Pues hemos llegado al final de
nuestras charlas. Toca hoy el turno al aspecto de la doctrina. Como sabemos es
una de las primeras cosas difíciles que el discípulo budista debe aprehender a
desajenarse, a olvidar, a hacer a un lado. De entrada, en la práctica, el
discípulo, una vez decidido al llegar a las últimas consecuencias de las
prácticas del desapego, pues está consciente de que su vida anterior quedó atrás,
que, podríamos decir, saltó el muro del palacio y que no pudo despedirse de su
esposa e hijo por el tanto dolor que le iba a causar…Esto quiere decir que el
desapego no es ingratitud, que uno deja las cosas y le duele. De eso se trata,
he ahí el sentido, el motivo de ser de la religión budista. Se trata de
aprehender a desasirse de las cosas, pero sobre todo, de nuestros seres
queridos. Este énfasis en los placeres y deleites que tiene la mitología
budista, pues es bastante primario. Creo que la mínima preocupación del
príncipe Gautama fue renunciar a su harem. L o
doloroso, lo realmente doloroso es esta imposibilidad de estar con quien no
podemos estar.
Pero ¿qué pasa cuando se trata de
hacer a un lado el mismo instrumento que nos permitió despertar la conciencia?
Esto parecerá cosa absurda pero la misma doctrina exige ser superada, dejada atrás.
Es coherente después de todo. Una de las causas por las cuales el budismo ha
sobrevivido más de 2,500 años, es esta capacidad para poder adaptarse a las
circunstancias pues las más de sus reglas se basan en una intuición de que las
cosas están bien. Si esto es así, podrá convivir con otras posturas, y se podrá
definir a su doctrina en base a su falta de definición, salvo por los elementos
ya esbozados en estas pláticas.
Teniendo esto en mente,
repasaremos los tópicos, los elementos que conforman el contenido de la
doctrina budista (Dharma), para después tratar de explicar qué es el Paramarta.
Existen tres grandes grupos o
ramas de desarrollo doctrinal del budismo: Theravāda, Mahāyāna y Vajrayāna. El
primero tiene puesto un énfasis en el aspecto espiritual de total entrega a los
principios de la renuncia, razón por la cual se le llama budismo de los
ancianos, ya que…se trata de asuntos de
monjes, creen que la mejor forma de ser budista en siendo un monje, y aunque
pueden poseer adeptos “laicos” digamos, pues consideran que solamente se
alcanza la plenitud de la doctrina practicando
las privaciones ascéticas del monje. Digamos que el budismo Theravada es
elitista.
EL mahayana o “gran vehículo” se
opone a la escuela anterior en el sentido de que es mucho más abierta, haciendo
énfasis en el trabajo laico.
De los sutras principales, como
el Pali, se desprenden las famosas cuatro verdades:
1.- La vida es esencialmente
sufrimiento (pruebas máximas de ello, según las cuatro ilustraciones del inicio
del despertar del shakyamuni: la enfermedad, la vejez, la muerte, y la
necesidad del ascetismo).
2.-La fuente del dolor, de todo
dolor, es el deseo, la voluntad, el querer las cosas intensamente.
3.- El dolor
se suprime suprimiendo al deseo.
4.- Esto es posible, totalmente
posible, y así se rompe con la cadena de dolor que nos ataba a este mundo. El
sendero noble, el mismo que siguió el príncipe Sidharta bajo la higuera Bodhi,
es la solución a la presencia constante del deseo.
Cosa importante y por el cual el
Buda tuvo que vagar mucho: al deseo no se le combate con un riguroso ascetismo,
no se trata de maltratar al cuerpo sometiéndolo a extremos castigos. Al cuerpo
no se le da lo que pide tampoco, no se le da, al menos, sino es de manera
moderada, justa, tal cuál debe ser. Este deber ser, esta forma de moral
budista, pues es la vía media, una especie de justo medio aristotélico. Pero
esta captación del sometimiento del deseo posee consecuencias definitivas que
Aristóteles no pudo imaginar. ¿A qué se debe que podamos elevarnos contra este
gran azote para la humanidad que es la existencia misma? A que lo que se
encuentra a extremos de la actitud de la vía media, es una ficción. ¿Cómo es
que Buda llega a esa determinación? La respuesta trataré de darla a
continuación.
