. Y… ahí acaban las similitudes. Lo que viene después es justo lo que nos hubiese gustado que ocurriera con Jesucristo: Sin milagro, sin resurrección, con todos los rasgos propios de lo humano y entregado a una forma de muerte carente de toda gloria.

miércoles, 12 de octubre de 2011

ÚLTIMA PLÁTICA SOBRE BUDISMO: PARAMARTA


Pues hemos llegado al final de nuestras charlas. Toca hoy el turno al aspecto de la doctrina. Como sabemos es una de las primeras cosas difíciles que el discípulo budista debe aprehender a desajenarse, a olvidar, a hacer a un lado. De entrada, en la práctica, el discípulo, una vez decidido al llegar a las últimas consecuencias de las prácticas del desapego, pues está consciente de que su vida anterior quedó atrás, que, podríamos decir, saltó el muro del palacio y que no pudo despedirse de su esposa e hijo por el tanto dolor que le iba a causar…Esto quiere decir que el desapego no es ingratitud, que uno deja las cosas y le duele. De eso se trata, he ahí el sentido, el motivo de ser de la religión budista. Se trata de aprehender a desasirse de las cosas, pero sobre todo, de nuestros seres queridos. Este énfasis en los placeres y deleites que tiene la mitología budista, pues es bastante primario. Creo que la mínima preocupación del príncipe Gautama fue renunciar a su harem. L              o doloroso, lo realmente doloroso es esta imposibilidad de estar con quien no podemos estar.

Pero ¿qué pasa cuando se trata de hacer a un lado el mismo instrumento que nos permitió despertar la conciencia? Esto parecerá cosa absurda pero la misma doctrina exige ser superada, dejada atrás. Es coherente después de todo. Una de las causas por las cuales el budismo ha sobrevivido más de 2,500 años, es esta capacidad para poder adaptarse a las circunstancias pues las más de sus reglas se basan en una intuición de que las cosas están bien. Si esto es así, podrá convivir con otras posturas, y se podrá definir a su doctrina en base a su falta de definición, salvo por los elementos ya esbozados en estas pláticas.

Teniendo esto en mente, repasaremos los tópicos, los elementos que conforman el contenido de la doctrina budista (Dharma), para después tratar de explicar qué es el Paramarta.

Existen tres grandes grupos o ramas de desarrollo doctrinal del budismo: Theravāda, Mahāyāna y Vajrayāna. El primero tiene puesto un énfasis en el aspecto espiritual de total entrega a los principios de la renuncia, razón por la cual se le llama budismo de los ancianos, ya que…se trata  de asuntos de monjes, creen que la mejor forma de ser budista en siendo un monje, y aunque pueden poseer adeptos “laicos” digamos, pues consideran que solamente se alcanza la plenitud de la doctrina practicando  las privaciones ascéticas del monje. Digamos que el budismo Theravada es elitista.

EL mahayana o “gran vehículo” se opone a la escuela anterior en el sentido de que es mucho más abierta, haciendo énfasis en el trabajo laico.

De los sutras principales, como el Pali, se desprenden las famosas cuatro verdades:

1.- La vida es esencialmente sufrimiento (pruebas máximas de ello, según las cuatro ilustraciones del inicio del despertar del shakyamuni: la enfermedad, la vejez, la muerte, y la necesidad del ascetismo).

2.-La fuente del dolor, de todo dolor, es el deseo, la voluntad, el querer las cosas intensamente.

3.- El dolor se suprime suprimiendo al deseo.                                                    

4.- Esto es posible, totalmente posible, y así se rompe con la cadena de dolor que nos ataba a este mundo. El sendero noble, el mismo que siguió el príncipe Sidharta bajo la higuera Bodhi, es la solución a la presencia constante del deseo.

Cosa importante y por el cual el Buda tuvo que vagar mucho: al deseo no se le combate con un riguroso ascetismo, no se trata de maltratar al cuerpo sometiéndolo a extremos castigos. Al cuerpo no se le da lo que pide tampoco, no se le da, al menos, sino es de manera moderada, justa, tal cuál debe ser. Este deber ser, esta forma de moral budista, pues es la vía media, una especie de justo medio aristotélico. Pero esta captación del sometimiento del deseo posee consecuencias definitivas que Aristóteles no pudo imaginar. ¿A qué se debe que podamos elevarnos contra este gran azote para la humanidad que es la existencia misma? A que lo que se encuentra a extremos de la actitud de la vía media, es una ficción. ¿Cómo es que Buda llega a esa determinación? La respuesta trataré de darla a continuación.

La forma en la que se va a lograr esto es muy simple: en la meditación que se alza sobre la impermanencia hasta alcanzar la plenitud del Nirvana.

Para esto se requiere la ejecución de los siguientes pasos:

1.- la comprensión absoluta de que la vida es una gran ficción (Anitya).

Cuando el Tathagata llega totalmente decidido a encontrar las respuestas a todas sus inquietudes, y se sienta bajo la higuera Bhodi; en su viaje que inicia lo primero que observa es que las cosas que lo rodean van cediendo sus existencias a lo eterno, es decir a una absoluta infinitud en la que son absorbidas sus cualidades y esencias. ¿Qué es el dolor?, se pregunta el príncipe, bueno, el sufrimiento es privación de un deseo, es cuando se nos niega algo que queremos, es consecuencia del deseo. ¿Y qué es esto del deseo? Querer tener cosas, asirse sobre cosas, personas, etc. Pero el Buda observa que el deseo no se ejerce más que sobre una especulación. El deseo es esencialmente sueño, una idealización, un “vernos” en el futuro, o bien, un vernos en el pasado, esto que le llaman añoranza los brasileños y portugueses dirían “saudade”. Si yo amo a alguien, por ejemplo, es porque nos visualizamos a lado de esa persona, siempre, en todo momento y lugar. Y ama uno las cosas y a las personas porque se tiene con ello el recuerdo de lo pasado. Pero ese ejercicio de ensoñamiento del alma, no está en el presente, no se ubica en la realidad inmediata, sino que se proyecta en el pasado o en el futuro. Pero si se observa con delicadeza, en realidad, estas dos formas de transmitir los deseos y pasiones del alma, estas dos formas de ensoñamiento, son subjetivas, es decir, no tienen cualidades objetivas, no están fuera de nosotros, sino que son muy nuestras, están en nuestro interior. La enseñanza inmediata salta a la vista: no existe el pasado ni el futuro, solamente el recuerdo y el proyecto. ¿En dónde se encuentran estas dos acciones del hombre? Pues en uno mismo.

¿Qué es lo único que queda hasta este momento?, ¿Qué es lo que en apariencia es irreductible?: la respuesta que le otorga la meditación del Buda en el árbol Bodhi, es que se trata del “yo”. Es el yo el que se expresa mediante deseos, sueños, recuerdos. El hombre, una persona, es en esencia, el recuerdo que tiene de sí, y eso incluye todo aquello mediante el cual él es él: su pasado, sus vivencias todas. Como ya vimos, la persona que somos, la captamos según nuestros recuerdos y proyectos. Es entonces cuando, avanzados a este nivel, también nos damos cuenta que somos una ficción, pues un recuerdo y un proyecto, no existen en la realidad (De hecho es famosa la realidad comprobada de que no existe memoria sin refuerzo de la imaginación). Y más allá…la noción de “realidad” es una creación mental para otorgarnos substancia, es decir, para ubicarnos en un momento tempo-espacial, marcos necesarios del conocimiento, de la consciencia. En esto hay que recurrir a la explicación que ya dábamos cuando hablábamos del Samsara y del Origen condicionado.

Para podernos imaginar la serie de intuiciones que de golpe le vienen al Buda en su camino al despertar, pues pongámonos en su lugar y vayamos observando.

A continuación expondré los llamados “doce eslabones” del Origen condicionado que, esto es muy importante recalcarlo, no explican en qué consiste el Origen condicionado, sino que entablan un proceso de relación entre los momentos en los que, caminados de manera inversa, se percibe el carácter de impermanente de la vida.

1.Avidyā: desconocimiento, al tener ignorancia no nos percatamos que toda realidad son nada más que resultados de procesos mentales,

 2.Samskāra: formaciones mentales; lo que lleva a suponer que las cosas existen,

 3.Vijñāna: consciencia; consecuencia de suponer que las cosas existen, es suponer que un “yo” existe.

 4.Nāma Rūpa: el error del “yo”, es el resultado que se crea del error de que éste posee formas de concepción de la realidad: la palabra y su forma,

 5.ŞaDāyatana: si suponemos que las concepciones existen es porque la condición para estas se den, son la captación de los datos de la realidad por medio de los sentidos;

 6.Sparsha: contacto (el fenómeno propio de la vivencia o experiencia),

 7.Vedanā: sensación inmediata de que “algo” está allá, de que “algo” está siendo consumado por nuestro deseo;

 8.Tŗşņa: A esto le precede el hecho de alguna vez haber querido “tocar”, “sentir”, sumirse en la consumación de algo deseado.

 9.‘‘Upādāna’’: aferramiento a lo deseado, o mejor dicho, al deseo.

 10.Bhava: Claro, desear es tener expectativa, tener expectativa es suponer que existe algo como el devenir, como el tiempo que nos posibilita llegar a lo que queremos. “Bhava” es el tiempo.