La forma en la que se va a lograr
esto es muy simple: en la meditación que se alza sobre la impermanencia hasta
alcanzar la plenitud del Nirvana.
Para esto se requiere la
ejecución de los siguientes pasos:
1.- la comprensión absoluta de
que la vida es una gran ficción (Anitya).
Cuando el Tathagata llega
totalmente decidido a encontrar las respuestas a todas sus inquietudes, y se
sienta bajo la higuera Bhodi; en su viaje que inicia lo primero que observa es que
las cosas que lo rodean van cediendo sus existencias a lo eterno, es decir a
una absoluta infinitud en la que son absorbidas sus cualidades y esencias. ¿Qué
es el dolor?, se pregunta el príncipe, bueno, el sufrimiento es privación de un
deseo, es cuando se nos niega algo que queremos, es consecuencia del deseo. ¿Y
qué es esto del deseo? Querer tener cosas, asirse sobre cosas, personas, etc.
Pero el Buda observa que el deseo no se ejerce más que sobre una especulación.
El deseo es esencialmente sueño, una idealización, un “vernos” en el futuro, o
bien, un vernos en el pasado, esto que le llaman añoranza los brasileños y
portugueses dirían “saudade”. Si yo amo a alguien, por ejemplo, es porque nos
visualizamos a lado de esa persona, siempre, en todo momento y lugar. Y ama uno
las cosas y a las personas porque se tiene con ello el recuerdo de lo pasado. Pero
ese ejercicio de ensoñamiento del alma, no está en el presente, no se ubica en
la realidad inmediata, sino que se proyecta en el pasado o en el futuro. Pero
si se observa con delicadeza, en realidad, estas dos formas de transmitir los
deseos y pasiones del alma, estas dos formas de ensoñamiento, son subjetivas,
es decir, no tienen cualidades objetivas, no están fuera de nosotros, sino que
son muy nuestras, están en nuestro interior. La enseñanza inmediata salta a la
vista: no existe el pasado ni el futuro, solamente el recuerdo y el proyecto. ¿En
dónde se encuentran estas dos acciones del hombre? Pues en uno mismo.
¿Qué es lo único que queda hasta
este momento?, ¿Qué es lo que en apariencia es irreductible?: la respuesta que
le otorga la meditación del Buda en el árbol Bodhi, es que se trata del “yo”. Es
el yo el que se expresa mediante deseos, sueños, recuerdos. El hombre, una
persona, es en esencia, el recuerdo que tiene de sí, y eso incluye todo aquello
mediante el cual él es él: su pasado, sus vivencias todas. Como ya vimos, la
persona que somos, la captamos según nuestros recuerdos y proyectos. Es
entonces cuando, avanzados a este nivel, también nos damos cuenta que somos una
ficción, pues un recuerdo y un proyecto, no existen en la realidad (De hecho es
famosa la realidad comprobada de que no existe memoria sin refuerzo de la imaginación).
Y más allá…la noción de “realidad” es una creación mental para otorgarnos
substancia, es decir, para ubicarnos en un momento tempo-espacial, marcos
necesarios del conocimiento, de la consciencia. En esto hay que recurrir a la
explicación que ya dábamos cuando hablábamos del Samsara y del Origen
condicionado.
Para podernos imaginar la serie
de intuiciones que de golpe le vienen al Buda en su camino al despertar, pues pongámonos
en su lugar y vayamos observando.
A continuación expondré los
llamados “doce eslabones” del Origen condicionado que, esto es muy importante
recalcarlo, no explican en qué consiste el Origen condicionado, sino que
entablan un proceso de relación entre los momentos en los que, caminados de
manera inversa, se percibe el carácter de impermanente de la vida.
1.Avidyā: desconocimiento, al tener ignorancia no nos percatamos que toda
realidad son nada más que resultados de procesos mentales,
2.Samskāra: formaciones mentales; lo
que lleva a suponer que las cosas existen,
3.Vijñāna: consciencia; consecuencia
de suponer que las cosas existen, es suponer que un “yo” existe.