 11.Jāti: nacimiento: origen del tiempo (ficticio, desde luego)

 12.Jarā-maraņa: decaimiento, vejez, muerte. (De la misma índole que el anterior, crea las etapas del tiempo, en donde sus rasgos son las tres pruebas del sufrimiento inminente de la vida).

Una vez que hemos percibido, algo así como lo que percibimos en el problema del conocimiento que se dio en la historia del pensamiento occidental, el lapso de tiempo que media entre Descartes a Hegel, la unidad irreductible parece ser el “yo” esa forma de consciencia que nos ha permitido situarnos fuera de las ficciones de la memoria y la expectativa.

Es entonces cuando ocurre lo que sigue:

2.- El “Yo” como último (penúltimo en realidad) y más difícil obstáculo al despertar (Anatman).

La principal de todas las formaciones mentales es la consciencia de que somos, de que existimos. Pero en el presente, al observarlo con cuidado, no existe nada como una esencia del ego. Al menos, esto ya se los había dicho, en este momento difícilmente capto algo por el cuál “yo soy”.

Estar atento a la realidad inmediata es una de las características del candidato a lograr la iluminación. De ahí que se diga que un iluminado, una de sus características es una espontaneidad acertada. Esto solamente es posible cuando se pasa por completo la presencia de nosotros mismos, dentro de la realidad en la que interactuamos. La timidez es una forma de aferrarnos sobremanera al “yo”: tememos hacer el ridículo. La “eliminación” del yo (no se puede eliminar algo que no existe) se percibe en relación a la perdida absoluta de contacto con lo inmediato del deseo. ¿Para qué se desean las cosas? Para poseerlas. ¿Quién posee? Un “yo”: pero el “yo” no es más que el lugar en donde se citan deseos, vivencias y expectativas. La realidad del “yo”, que a partir de ahora le llamaré “Atman”, no son más que ficciones. Si el contenido del Atman es ficción, su forma ¿cuánto no más habría de serlo?

Este es el último vestigio de la verdad vislumbrada por el Buda: que no existimos porque nada existe. Pero esto es nihilismo. ¿Cómo se logra decir que las cosas aunque no existen aún hay que hacerles frente y resolverlas?

Esta es la pregunta que se propondrá contestar la escuela Madhiamaka, logrando los objetivos de que, si bien, nada existe, esta misma cualidad absoluta de lo presente, le otorga un carácter semejante a que todo sea. De ahí que al Sunyata, al vacío, se le conciba como la “cualidad de lo vacuo”. Bueno esto es un contrasentido ¿Cómo lo inexistente puede tener “cualidad”?

Bueno, dice la leyenda, que después de vencido Mara se le apareció al príncipe Gautama él mismo, su desdoblamiento, exigiéndole renunciar a la tontería de quererse suprimir. Hagan de cuenta, y esto me parece totalmente acertado, algo así como que en eso se resumiría todo este encuentro terrible que es estar frente a frente de nosotros mismos, hagan de cuenta que se le presentó a Buda el mismísimo Nietzsche, o peor aún, el Übermensch nietzscheano, ese superhombre capaz de persuadir a cualquiera de que el futuro del hombre es uno mismo, que el deseo es una noción mermada de voluntad y de poderío, de Will Zur Match, y que hay que desarrollarlo hasta sus últimas consecuencias, que la plenitud del hombre se halla en la consecución de todos sus sueños, mismo que son posibles de alcanzar.

Seguramente este ente, este ego tratando con todas sus fuerzas de resistirse a su aniquilación, le habrá dicho al Shakyamuni que su proyecto estaba condenado a fracasar pues logrando su objetivo iba a demostrar que se había equivocado pues no habría más que hecho su propia voluntad.

Señoras y señores, va la pregunta de los 64,000: ¿es verdad esto?, ¿Llegando al Nirvana, realmente demostramos haber hecho nuestra voluntad? Esto equivale a promulgar el fracaso eminente del budismo pues se propone el imposible de dejar de proponerse. Pero, he aquí lo que sigue:…bueno, yo le hubiese respondido a nuestro ego: “No, porque el cumplimiento de mi objetivo, que es mi propia eliminación, implica ese acto como el último del Atman, para dar paso a un estado privado de absoluta forma de voluntad.

Semejante a como ocurre con el suicidio, cabe preguntarse: ¿Es una forma de elección, de “resolver” un problema, matarse? No, definitivamente no, puesto que se resuelve algo con la finalidad de eliminar un obstáculo. ¿Para qué se elimina un obstáculo?; pues para continuar. Pero el suicida no continua, el suicida abandona el juego, se marcha de la partida, de la gesta. El suicida expresa una anomalía, un malestar de origen: nunca estuvo de acuerdo con la vida. Es como si haya empezado a jugar a regañadientes y a la primera oportunidad, pues abandona el barco.

Pues esto dicho con anterioridad es muy semejante a lo que pasa cuando se logra la condición del Nirvana: en el fondo lo que se expresa es una chispa inicial incontrolada por nuestra voluntad, una fuerza de carácter general que no procede del sujeto. Todas las demás cosas, todos los demás problemas, no fueron más que resueltos por el Atman, por la ficción que somos nosotros mismos. Pero la capacidad de llegar hasta el Nirvana no procede de nuestra voluntad solamente (recordemos que la suma de las condicionantes que hacen causa, es lo que origina en realidad las cosas), sino por una serie de elementos, dentro de los que descuella los despertares anteriores del sujeto. Aceptar que se es nada, es aceptar que formamos parte de una gran corriente energética que atraviesa siglos de  perfeccionamiento, que proviene de un largo peregrinar por el cosmos en búsqueda de la eliminación del gran círculo vicioso de sufrimiento que significa la existencia. Este despertar se expresa a través de múltiples reencarnaciones o pasos de un momento de energía a otro. El Buda no llegó al Nirvana por sus propias fuerzas, sino que fue el resultado de un largo proceso que culminó en él.

Lo que se le respondería a ese Übermensch, es que nadie es responsable de su iluminación, sino que solamente se deja llevar por el proceso del despertar que una vez se inició.

Una vez llegado este punto, se elimina por completo al Atman, se le derrota, pues se diluye en una generalidad absoluta, es cuando, de manera milagrosa, se alcanza el Nirvana, y todo lo que fuimos, no es más que una pura nada.

¿Claro?, ¿Parece claro y convincente esto? No tengo la menor duda de que es así, de que es bastante claro. Como diría Neruda “claro como una lámpara, simple como un anillo”. Perfecto.

Bueno, ahora imagínense lo que ahora les voy a decir y tiemblen: Olviden todo cuánto les he dicho porque es mentira.

Claro: ¿Qué se esperaban después de que se enterarán de que todo es ficción, de que todo es mentira? No tiene nada de ilógico.

Pues esto es el Paramartha: La ignorancia absoluta de no poder expresar la experiencia del Nirvana. Pero como el Nirvana lo es todo, entonces viene a resultar que no sabemos nada.

La misma impresión nos deja cuando Nagarjuna afirma que el Samsara y el Nirvana es lo mismo puesto que ambas están vacías. Difícil situación nos pondría en temas harto complejos e inacabables. Por mi parte yo opino que todo terminó hasta aquí, que ya no hay nada más qué decir, que es hueco todo lo que podríamos plantear a continuación, razón por la cual doy por terminada esta plática y espero que hayan captado todo lo captable, y si no, pues ya tendrán otra vida para captar el Dharma del Budismo.

Hasta la vista.

viernes, 7 de octubre de 2011

REENCARNACIÓN, KARMA Y ORIGEN CONDICIONADO





Bueno, parece ser que tenemos una inquietud acerca del tema de la plática de ayer… ¿sí?





-¿Cómo entiende la explicación que hace Ian Stevenson sobre la memoria de la vida pasada como anormal, mientras que el olvido resulta ser la normal?





-Me parece sumamente plausible. Justamente es lo que decíamos: el avance espiritual de un alma se mide en la consecuencia de irse esparciendo…hasta desaparecer. Se dice, desde este punto de vista que la vida no realizada, la cortada de tajo, suele reencarnar conservando lo más de su personalidad, es decir, con retazos de considerable tamaño de consciencia viva de una vida anterior. La memoria de la vida pasada, es una especie de fantasma encarnado. Tiene sentido. Incluso es ubicado en las condiciones parecidas de su vida anterior…a fin de que el Atman del que forma parte, pueda avanzar desde el mismo lugar en donde ser perdió su primer aliento, por decirlo de alguna forma.





Esta conservación lo más posible apegada a lo que fue la persona de una vida anterior, precisamente prueba, o intenta probar desde el punto de vista científico, que lo normal es la total amnesia de nuestra vida pasada, pues la memoria ha sido desperdigada en otros elementos del fluido total que es la energía entrópica del cosmos. Ya sea en los sueños, o bajo hipnosis, se puede acceder a esos elementos particulares de un Atman particular (aunque esto es un pleonasmo porque el Atman, es precisamente un alma, y toda alma es personalísima), pero únicamente de manera general y esparcida. Al morir, entramos a un río de recuerdos y sueños de patrimonio común: nos vertemos en el océano de lo total y ahí somos sujetos de los sueños y recuerdos todos del hombre. Se entiende que al nacer de “nuevo”, poseamos ya rasgos de esa colectividad, habiendo suprimido un poco más del “yo”. Las almas egoístas aún no han conocido el fenómeno de la esparción sino muy poco. Un alma egoísta persevera en su “yo”, y poco se ha disuelto en la totalidad, por eso siempre tiene frente a sí a la ficción del ser como la única verdadera. Al contrario, la compasión, está cualidad del alma evolucionada, al provenir de un lugar común, se sabe parte muy pequeña de todo aquello que no es ella, pues sus caracteres no son novedosos, carece de genio, de excepcionalidad, comparte la medida de inteligencia y de valor que todo lo demás tiene…Esta condición la ubica como alguien quien en todo momento tiene presente que no es nada…lo que equivale a decir que es todo…





Es verdad: Los actos del nacimiento, la infancia, y de los lugares más recónditos del ser humano,  están tamizados por la seguridad de que formamos parte de un lugar extraño, interminable y compartido. Llega el punto en que las características de un ser desaparecen…su ciclo de reencarnaciones se ha roto, es decir, ha entrado al Nirvana. Salir del movimiento perpetuo de la energía es alcanzar la iluminación.





Ahora bien, ya que hablas de Stevenson, hay un aspecto fundamental en esto de la Reencarnación, ésta su parte científica…esto de argumentar en contra o a favor de ella; pues me resulta definitivo que en la mayoría de los casos que estudió y por los cuales se volvió famoso como el único verdadero científico interesado en estos temas, no se traten más que de confusiones mentales (criptomnesia, mezcla de fantasías con recuerdos, fabulismo, sugestiones, etc.), o de plano fraudes. Pero hay otros casos, las honrrosas minorías, en donde la explicación de la Reencarnación pues parece una explicación muy posible. Ojo: no estoy diciendo que con ello se pruebe que existe una prueba irrefutable de su existencia sino de que en determinados casos es una explicación. Si dentro del budismo la reencarnación posee un estatus de total aceptación, ello se debe a que resulta congruente con su concepción total del universo. La Reencarnación “encaja” con los principios budistas. El concepto de reencarnación, luego, no es más que la herencia de las condicionantes que rodeaban al budismo en el momento de su formulación doctrinaria, a la postre,  del hinduismo, del jainismo, del taoísmo, y de toda la serie de creencias orientales. Era de esperarse que existiera algo así dentro del mundo budista. Ojo: Y aunque esto es así, de ninguna manera se sigue que sea falso.





Este es el background de los estudiosos que se han aplicado en las investigaciones acerca del tema de la reencarnación. El caso de Stevenson es muy ilustrativo puesto que su madre presentaba ciertas características de persona muy creyente en ciertas excentricidades espirituales. Igual pasaba con el resto de los investigadores.





Ahora bien, en lo particular no creo en el resultado de dichas conjeturas porque mi visión de la reencarnación dista mucho de ser eso que los científicos pro-reencarnacionistas dicen. Así que, para de plano deslindarme de tales concepciones, diré al respecto:


a)      La Reencarnación no es la transmigración de una persona hacia un cuerpo distinto, puesto que no existe la división alma-cuerpo, sino que ambos son una unidad, aunque ficticia, indisoluble que, una vez desintegrada, no quedan de ella más que elementos esparcidos, fragmentos no identificables y que se incorporan al patrimonio común de símbolos, memoria y sueños (es decir, de los materiales de los que está compuesta la percepción de lo existente).


b)      El sentido de la reencarnación es la desaparición del yo, por lo tanto es poco creíble que un individuo que posee memoria de una vida anterior sea el resultado de la evolución del gran río que es el Samsara.


c)      En mi opinión la forma de concebir a la reencarnación… como esto de que una persona pase a un cuerpo distinto, pues no es más que las ganas de preservarnos, de aún seguir viviendo. Pero no es así. Desaparecemos en la muerte, o mejor aún, nos desmembramos en distintas partes, por utilizar una forma de hablar y éstas continúan su camino a la superación del devenir.


d)      El principal enemigo del budismo pues, según lo que ya dije, es esto del “yo”, la ficción más cruel que existe.


e)       


Resultaba pues imprescindible entender esto del ego como algo que no es. Razón por la cual pido mil disculpas porque cometí un error metodológico: quizás debí haber seguido el camino inverso al que ya tomamos, pues el principio del origen condicionado es la llave primordial para entender la disolución absoluta de lo metafísico, es decir, del ser.





Así, para poder pasar a lo que considero debí haber dicho al principio, analizaremos rápidamente la noción de Karma.





V. NOCIÓN DE KARMA





Borges alguna vez señaló que el concepto de reencarnación era más bien referente al Karma. Bueno esto yo lo entendería en el sentido de que las acciones de índole moral hechas en este mundo repercuten en el desarrollo de la persona a través del ciclo energético o fluido cósmico. No me parece muy claro esto, no veo de qué forma es posible que alguien diga “me va del carajo… por eso sé que en mi otra vida debí ser un maldito”. Me parece que esto es más bien, si no falso, irrelevante.





Irrelevante porque es una forma de explicación que no explica nada, sino que solamente esboza cualquier cosa para darle sentido a lo que le pasa. Pero lo que nos pasa no forzosamente define nuestro carácter. Recordemos que para la mentalidad oriental, esto de toparse con un error es para ellos una forma de oportunidad de demostrar grandeza. Desde este punto de vista, las cosas malas que nos pasan no son más que bendiciones para demostrar valentía, resolución o dignidad. Si esto es así pues yo me atrevería a sugerir que el Karma no está solamente, ni mucho menos preponderantemente, en relación a la definición del ciclo de las reencarnaciones, sino en la forma en la que podemos hacerles frente a las situaciones que la reencarnación procura. Quizás sea mejor decir que el Karma posee dos grandes aspectos: lo referente a las condiciones en las que el obrar se ubica y, segundo, el obrar mismo (incluidas sus consecuencias, desde luego).





No me parece adecuado ver la totalidad de los “castigos” que la ley del Karma procura, como el resultado de una acción hecha en una vida anterior. Algunas sectas del budismo afirman que cuando se le ve sufrir a un malvado no es porque la ley del karma le haya cobrado el boleto de su fechoría en esta vida, sino porque en otra vida pasada obró mal.





Sin embargo, a pesar de ser una simple explicación al porqué el bondadoso sufre, me parece que el Karma simple y sencillamente dice algo que no requiere mayores especulaciones para ser entendido. Es lógico que, si por ejemplo, alguien codicia a una mujer ajena, dentro de él habrá una energía insatisfecha que no lo dejará dormir hasta que no tome cartas en el asunto y consuma su delito. Este revolcarse en la carne del deseo apasionado por algo prohibido, pues todos los malos lo experimentan, y me parece que en el pecado, como dicen por ahí, se lleva la penitencia. Si nuestro concupiscente continúa con el mal pensamiento y lo convierte en acción, entonces no obtendrá más que el placer vicioso de tener las cosas a medias, y, por más depravado que sea, no dejará de experimentar una mezcla de asco y vergüenza por sí mismo. La mujer mancillada, siguiendo con nuestro ejemplo, es probable que se adapte al hecho y con ello pruebe la buena estirpe de su espíritu o, bien, saque a colación toda su mala energía que hasta ese momento no se había manifestado. Hay personas que, por el grado y forma de venganza que toman, podemos decir que se merecían lo que se les hizo. No sé si me estoy explicando. La persona “mala” puede experimentar una forma de contrición superior a cualquier forma de castigo. Me parece así que lo que dice Dostoyevski en Crimen y Castigo es del todo cierto. Decir que la ley del Karma funciona de tal o cual forma, sería suponer que es posible, primero, distinguir lo bueno de lo malo, y, segundo, suponer que ambos existen.





No pueden existir, o mejor dicho, si existen son falsos. Si son falsos no de ahí se sigue que no puedan ser calificados de buenos o malos los actos del hombre. Ya había dicho anteriormente que el hombre no es ni malo ni bueno, sino que solamente recibe compensaciones dentro del gran fluido energético que es la vida. ¿Qué es lo malo? Aquello que produce dolor. ¿Quién tiene ese dolor? Lo puede tener quien causó el hecho o quien lo recibió. Uno es remordimiento (apego por una posibilidad imposible del pasado incorregible), y el otro es sufrimiento de perdida. Pero la perdida es forzosa, toda forma de perdida, ya sea de la cartera, del honor o de la inocencia, es ineludible pues no nos pertenece, está de préstamo y como tal, los derechos y regalías pertenecen a un todo que nos supera.





El hombre que causa dolor tarde o temprano su alma termina por volverse contra él mismo. Se destruye, se mutila. No es normal que el hombre obre tan de mala forma. He visto gente que, ya sea por necedad o egoísmo, al perseverar en una forma de odio, termina por secarse, se enferma, muere cada día. Es la misma consecuencia de que alguien ame más de la cuenta. De hecho, no me dejaran mentir, un hombre o mujer causan tanto dolor como el amor que se les fue arrebatado. Todos tenemos nuestra forma de ser egoístas, y amar lo que nos gusta o causa placer, es una de ellas. Cuando de repente resulta que se nos arrebata, que se nos ha mentido acerca de eso que creíamos nuestro, pues surge el despecho, el resentimiento, la incapacidad de perdonar y asentir al hecho de que es normal que a veces eso pase, que es previsible en un mundo en donde todo es pasajero, que todo tiene el estatuto de ficción y que no hay que hacerse muchas buenas expectativas al respecto de nada.