4.Nāma Rūpa: el error del “yo”, es
el resultado que se crea del error de que éste posee formas de concepción de la
realidad: la palabra y su forma,
5.ŞaDāyatana: si suponemos que las
concepciones existen es porque la condición para estas se den, son la captación
de los datos de la realidad por medio de los sentidos;
6.Sparsha: contacto (el fenómeno propio
de la vivencia o experiencia),
7.Vedanā: sensación inmediata de que
“algo” está allá, de que “algo” está siendo consumado por nuestro deseo;
8.Tŗşņa: A esto le precede el hecho
de alguna vez haber querido “tocar”, “sentir”, sumirse en la consumación de
algo deseado.
9.‘‘Upādāna’’: aferramiento a lo
deseado, o mejor dicho, al deseo.
10.Bhava: Claro, desear es tener
expectativa, tener expectativa es suponer que existe algo como el devenir, como
el tiempo que nos posibilita llegar a lo que queremos. “Bhava” es el tiempo.
11.Jāti: nacimiento: origen del
tiempo (ficticio, desde luego)
12.Jarā-maraņa: decaimiento, vejez,
muerte. (De la misma índole que el anterior, crea las etapas del tiempo, en
donde sus rasgos son las tres pruebas del sufrimiento inminente de la vida).
Una vez que hemos percibido, algo
así como lo que percibimos en el problema del conocimiento que se dio en la
historia del pensamiento occidental, el lapso de tiempo que media entre
Descartes a Hegel, la unidad irreductible parece ser el “yo” esa forma de
consciencia que nos ha permitido situarnos fuera de las ficciones de la memoria
y la expectativa.
Es entonces cuando ocurre lo que
sigue:
2.- El “Yo” como último (penúltimo
en realidad) y más difícil obstáculo al despertar (Anatman).
La principal de todas las
formaciones mentales es la consciencia de que somos, de que existimos. Pero en
el presente, al observarlo con cuidado, no existe nada como una esencia del
ego. Al menos, esto ya se los había dicho, en este momento difícilmente capto
algo por el cuál “yo soy”.
Estar atento a la realidad
inmediata es una de las características del candidato a lograr la iluminación.
De ahí que se diga que un iluminado, una de sus características es una espontaneidad
acertada. Esto solamente es posible cuando se pasa por completo la presencia de
nosotros mismos, dentro de la realidad en la que interactuamos. La timidez es
una forma de aferrarnos sobremanera al “yo”: tememos hacer el ridículo. La “eliminación”
del yo (no se puede eliminar algo que no existe) se percibe en relación a la
perdida absoluta de contacto con lo inmediato del deseo. ¿Para qué se desean
las cosas? Para poseerlas. ¿Quién posee? Un “yo”: pero el “yo” no es más que el
lugar en donde se citan deseos, vivencias y expectativas. La realidad del “yo”,
que a partir de ahora le llamaré “Atman”, no son más que ficciones. Si el
contenido del Atman es ficción, su forma ¿cuánto no más habría de serlo?
Este es el último vestigio de la
verdad vislumbrada por el Buda: que no existimos porque nada existe. Pero esto
es nihilismo. ¿Cómo se logra decir que las cosas aunque no existen aún hay que
hacerles frente y resolverlas?
Esta es la pregunta que se
propondrá contestar la escuela Madhiamaka, logrando los objetivos de que, si
bien, nada existe, esta misma cualidad absoluta de lo presente, le otorga un carácter
semejante a que todo sea. De ahí que
al Sunyata, al vacío, se le conciba como la “cualidad de lo vacuo”. Bueno esto
es un contrasentido ¿Cómo lo inexistente puede tener “cualidad”?
Bueno, dice la leyenda, que
después de vencido Mara se le apareció al príncipe Gautama él mismo, su
desdoblamiento, exigiéndole renunciar a la tontería de quererse suprimir. Hagan
de cuenta, y esto me parece totalmente acertado, algo así como que en eso se
resumiría todo este encuentro terrible que es estar frente a frente de nosotros
mismos, hagan de cuenta que se le presentó a Buda el mismísimo Nietzsche, o
peor aún, el Übermensch nietzscheano, ese superhombre capaz de persuadir a
cualquiera de que el futuro del hombre es uno mismo, que el deseo es una noción
mermada de voluntad y de poderío, de Will Zur Match, y que hay que
desarrollarlo hasta sus últimas consecuencias, que la plenitud del hombre se
halla en la consecución de todos sus sueños, mismo que son posibles de
alcanzar.