Creer en que lo que hagamos se nos retribuirá con galardones o cosas así, pues es bastante ingenuo. Es torpe, perdón si molesto a alguien con esta enormidad, pero no existe algo así como el castigo o el premio, solamente existen costos-beneficios en la gran cadena de acciones que comprenden nuestra vida. ¿Cuál es lo propio, la acción correcta de una persona que se ha percatado de este fluir de la energía? Pues actuar en consecuencia con el hecho de que el desapego es la única forma de salir de las leyes del Karma. Del Karma se debe rehuir, se debe sobrevolar. Nada nos puede hacer daño, es decir, nada malo nos puede pasar si nos percatamos que lo que hace o a lo que se hace daño pues es inexistente. De igual forma pasa con lo bueno: lo debemos dejar, hacer a un lado, uno no está llamado a ser feliz. Ser feliz equivaldría a poseer un estado que en cualquier momento puede desaparecer porque es inevitable que así ocurra. Pero la iluminación consiste en haber superado los estados de felicidad y desdicha. Para huir del Karma debemos aprender a que, tanto lo bueno como lo malo, nos causan daño.





El dolor, luego entonces, es la gran responsable de que exista el Karma. Podemos decir que el Karma es el mecanismo mediante el cual el dolor aparece o desaparece de nuestra vida.





La importancia de Karma no está en relación a explicar las injusticias de este mundo. Sino en advertirnos sobre las “minas” que hay en torno al deseo, al afán de obtener las cosas, de preservarlas o de no dejarlas ir. No sé, me resulta claro esto. En suma, y antes de pasar a lo que me apremia, el Karma es la ley de retribución cósmica que solamente funciona de condicionante para el despertar. La ley del Karma es el principio mediante el cual las obras de los hombres se les revierten: queriendo amar, sufren abandono; queriendo ser libres, se esclavizan a ese afán; queriendo ser buenos, terminan por atropellar a los demás en su afán por conseguirlo…y así podríamos seguir ad infinitum. Ahora que si bien estos actos repercuten en nuestra próxima reencarnación, pues lo que ya dijimos de la reencarnación explica por qué esto es irrelevante; y, en lo que atañe a la noción de Karma ya explicado, pues no es más que una condicionante más de las muchas que hay en la vida.





Ahora si no les molesta proseguiré con lo que considero es el fundamento, la piedra angular de la comprensión de lo que es el budismo.








V.- EL PRINCIPIO DEL ORIGEN CONDICIONADO





“Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo bajo las mismas condiciones”, se dice del principio de no contradicción, que es un aspecto del principio de identidad en la que se iguala el ser al ser, es decir, a sí mismo. El del tercero excluso es la elevación del problema planteado por los dos principios anteriores en una categoría; es un “salir” del problema para verlo como un planteamiento de dos soluciones, o algo es o algo no es…no hay un término medio.


El reflejo, o elemento extremo del principio de identidad, es el principio de razón suficiente, que postula la inteligibilidad del ente o del Ser, haciendo coincidir entendimiento y realidad en una sola presencia.





Bueno, es esto a lo que se le denomina “realismo aristotélico” pues fue el filósofo de Estagira el primero en formular las condiciones del ser: principio de causalidad: a) eficiente, b) final c) material d) formal…Materia y forma…acto y potencia (con lo que creía haber superado la discusión Parménides-Heráclito) y…creo que son todas. Estas nociones, aún y con su contraparte el idealismo, siempre se mantuvieron inalteradas, estableciendo la causalidad y la substancia como términos reales. De hecho, lo real no es más que lo causado o lo que causa y que es substancia. El idealismo en vez de utilizar la palabra “real” utiliza la “idea” o “espíritu”. En el caso del marxismo, pues lo sabemos, el sujeto de todo este rollo es la “materia”. ¿Cuándo el pensamiento occidental se empieza a dar cuenta que eso de la sustancia es una entelequia? Desde el momento en que los empiristas se percatan de que no hay ser en la naturaleza, que no hay algo así como lo existente. ¿Cuándo decimos que algo existe? Pues cuando lo podemos comprobar con los sentidos. Pero los sentidos nos arrojan una serie de datos inconexos que la mente o entendimiento trata de hacerlo inteligible. Hume se percata que la sustancia y causalidad son arbitrariedades de la mente para hacer entendible algo que no sabemos qué rayos es. Es como si de repente el ser humano estuviese en medio de una selva en donde ocurren un montón de cosas extrañas, maravillosas, milagrosas, inentendibles. Entonces, para poder estar a salvo de esa tormenta, el hombre crea un refugio y así, “desde adentro” inventa una explicación para lo que ocurre “afuera” (esta frontera es falsa). Kant dice lo mismo pero con nueva terminología más afable.





Bueno, pues esto del desmantelamiento de lo “real”, ya lo había realizado la escuela Madhiamika mil años antes. Así es como surge el principio del origen condicionado: no hay nada, absolutamente nada, en la confección de las cosas que sea necesario, que sea imprescindible y sin el cual no hay, sino que es el conjunto de infinidad de factores lo que configura a esa presencia que le llamamos “realidad”. No hay una fuerza única como el “ser” que le dote de presencia a un ente. Y un ente, no lo es en la medida de que  no es posible aislarlo del medio en el que está. Todo se relaciona, todo sobrevive merced a interrelaciones de las partículas que conforman un todo. La idea de lo metafísico, de lo necesario y contingente, crea en la mente la necesidad de recurrir a un ser necesario, a una mano que sostiene. De igual forma ocurre con el concepto de origen o de “causa”. Es así como aparece esa gran quimera que es el Ser y el ente. La metafísica y la ontología, luego entonces, no se encargan más que del estudio de ficciones, de espejismos intelectuales, de falacias de la razón.





La misma forma de adquisición del pensamiento lo dice todo. He ahí al psicoanálisis que preconiza la imposibilidad de crear una idea sin tener que recurrir a elementos espurios a la razón. No existe nada así como la razón pura. Aun tratándose de Kant, éste no termina más que en creer en lo que papi y mami le enseñaron en la iglesia. Es ridículo pretender algo como puro, lo objetivo, lo imparcial…esas son jugarretas de nuestro afán de trascendencia; como si las abstracciones dieran cuenta de un mejor fundamento para vivir.





No, pues el ente no existe, o mejor dicho, lo que existe no existe. Esto ya lo sabían los filósofos budistas de la Vía Media, y más aún: se percatan que esta “casa”  o guarida que crea el hombre para ser habitable su mundo, no son más que Palabras. Enormidad después vuelta a poner de moda por el estructuralismo y el psicoanálisis. Pero por supuesto que nos suena coherente que el lenguaje es una jaula para mantenernos a salvo de ese gran monstruo que es lo que está “fuera” de nosotros.  Así se inventa el “nosotros” y el “ustedes”…el “tú” y el “yo”…en pocas palabras: los dos términos absolutos del “conocimiento”: sujeto y objeto.





Pero nos engañamos. Nosotros somos el monstruo, somos los profundamente desconocidos. Somos sujetos y objetos al mismo tiempo, es decir, no somos nada de eso. No se puede conocer lo que es, porque lo que es, es lo que intenta conocer. Conocernos a nosotros mismos es imposible. Lo repito para que quede claro: imposible. ¿Por qué asevero semejante dogma intransigente? Pues porque nosotros somos el todo en la medida en la que no existe separación sujeto-objeto. No hay “todo” ni “uno”, sino una sola cosa absoluta que no posee ninguna forma de sostenerse que no sea recurriendo a sus propias fuerzas. He aquí como la epistemología humana es un reflejo de la metafísica: Si el único objeto de conocimiento es el sujeto mismo, su única “existencia” se halla en sí mismo. Es decir, somos seres que se autocrean a cada momento y que esto es posible merced a nuestro destino de seres condicionados por todos y cada uno de los elementos que conforman el universo. El origen condicionado nos dice que no se puede formular un discurso sino es con las herramientas de nuestra humanidad engañosa. Todo conocimiento formulado por el hombre no hace más que escamotear la pregunta por nosotros mismos. El conocimiento humano parte de la premisa que lo que estudia es distinto de quien estudia.





La ciencia ha venido a separar al hombre de sus lazos con todo lo circundante, es decir, le ha creado la ceguera del conocimiento, que es el conocimiento, o sea, la venda es la ciencia. Romper con el conocimiento en los términos humanos ya apuntados, constituye el inicio del despertar hacia la iluminación. El silencio de la piedra constituye la erudición de la palabra que se descubre como vacía. Hablamos para desaparecer, es decir, para percatarnos que  no estamos, que no somos, que no podemos conocernos porque el vacío no contiene ningún rasgo que le otorgue cualidad. Nunca aparece dentro del gran desfile de cosas que son los elementos del universo algo que involucre lo único e indivisible, lo irrepetible, lo excepcional. Somos ese vacío que no llenaron los elementos que nos circundaban, y no tenemos esa silueta si no es por los contornos de la erosión de la materia.





La imposibilidad, luego entonces, de conectar ideas de manera totalmente racional, hace que no podamos creer ninguna forma de discurso. El partidario del budismo sabe que todo cuánto se dice es una falacia, que la misma religión budista se pierde en esa elaboración de la consciencia que es “conocer” el budismo o el Nirvana.





Ahora bien, antes que atacar a Mara, esta forma de deidad maliciosa, se encuentra el propio “yo” como principal enemigo. No interesa, esto es irrefutable verdad, fijarnos en cosas que no podemos entender. Lo que yo sí puedo entender es que sufro en la medida en la que siento que se me lastima. Mi dolor es prueba de que existo. No hay dolor falso ni pequeño. Solo hay la atención que se le presta a uno y a otro. Se sufre por ser demasiado gordo, o alto, o chaparro, o feo. Y esto es porque nos atribuimos un “yo”. Esto está muy relacionado con la noción de Karuna, pues tener piedad es saberse propiedad del sufrimiento que es la vida, es saberse presa de lo feo y de los fatal. La insatisfacción sobre el Yo (y es esto lo que le otorga existencia: en la medida en la que se atribuyan los achaques del ser, más vivo es), es lo que esculpe su imagen. No existe un Yo, existen un conjunto de momentos que izamos en una unidad a propósito del dolor o placer. Es como si dijésemos: “si sufro o gozo debe ser porque soy”. Y peor, en contraposición a todo lo que no goza ni sufre con nosotros: nos creemos privilegiados de un dolor o un placer. Como si fuésemos “tocados” por un dios o hada extraordinaria que nos ha hecho ver lo maravillosos que somos.





Pero no sé si seamos maravillosos, creo que no es el caso. No me interesa verme a mí mismo en relación con los demás. Si parto del principio de que la primera causa de dolor es nacer, pues no tengo reparo en decir que todos los que vivimos somos unos perdedores. Siempre me ha parecido que eso de ser muy seguro de sí mismo, de “creérsela” pues es una tontería. No existe peor forma de otorgarse existencia que pensar que somos únicos e irrepetibles. Puede que esto sea así, pero es risible de tan irrelevante. Es irrelevante porque no lo podemos comprobar y, segundo, porque, aún así fuera, podemos fácilmente ser sustituidos por otro único e irrepetible. ¿Les parece duro? ¿Parece que me vengo de la gente que se cree especial? Pues no, no tengo el mínimo interés en luchar contra algo que en el fondo se sabe pero que muchos no se atreven a decir: sea un poema de San Juan de la Cruz, el largo de Bach, o la capilla Sixtina de Miguel Ángel, pues todo esto… no son más que mediocridades. La posteridad es el invento más torpe que existe.





Lo repito de manera tajante: El peor enemigo del hombre es su “yo”, su propia existencia, su estatuto de ser viviente, ese resultado de creer que puede ser único y especial.





Yo lo he visto siempre y lo compruebo a cada momento: en la medida en la que alguien es más singular, más detestable se torna. Me parece que todos actuamos por el principio del origen condicionado, que no podemos ser más que eso que somos en esos momentos en particular. Que si estoy en un foro de discusión del budismo, pues me comportaré según eso. Si estoy en una fiesta, o en un aula de clases, si camino por la calle y tengo que cruzarla, si platico con alguien, si como…etc. Pues en esos momentos sin duda soy yo, pero eso no tiene absolutamente nada de personal, es impersonal, es anónimo, son actos ridículamente básicos, cosas que cualquiera puede hacer, actos en los que podemos ser relevados. Pasa lo mismo con nuestros trabajos. En la familia ni se diga. Hacemos cosas que los hermanos, hijo, o nietos harían. No es nada excepcional. Nada más lo extravagante es singular, es una agresión a lo general. Nuestros padres e hijos nos parecen especiales, pero no queremos decir con eso más que “esto es lo que tengo y es mío, no me interesa lo que los demás tienen y que es de la misma índole”. Sentirse único es eso: habitar una experiencia con el “yo”.





Pero como pasa con el desapego, para poder abandonar la experiencia del “yo”, se es necesario ser uno mismo lo más posible, sacarle jugo a eso que más somos.





Bueno, creo que es todo por hoy. Mañana continuaremos y terminaremos con el último de los temas: la verdad suprema del conocimiento y que, con todo lo que ya vimos, resultará en fácilmente comprensible. Así que, hasta mañana.




lunes, 3 de octubre de 2011

IV PLÁTICA, SOBRE LA REENCARNACIÓN







sin duda es representada por alguna filosofía, o una forma de pensamiento. La filosofía como tal…no sé si exista en estos tiempos…los filósofos actuales se encargan de la crítica de las ciencias o de…ir desatando problemas lingüísticos…además…la gente no parece estar muy interesada en estos temas como no sea para su vida practica…por eso el budismo a muchos ha encantado…se trata de prácticas no de creencias…esto es decisivo, de ahí que a las personas no muy analíticas les resulte atractivo…

Pero me parece que esto tiene sus límites, por no decir que me resulta a primera vista falso. No hay ninguna actuación del ser humano que no tenga como base, o haya tenido como base, la confección de un pensamiento, y claro, con esto entiendo la expresión de un juicio o silogismo…hablo de palabras, de expresiones lingüísticas que pueden claramente ser analizadas.

Esto debe estar muy claro porque es a partir de este conocimiento que puedo yo aseverar tajantemente que el budismo es superior al cristianismo. Bueno aquí hay mucho que decir al respecto que se podría escribir un libro de muchos tomos. Pero, daré un ejemplo a medida de botón. Un sector del cristianismo asevera, cuando se les increpa por la inconsistencia bíblica frente a los planteamientos de la evolución, que las sagradas escrituras no es un libro de ciencias y que, por lo tanto, no puede ni afirma nada respecto a lo dicho por la ciencia. Pues esto, de entrada me resulta incomprensible. Aunque lo único que sí me queda claro, junto con el hecho de que al cristianismo lo que menos le debiera importar es la historicidad de Jesucristo, es que no importa el grado de confrontación que las verdades bíblicas tengan con las ciencias, es claro que a la gente no le interesan los resultados de dicha confrontación. Al budismo, por el contrario, no solamente no choca con la ciencia sino que diversos de sus postulados fueron dichos mucho antes que las ciencias. La cuestión de la materia y su composición, el comportamiento del espacio físico, el fluido energético de la termodinámica, la lógica positivista del lenguaje…en fin, una serie de conocimientos que hacen posible, incluso, que el pensamiento budista sea la semilla de toda forma de pensamiento crítico, es decir, científico.

Me parece que el dogma frena al espíritu humano, no lo deja ser libre. Se dice que estar en una verdad es ser libre, pero esto yo sí puedo entenderlo como cierto en la medida en la que para mi vida practica resulta verdad. Verdad es que necesito del pan y del agua para sobrevivir. Que tengo que trabajar, hacer un jornal para poder vivir. No hay más. Pero en las situaciones que se levantan por encima de lo material, es claro que nada es necesario, que no hay ninguna forma de expresión humana, es decir, racional, que no conozca sus límites y ponga toda su fuerza en desentrañar el terreno delimitado.

Si ustedes habrán leído alguna vez algún artículo o texto relacionado con la termodinámica, se darán cuenta que esto del tránsito que implica el Samsara o la impermanencia, da cuenta de la ciencia que se encarga de la energía…del movimiento y la forma en la que los sistemas tienden al equilibrio, que toda forma material expresa su vida a través de esta serie de procesos. Sin embargo la energía de la que se encarga la termodinámica no está relacionada con procesos cinéticos, es decir, con aquellos que necesitan del tiempo para su desarrollo, sino que la producción energética termodinámica es entrópica, se da en relación a parámetros internos tales como el campo magnético, el volumen, presión, polarización etc., esto nos quiere decir que la circunstancia del tiempo le es indiferente a la presencia total de la materia que se procesa en determinado momento. Este punto “cero”, es en realidad la primera ley de la termodinámica, pero como fue descubierto posteriormente, se denomina “CERO”… de la cual se desarrollan las posteriores y que nos sirve para ejemplificar que una energía en sí misma valida, puede transitar en un campo por completo diferente expresando movimientos de fluido energético. Desde luego esto es de manera bastante torpe dicho porque no domino plenamente los asuntos que implica…esto de la termodinámica. Pero me parece que cumple con lo dicho por el budismo acerca de que lo presente, además de poseer unas condiciones infinitamente microscópicas, es una realidad absolutamente dada, es decir, carente de las categorías del pensamiento como el espacio y el tiempo…o mejor dicho, ya que estamos haciendo uso un poco de la teoría kantiana del conocimiento, de las “intuiciones puras” del tiempo y el espacio.

La segunda ley de la termodinámica que establece que un fluido energético que pasa de un lugar a otro posee una pérdida de energía, establece que forzosamente toda chispa vital va dejando a su paso fragmentos de sí hasta finalmente llegar a una integración total con el medio circundante. Otra forma de expresar esto es observando que una materia fría no le puede transmitir su calor a una caliente, demostrando con ello que el universo es un sistema aislado en donde la entropía no disminuye pues no permite que las moléculas frías y las calientes resulten separadas logrando que la energía positiva, es decir el calor, disminuya su energía al ser contagiada por la negativa, haciendo decrecer la energía, es decir, destruyendo por completo una forma de materia dentro del proceso aislado del universo. Esto significaría un colapso (de ser real esto del demonio de Maxwell), pues desequilibraría por completo el ciclo energético.

¿Les parece familiar? Si esto lo hubiesen sabido los “científicos” medievales que buscaban el instrumento creador del movimiento perpetuo, no se hubiesen dedicado más que a la confección de juguetes. El pensamiento budista sabía que la transición,  forzosamente implicaba desgaste de energía.