Seguramente este ente, este ego tratando
con todas sus fuerzas de resistirse a su aniquilación, le habrá dicho al
Shakyamuni que su proyecto estaba condenado a fracasar pues logrando su objetivo iba a demostrar que se
había equivocado pues no habría más que hecho su propia voluntad.
Señoras y señores, va la pregunta
de los 64,000: ¿es verdad esto?, ¿Llegando al Nirvana, realmente demostramos
haber hecho nuestra voluntad? Esto equivale a promulgar el fracaso eminente del
budismo pues se propone el imposible de dejar de proponerse. Pero, he aquí lo
que sigue:…bueno, yo le hubiese respondido a nuestro ego: “No, porque el
cumplimiento de mi objetivo, que es mi propia eliminación, implica ese acto
como el último del Atman, para dar paso a un estado privado de absoluta forma
de voluntad.
Semejante a como ocurre con el
suicidio, cabe preguntarse: ¿Es una forma de elección, de “resolver” un
problema, matarse? No, definitivamente no, puesto que se resuelve algo con la
finalidad de eliminar un obstáculo. ¿Para qué se elimina un obstáculo?; pues
para continuar. Pero el suicida no continua, el suicida abandona el juego, se
marcha de la partida, de la gesta. El suicida expresa una anomalía, un malestar
de origen: nunca estuvo de acuerdo con la vida. Es como si haya empezado a
jugar a regañadientes y a la primera oportunidad, pues abandona el barco.
Pues esto dicho con anterioridad
es muy semejante a lo que pasa cuando se logra la condición del Nirvana: en el
fondo lo que se expresa es una chispa inicial incontrolada por nuestra
voluntad, una fuerza de carácter general que no procede del sujeto. Todas las
demás cosas, todos los demás problemas, no fueron más que resueltos por el
Atman, por la ficción que somos nosotros mismos. Pero la capacidad de llegar
hasta el Nirvana no procede de nuestra voluntad solamente (recordemos que la
suma de las condicionantes que hacen causa, es lo que origina en realidad las
cosas), sino por una serie de elementos, dentro de los que descuella los
despertares anteriores del sujeto. Aceptar que se es nada, es aceptar que
formamos parte de una gran corriente energética que atraviesa siglos de perfeccionamiento, que proviene de un largo
peregrinar por el cosmos en búsqueda de la eliminación del gran círculo vicioso
de sufrimiento que significa la existencia. Este despertar se expresa a través
de múltiples reencarnaciones o pasos de un momento de energía a otro. El Buda
no llegó al Nirvana por sus propias fuerzas, sino que fue el resultado de un
largo proceso que culminó en él.
Lo que se le respondería a ese
Übermensch, es que nadie es responsable de su iluminación, sino que solamente
se deja llevar por el proceso del despertar que una vez se inició.
Una vez llegado este punto, se
elimina por completo al Atman, se le derrota, pues se diluye en una generalidad
absoluta, es cuando, de manera milagrosa, se alcanza el Nirvana, y todo lo que
fuimos, no es más que una pura nada.
¿Claro?, ¿Parece claro y
convincente esto? No tengo la menor duda de que es así, de que es bastante
claro. Como diría Neruda “claro como una lámpara, simple como un anillo”. Perfecto.
Bueno, ahora imagínense lo que
ahora les voy a decir y tiemblen: Olviden
todo cuánto les he dicho porque es mentira.
Claro: ¿Qué se esperaban después
de que se enterarán de que todo es ficción, de que todo es mentira? No tiene
nada de ilógico.
Pues esto es el Paramartha: La
ignorancia absoluta de no poder expresar la experiencia del Nirvana. Pero como
el Nirvana lo es todo, entonces viene a resultar que no sabemos nada.
La misma impresión nos deja
cuando Nagarjuna afirma que el Samsara y el Nirvana es lo mismo puesto que
ambas están vacías. Difícil situación nos pondría en temas harto complejos e
inacabables. Por mi parte yo opino que todo terminó hasta aquí, que ya no hay
nada más qué decir, que es hueco todo lo que podríamos plantear a continuación,
razón por la cual doy por terminada esta plática y espero que hayan captado
todo lo captable, y si no, pues ya tendrán otra vida para captar el Dharma del
Budismo.
Hasta la vista.
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