Bueno, hay que aclarar que estas leyes, o principios, en el caso de la tercera “ley”, funcionan dependiendo del sistema en el cual se desarrolle. Por ejemplo, se dice que el universo al ser un sistema aislado, su ecuación representativa del ciclo de energía es igual a cero, es decir, no entra ni sale energía sino que siempre se preserva la misma. Un reloj de cuerda para poder funcionar precisa de que el movimiento de una muñeca o de una mano le transfiera energía (sistema cerrado)…un motor de combustión…pos igual ocurre…emite gases porque sirve de transición entre una forma de energía (hidrocarburo), y otra que es el dióxido de carbono y no sé cuántas sustancias nocivas más (sistema abierto)…Así, me parece claro que el universo bien pudiera haber sido creado ayer, como dijo Wittgenstein…o Russell…no estoy muy seguro de cuál de los dos…aunque es también probable que los dos lo hayan dicho o que ninguno…y hubiese sido creado ayer porque lo que llamamos “inicio” no es más que una forma de llamar a la transición perpetua que ocurre de manera cíclica, por lo que no forzosamente existe un algo que le dote de fuerza originaria al universo. No somos relojes de cuerda como supondría Leibniz, sino que somos un sistema aislado provisto de energía que no se relaciona con el tiempo, y que no tiene contacto más que consigo mismo. La visión de que el universo va desgastando su energía, es decir, que la ley principal de la termodinámica de la conservación de la energía es falsa, nos llevaría a concebir algo así como el final de universo. Esto es apocalíptico. No se puede escapar del ciclo de la energía, la ley de la termodinámica lo señala. No vayamos a creer…bueno, es un chiste…como decía Cri-cri, que si Arquímedes se equivoca el barco deja de flotar y entonces se hunde…La termodinámica es una ciencia fenomenológica, es decir, no sirve más que para dar cuenta de los procesos de la energía.

No, la verdad es que de no ser cierto dicho principio, pues simplemente estaríamos en la nada, es decir, muertos, porque, ya sea que haya demasiada energía creándose, o ya muy poca por haberse gastado, este universo sería absolutamente inexistente…cosa que quizás pueda ser cierta…

La situación del calor, del frío, de los estados de la materia respecto a su energía y la forma en la que esta transita a través de diversos cuerpos, la entropía nos dice la dirección en la cual la energía va. La fuerza gravitacional es el resultado del volumen de una masa y de manera cinética crea el efecto del tiempo, de relación causal…pues…los objetos de estudio de la termodinámica expresan una situación de degradación de la materia en donde solamente reinan categorías energéticas con total independencia de lo que llamamos “tiempo”. Otra cosa, como por ejemplo sistemas de energía microscópico (puesto que la termodinámica es una enunciación de un sistema macro), como el atómico, que se desarrolla a nivel de la física, poseerá sus propios mecanismos en las que se pondrán de relieve el espejismo que es la noción de “espacio”.

La historia, luego  entonces, no es más que un trauma, como dirían los psicoanalistas, y toda noción de tiempo, una gran ilusión para desviarnos de la plenitud del presente el que, en realidad, es la única presencia valida.

Otro ejemplo: La termodinámica a nivel cuántico expresa la “justicia” en la cual un elemento energético ocupa el lugar del otro dada la cadena del ciclo energético. Esto es el Karma. Una forma de retribución muy compleja en la que al dejarse escapar determinadas cantidades de energía, o al dejarse influir por otras, el cuerpo lo reciente, ya sea optimizándolo o reduciéndolo a una forma desprovista de continuidad energética.

Bueno, creo que me extendí demasiado sobre estos temas, que, por cierto, luego los retomaremos de mejor manera…

Para terminar con el Samsara que es lo que vimos ayer, diremos de él que se puede resumir su…esencia, en que se trata de un no-lugar, de un, utilizando una metáfora, de un pasillo largo que no lleva a ningún cuarto.

Este carácter debiera ser semejante a la anti-creación, al proceso contrario que enseña el Génesis bíblico y que hace referencia a la creación (o recreación en el caso del hombre que motea a todas las cosas del mundo) de las cosas por medio de la palabra. El budismo señala que la palabra no crea ninguna forma de existencia sino que desnuda su apariencia, la deja sin sustancia, la esfuma. Una palabra tiene por finalidad desaparecer lo que nombra pues, evidentemente, lo que nombra no existe en el plano concreto. Mencionar algo no es referirnos a lo nombrado, sino referirnos en un contexto a la significatividad que ello tiene en nuestra vida. Toda palabra es funcional y una vez sirve para nuestros fines, deja de estar. Es semejante a una bala que, en la medida en la que es más veloz, es decir, transita de un lugar a otro, más cumple su función de matar. La palabra es funcional, ya sea como expresión del espíritu o como herramienta técnica para sugerir una solución  en el plano practico. No sé si me explico…el hombre al nombrar descrea y así, como señala un poema de Octavio Paz, lo nombrado se evapora y así resulta recaer, desnudar su verdadero ser: la inexistencia.

Si los estructuralistas tenían razón y toda la realidad está vinculada con el lenguaje, entonces, al aplicar este principio, todo resulta irreal.

Esta inexistencia, su misma constitución, procede de un error, de un terrible error: la creación, por así llamarle, de la materia, o lo que es su expresión transitoria (a nivel macro): la energía. Este ciclo de calentamiento y enfriamiento, de revoluciones físicas, es el gran dilema del espíritu humano. No se crea que es privativo del pensamiento esto de que caemos en espiral al fondo de un abismo interminable…es cuestión de fondo, es el quid del asunto, es el “gran problema”, y ello procede desde su misma fuente física. Un universo aislado, como ya vimos, está condenado a cumplir eternamente su castigo: el de hacer las cosas sin ningún sentido. Esta metáfora de Albert Camus, entonces no está del todo errada. Sostiene que solo la dignidad humana, el valor de asumir la carga de ese castigo, lo vuelve libre, lo vuelve hacia la realidad de las cosas y lo corona con el galardón de no haber escamoteado la nada que tiene enfrente.

Es claro que la vida carece de sentido, es decir, tiene un sentido en sí misma, no va en pos de nada, de ninguna forma de bien o de mal, no puede, está imposibilitada para correr tras de algo: es como si se mordiera la cola, como si masticara su lengua para satisfacer su hambre. Si el universo fuera tras de algo, ello significaría que… algo así como el motor inmóvil, si existiese, ese que pronunció Aristóteles y que hace referencia a que el universo es un sistema cerrado de energía, el que su fuerza procede de otro lado, pues tendríamos un fin distinto que el de sí mismo. Este orgullo de hacer las cosas porque así lo queremos, totalmente independiente de que la vida tenga un sentido o no, ya sea porque una fuerza superior así lo quiso, o por otras quimeras, lo cierto es que es de índole Nietzscheana. Este pensamiento, el de Nietzsche, es el coco de muchos de nosotros, pues asume que lo único que posee el hombre para vivir, es el deseo, la fuerza de la voluntad que, claro, tiene por finalidad a los valores. ¿Qué son los valores? Pues está forma de aferrarse al sentido que les otorgamos a las cosas. Pero esto no lo es todo, realmente los valores no son más que ideales, no existen más que en el alma del hombre, en sus sentimientos por no dejarse vencer. No digo que no deba ser así porque de hecho así es, por lo que huelga decir que debería ocurrir. Con esto también quiero decir lo que ya había dicho antes, y que quiero repetir, no es que uno se desprenda por completo de las cosas sino que, debe actuar sabiendo que todo es transitorio, impermanente, que tanto uno como otro no es necesario, que nadie le transfiere oxígeno a otro para sobrevivir.

El hombre debería buscar su razón de ser en otra parte. En algo que no alcanza a articular, que sobrepasa la capacidad de las palabras. Bueno, me dirán que esto suena demasiado religioso. Puede que sí, pero no estoy inventando nada, no estoy colocándolos en una situación antinatural.

Me parece que una visión distinta a que la vida es amarga tiene por fuente, como base, como background, una condición de cosas inconsistentes. La más de ellas parte de la idea de que todo cuanto pudo ser creado es bueno. Desde luego que el concepto de creado habla de un creador y que éste al ser superior debió haberlo hecho con todas las ventajas que una creación buena pueda tener. Pues bien, yo  no veo por ningún lado la necesidad de que este mundo sea creado. Perfectamente bien pudo tener un origen caótico y caprichoso. Lo que le llaman diseño inteligente no es más que la expresión de la necesidad de que las cosas supervivan. No hay más. Las cosas son así porque han logrado adaptarse…el pez tiene branquias porque está en el agua y le era necesario tenerlas… si despedimos dióxido de carbono y las plantas oxigeno realizando un intercambio, pues era necesario que los animales y plantas interactuaran de una manera simbiótica. Todo es una expresión de la necesidad de los organismos, no de un diseño creado ad hoc para determinadas condicionantes.

Los equilibrios de los elementos que componen el universo son infinitos y llegan hasta donde la ciencia y la tecnología, e incluso la teología no han podido llegar. Esto es claro; sin embargo no hay relación causal necesaria entre una ignorancia y la explicación de la existencia de un Dios. Bueno, digo esto tratándose del concepto de creador. Más aún, puede que haya ese creador y que lo creado sea absolutamente torpe. La idea de un creador no me remite forzosamente a la idea de que lo creado sea perfecto. No sé de dónde viene esa idea. Se me ocurre que decimos eso nada más para no sentirnos mal con nosotros mismos. Me parece que un Dios así, ese demiurgo griego, pues tiene un lugar no muy importante en el mundo, hasta tal punto que pasa desapercibido y nunca le hemos de citar más que en las mentadas de madre, en esos momentos en los que el hombre maldice su existencia.

A mí me parece, como quiere el budismo, que no existe ni lo creado ni lo increado, solamente una presencia que exige ser dejada atrás. La idea de un mundo perfecto bien puede ser cierta, pero no de eso se trata…

Para poder entender mejor esto…es como esto de que el budismo es ateo. No, el budismo no es ateo… ¿cómo?, entonces ¿es deísta o teísta? No, tampoco…en estos niveles ustedes estarán pensando de quien contesta esta preguntas, pues de que se trata de un disparate, de alguien que nos quiere tomar el pelo. Pero no es así. En realidad, como ya lo había dicho antes, el discurso o concepto de algo semejante a Dios, pues simplemente no existe en el budismo. Las versiones de un budismo más allá, u otros que, a mi manera de ver no encajan mucho con la esencia del budismo, pues aluden a cierta forma de deidad pero que por más, por mucho, dista mucho de ser como la concebida por los judíos.

El budismo entonces, tal y como establecía el Madhiamika, no es ni “no”, ni “sí”, no es más que un resonante, profundo y devastador silencio.

La cuestión entonces es que, no hay cuestión. Parecerá muy insípido, pero no es así. Insípido es ni siquiera percatarse de si hay o no cuestión. Esto es simple, es la materia de aire de la que está hecho el aire que cargan los pobres de espíritu.

Bueno, habiendo dicho de esto algo que bien pudo ser mucho o casi nada, iniciaré con el tema siguiente que nos ocupa…que es el…permítanme nada más un momento…por aquí lo tenía entre estos papeles…



4.- LA REENCARNACIÓN, METEMPSICOSIS O TRANSMIGRACIÓN DE LAS ALMAS



Toca el tema a este tópico que quizás sea el más ridiculizado y, ¿escarnecido?...de todos los temas referentes al budismo. Todo mundo en el mundo judeocristiano, claro está, les resulta cosa de locos esto de reencarnar. Y cuando alguien occidental asevera creer en ello, pues es visto como alguien extravagante.

Yo, de entrada quiero decir que me parece el peor entendido de los conceptos budistas. Al respecto empezaré con algo que espero no les cause mucho aburrimiento: asuntos de índole de la energía y de la visión de la ciencia respecto de la memoria del hombre, del contenido humano que escapa cuando la gente muere.

Lo primero que observamos respecto del aspecto físico del hombre (que creo en realidad que es el único que existe, es decir, que es la única forma de definir una experiencia respecto al “yo”), es que este nunca es el mismo pues constantemente, ya sea a mediano o a largo plazo, sus células se desgastan y son sustituidas por otras a través de los procesos de nutrición y del metabolismo. Pues esto que observamos, les decía, en que no sobrevive del ser humano más que la memoria y que todo él, no es más que una nueva versión del organismo que fue ayer. Esto es definitivo, es claro que al estar constituidos prácticamente de agua, y al cumplir ésta su ciclo en nosotros, pues no somos más que un momento de paso dentro de la gran cadena biológica que es la expresión toda de la naturaleza. Esto conlleva al hecho de que la unidad psicobiológica del ser humano es una forma de entender al sujeto humano.

Si partimos de esto, es claro que una vez disueltos los elementos que nos componen, pues se acaba cualquier forma de memoria, que es todo cuánto se posee del llamado “yo”.

Pero el “yo” no solamente consiste en la creación de hábitos a partir de una experiencia individual, sino que…si no que hay otra parte de esa llamada alma que no es enteramente individual, propio de cada persona, resultado por completo de las vicisitudes de nuestra vida. Claro está, hablo de la presencia de la información genética que sobrevive a través de muchas vidas de muchos individuos. Ahora bien ¿qué tanto de esta parte del ser forma parte de nosotros? Parece ser que su presencia se mezcla de manera tenue con lo que llamaríamos “individualidad” hasta tal grado que no puede ser concebida la una sin la otra. Hasta tal punto es esto así que fácilmente podemos observar las similitudes extraordinarias de familia, particularmente en lo que hace a la línea directa. De padre a hijo, del abuelo a los nietos, se tratan incluso de “personalidades” muy similares. Ante esto yo me pregunto, o quisiera que ustedes se preguntaran ¿es realmente improbable que mis antepasados sigan viviendo en mi de una forma consciente?, es decir, que esté viviendo sus vidas, o lo que es lo mismo, que ellos estén viviendo la mía, que estén viviendo en mí.

Esto es claro si analizamos males como el alzhéimer, la amnesia o lesiones cerebrales en donde a pesar de ser suprimido la persona, sobrevive en él los vestigios de una entidad, por decirlo de alguna forma, que sigue siendo él mismo. No nos resulta muy claro esto en virtud de que queremos a toda costa preservar nuestra persona. Sin embargo, por otro lado yo acepto de que no puede ser así y que, incluso, es bueno que el hombre pierda una parte de sí para que así pueda continuar adelante. Cuántas veces no hemos dicho “quisiera olvidarme por completo de esto”, “quisiera matar el recuerdo de esto otro tanto que me hostiga? Etc. Independientemente de si este miedo a la muerte proviene de un antiquísimo miedo bélico de supervivencia, lo cierto es que el orgullo del hombre no le permite la idea de desaparición total. Le parece tonto que habiendo hecho tanto, habiendo sido tan bueno o tan malo, tan genial o tan mediocre, tenga que desaparecer. Es como aquello de Carl Sagan…aquello de que si no hay vida en otro lugar del espacio sideral, pues sería un gran desperdicio de espacio. Pero bueno, eso es una broma, una “vacilada” como dirían coloquialmente (y es apropiado ya que estamos en un coloquio), ya que la presencia del universo no se mide con razones de “aprovechamiento de un espacio”, como si se tratara de la cajonera de los calcetines. No, la existencia del hombre le exige, como toda ilusión, aferrarse a la individualidad.

Yo pienso que esto es un error, que no es necesario, e incluso, permítaseme la enormidad, no es bueno que el hombre siga con su propia forma de ser. He pensado en que es bueno ir dejando poco a poco todas esas cosas que nos afligen y nos hacen ser lo que somos. El budismo te dice: “¿te duele la espalda?...pues bien te daré un masaje…¿te duele el recuerdo?...pues olvida”. Cumple el mismo sentido. Es práctico, no se nos dice nada más. ¿Para qué discutir?, ¿Para qué querer demostrar que alguien sabe más que el otro, que tenemos un tema realmente digno de preocupación? Lo que es preocupable es, en realidad, debe ser, aquello de lo cual es imposible ocuparnos. Pues les decía que es bueno que todo cuánto somos lo fuésemos dejando atrás. Y aún más: nuestras mismas aspiraciones ay que abandonarlas, de tal forma que no tengamos ante nosotros nada más que este punto en donde podemos abrir los abatidores de la puerta y entrar en ella, penetrar la extensión del tiempo y quedarnos en ese punto suspendidos, echando a un lado pasado y futuro. Sí, es como esto de abrir una ventana de par en par, se dice, de olvidar que existen los flancos, los extremos de una realidad.

No sé ustedes pero las cosas me parecen en su lugar en la medida en la que no nos percibimos. Como el asunto de Dios dentro del discurso budista, no es que el adepto al budismo practique la humildad (de humus: tierra), haciéndose menos, tomando el lugar de una servidumbre, sino que simplemente no se percibe, no se valora. Cuando alguien dice de otra persona “mira no tiene dignidad, no se valora a sí mismo”, lo que en realidad se quiere decir es que la valoración que se hace a sí mismo es poca, que él mismo se da un lugar de baratija. Ahora bien, la conducta espiritual debida es la total ignorancia de los modos de juzgar, de criticar. Eso es no valorarse: no tomarse en cuenta, con todo y que quien lo hace sea un ser supremo. Pero esto de ser un rey o alguien de mucha prominencia pues no es muy agradable porque se nos quita el placer de la soledad y de desaparecer. ¡Cuánto me gusta no estar, no dejar que los hombres me otorguen el estatuto de existente! La privacidad hace referenciar a esto, y la humildad surge de no querer existir. No quiero ser lo que soy porque esto que soy no encaja. ¿Es esto así? La conciencia es saberse distinto, es conocer nuestros propios límites y saberse distinguir, o mejor, saber que estamos aquí.

No de eso se trata. Nadie es condescendiente con nadie, estamos entre puras contingencias, como dirían los metafísicos. Pues bien, esto encaja dentro del hecho de que la reencarnación no forzosamente hace referencia al salto de una vida particular o en particular, hacia otra. Es decir, que bien yo pude haber sido Ricardo III y ahora ser un jockey de carreras…Bueno es un chiste no muy agraciado…pero igual puede ser que yo tenga tendencia a descubrir continentes porque en mi otra vida fui…etc. Esto es sumamente infantil, diría yo. No es así como funciona. Desde mi punto de vista no nos debiera causar molestia que el budismo tibetano, para buscar a un Bodhisattva famoso o al mismo Buda, utilizara ciertas señas en el cuerpo que debe tener el menor candidato a Dalai Lama como prueba de ser la reencarnación de Buda. Sus motivaciones tendrán. Pero es un hábito litúrgico que yo no comparto, no me parece apropiado que la particularidad de un ser sobreviva la experiencia de la transmigración. “Metempsicosis”, el termino mismo muy bien traducido como “transmigración de las almas”, nos indica la supervivencia a la degradación definitiva de la presencia humana, de los rasgos propios de un individuo. Sin embargo esto es una jugarreta de la mente: no me percibo a mí mismo sino a través del mundo y sus categorías. No soy yo sino en relación a algo, a alguna cosa. Por ejemplo, ahora que hablo, me resultaría imposible manifestarme si no tuviese por tema al budismo. Si una persona “es” es porque se dieron determinadas circunstancia en las que tuvieron que salir a relucir lo que somos. Cuando se dice, por ejemplo, de que alguien “saco el cobre” es decir, dio su verdadero rostro en una circunstancia de combate, de guerra, de suspensión de las garantías individuales, por decirlo de algún modo, se quiere dar a entender de que a las personas no las conoces bien sino en mitad de tribulaciones y situaciones realmente difíciles. Bueno, yo me atrevo a decir de que no solo en ese tipo de situaciones sino en todas las situaciones posibles. Desde luego que la gente que se ve muy buena ciudadana, moral, pulcra y recatada, pero en el momento de una guerra puede sacar su animal que durante tanto tiempo contuvo, y se apreste a cometer todo tipo de excesos, rapiña, violaciones…etc. Dicen por ahí que creemos en un Dios para no ser homicidas.

Pues me resulta claro que eso es la personalidad, que son la expresión de un ente a causa de una acción del medio. ¿Nos conocemos realmente? Bueno, a esto hay que agregarle la pregunta de ¿bajo qué condiciones? No me cabe la menor duda de que es en privado en donde más somos nosotros mismos. Por ejemplo, al momento de hacer el amor, se manifiesta una parte de nosotros que, de tan primitiva, podemos ser de manera por completo diferente de lo que parece ser. Hay personas muy poco expresivas, lacónicas, grises, pero a la hora de tener relaciones pues sacan a todo un artista, por decirlo de alguna manera. Igual funciona de manera viceversa, gente que parece ser muy fogosa, pues, resultan ser un fraude en laca, como se dice vulgarmente. Cuando se está cerca de las cuestiones fisiológicas, más expresamos una forma igualitaria de ser…en este sentido, uno es según el medio en el que se desenvuelve. Cuando alguien se deja influir demasiado por el medio ambiente, empieza a creer que las cosas son realmente importantes, es porque ha perdido su personalidad y empieza a convertirse en un engrane del sistema en el cual se desenvuelve. A esto se le llama "alienación”, al hecho de dejarse influir demasiado por el medio ambiente.

En la vida así no funcionan las cosas. La realidad es que no se puede vivir sino es imprimiéndole a las cosas que hacemos un sello particular, una impronta. No hay remedio que las cosas lleven nuestra firma, que se parezcan a nosotros. De ahí el dicho “las cosas se parece a su dueño”. Es claro esto en el caso de las mascotas y de cómo se adaptan según el dueño, a sus hábitos, formas de ser, e incluso a sus temperamentos. Es famoso el hecho que dentro de familias que tienen determinada tradición haya uno que opte por una salida distinta. Pero esto es una ilusión. Puede que el individuo no sea más que un necio en la medida en la que busca imponer su visión de las cosas tal y como los demás lo hacen pero con diferente objetivo. O puede que alguien, nacido con un gen que antes era recesivo, manifestando un temperamento distinto, forje un carácter resultado de una constante confrontación con el medio. En una familia de pobres siempre hay alguien que se vuelve emprendedor o se vuelve un ladrón. Pues, no veo en ello diferencia alguna. Ambos son emprendedores, y no sé cuál de ellos es más moral que el otro. Pero como sea, tienen la misma visión de dejar atrás la cuna mísera de donde provienen.

¿Qué hubiese pasado si ambos hubiesen sido crecidos en un medio propicio, rico, holgado? Seguramente no tendrían el coraje que tienen el día de hoy. Nada se hace, ni nadie es sino por un deseo de venganza o envidia. Me parece claro que reaccionamos, de que somos incapaces de actuar sobre la realidad teniendo por motor nuestra propia voluntad. El individuo no es nadie respecto su medio, o expresado en otro giro, no es nadie sin su medio. Con el caso de los hermanos gemelos se dice similar.

Me resulta claro, entonces, que si sobrevive algo de la persona de lo humano, pues es algo demasiado general. Aunado al hecho físico de que no somos los mismos, la realidad circundante nos lleva a la verdad de que lo que considerábamos una forma de alma única, de que no había nadie más como nosotros, pues es una entelequia, una pura quimera que no tiene cabida dentro de una forma real de concebir las cosas.

Algo similar decía Simon Weil cuando aseveraba que lo imperfecto del hombre era precisamente su calidad de ser él, su personalidad, su persona, su psique, su…no sé, su todo él, desde la constitución misma de lo físico hasta su mente, sus sentimientos y todo lo demás…

Y que la santidad se lograba únicamente cuando Cristo, esa forma de unión con lo divino, única forma legítima de ser salvado, tomaba nuestro lugar haciéndonos desaparecer por completo. Se entiende entonces que el cristiano verdadero sea más semejante a Cristo en la medida en la que deje ser él, es decir, esté “alienado”.

Bueno, ¿A qué viene todo esto? Pues a que la reencarnación no es más que el tránsito entre los seres de una energía impersonal que, en la medida de que va caminando hacia el Nirvana, más se va desprendiendo del carácter particular de los individuos. Si el sueño es una insinuación de la muerte y en aquél todos estamos perplejos ante la incoherencia del mismo, pues no hay porque pensar que no perdemos por completo una parte de nuestro ser y que sobrevive otra. ¿Qué es lo que sobrevive? Pues la parte más fundamental, el asunto más general: la electricidad. Esto dejaría con los pelos de punta al mismo Carl Jung, pero el inconsciente colectivo (que se haya en la zona más profunda del ser y que en todo o mucho coincide con las características del Sunyata…o por lo menos del éxtasis místico), no vendría a ser más que una constitución de la materia respecto de la energía circundante, una forma de actividad eléctrica en donde aparecen las “tendencias”, aquellas que crean los sueños y la memoria.

No hay duda de que tenemos dentro de nuestra personalidad elementos innatos y adquiridos. Lo que no sabemos es hasta donde llega una y, por ende, cuál es la extensión de la otra.

Pues mi opinión, tal y como ocurre en las hipótesis que presenta el famoso investigador de Virgina…Ian Stevenson…, la reencarnación no es una explicación que de automático haya que rechazar…parece ser que hay que verla como una salida a la falta de explicación de ciertos fenómenos. En mi caso, tengo una opinión muy particular a cerca de la hipótesis de la reencarnación: no es personalista, no creo realmente que sobreviva una parte de nuestra persona. En todo caso, nuestra memoria, de alguna manera sintetizada, así como se comprimen documentos, es la que pueda sobrevivir, pero no nuestra persona. Estoy seguro que nos diluimos, nos disolvemos, y solamente partes nuestras se incorporan de nuevo en forma humana. No reencarnamos en algo o alguien, simplemente la chispa que nos anima, cambia de sitio, y este sitio puede ser plural. Después de la muerte una serie de flashbacks de lugares, personas o cosas, caerán sobre notros aplastando al yo, y nos convertiremos en no más que un simple sueño profundo, de la calidad de esos sueños misteriosos en donde el tiempo parece detenido, y el espacio una extensión de primer plano. Una extraña sensación de estar fuera …

Es entonces que nos daremos cuenta de esta terrible verdad: mientras manejamos nuestro vehículo no somos más que conductores, cuando cruzamos la calle, simples peatones…al momento de hacer el amor, no ejercemos más que la identificación masiva del humano convencional, el ser reproductivo…mientras tomamos clases, no nos queda más que ser estudiantes…leemos como los demás lectores, aplaudimos, nos hinchamos de vanidad cuando alguien nos admira, respondemos ante las acciones del medio, no importa la forma, siempre se expresa una totalidad anónima, como si un extraño ocupara nuestro sitio en esos momentos. Hay tanto de automatismo en nuestra vida, acciones que no revelan ni pizca de personalidad…comer, leer el periódico…reírse de lo risible, hacer lo posible, perderse en las cosas insípidas que hacemos….es la prueba irrefutable de la nimiedad del “yo”.

Bueno, ya termino. Resulta que el asunto de la meditación tiene que ver con la actitud inicial de percatarse que el “yo” es una entelequia, de adentrarse en un presente quieto, congelado. El “yo” desaparece porque no hay memoria, no hay un paso hacia el frente. Esto es suprimir el deseo, ser conscientes de que no hay nada más, de que no existen estos extremos que le dan contorno a la consciencia; el último paso, o mejor dicho la consecuencia de esto, es que la consciencia deja de serlo e inicia un viaje hacia donde estamos en un lugar en donde no estamos, en un lugar que está repleto de nuestra ausencia, porque nos hemos vaciado, hemos dejado atrás la memoria y el deseo, estas  dos direcciones en las cuales se despliega el desapego, haciéndonos desaparecer.