miércoles, 12 de octubre de 2011

ÚLTIMA PLÁTICA SOBRE BUDISMO: PARAMARTA


Pues hemos llegado al final de nuestras charlas. Toca hoy el turno al aspecto de la doctrina. Como sabemos es una de las primeras cosas difíciles que el discípulo budista debe aprehender a desajenarse, a olvidar, a hacer a un lado. De entrada, en la práctica, el discípulo, una vez decidido al llegar a las últimas consecuencias de las prácticas del desapego, pues está consciente de que su vida anterior quedó atrás, que, podríamos decir, saltó el muro del palacio y que no pudo despedirse de su esposa e hijo por el tanto dolor que le iba a causar…Esto quiere decir que el desapego no es ingratitud, que uno deja las cosas y le duele. De eso se trata, he ahí el sentido, el motivo de ser de la religión budista. Se trata de aprehender a desasirse de las cosas, pero sobre todo, de nuestros seres queridos. Este énfasis en los placeres y deleites que tiene la mitología budista, pues es bastante primario. Creo que la mínima preocupación del príncipe Gautama fue renunciar a su harem. L              o doloroso, lo realmente doloroso es esta imposibilidad de estar con quien no podemos estar.

Pero ¿qué pasa cuando se trata de hacer a un lado el mismo instrumento que nos permitió despertar la conciencia? Esto parecerá cosa absurda pero la misma doctrina exige ser superada, dejada atrás. Es coherente después de todo. Una de las causas por las cuales el budismo ha sobrevivido más de 2,500 años, es esta capacidad para poder adaptarse a las circunstancias pues las más de sus reglas se basan en una intuición de que las cosas están bien. Si esto es así, podrá convivir con otras posturas, y se podrá definir a su doctrina en base a su falta de definición, salvo por los elementos ya esbozados en estas pláticas.

Teniendo esto en mente, repasaremos los tópicos, los elementos que conforman el contenido de la doctrina budista (Dharma), para después tratar de explicar qué es el Paramarta.

Existen tres grandes grupos o ramas de desarrollo doctrinal del budismo: Theravāda, Mahāyāna y Vajrayāna. El primero tiene puesto un énfasis en el aspecto espiritual de total entrega a los principios de la renuncia, razón por la cual se le llama budismo de los ancianos, ya que…se trata  de asuntos de monjes, creen que la mejor forma de ser budista en siendo un monje, y aunque pueden poseer adeptos “laicos” digamos, pues consideran que solamente se alcanza la plenitud de la doctrina practicando  las privaciones ascéticas del monje. Digamos que el budismo Theravada es elitista.

EL mahayana o “gran vehículo” se opone a la escuela anterior en el sentido de que es mucho más abierta, haciendo énfasis en el trabajo laico.

De los sutras principales, como el Pali, se desprenden las famosas cuatro verdades:

1.- La vida es esencialmente sufrimiento (pruebas máximas de ello, según las cuatro ilustraciones del inicio del despertar del shakyamuni: la enfermedad, la vejez, la muerte, y la necesidad del ascetismo).

2.-La fuente del dolor, de todo dolor, es el deseo, la voluntad, el querer las cosas intensamente.

3.- El dolor se suprime suprimiendo al deseo.                                                    

4.- Esto es posible, totalmente posible, y así se rompe con la cadena de dolor que nos ataba a este mundo. El sendero noble, el mismo que siguió el príncipe Sidharta bajo la higuera Bodhi, es la solución a la presencia constante del deseo.

Cosa importante y por el cual el Buda tuvo que vagar mucho: al deseo no se le combate con un riguroso ascetismo, no se trata de maltratar al cuerpo sometiéndolo a extremos castigos. Al cuerpo no se le da lo que pide tampoco, no se le da, al menos, sino es de manera moderada, justa, tal cuál debe ser. Este deber ser, esta forma de moral budista, pues es la vía media, una especie de justo medio aristotélico. Pero esta captación del sometimiento del deseo posee consecuencias definitivas que Aristóteles no pudo imaginar. ¿A qué se debe que podamos elevarnos contra este gran azote para la humanidad que es la existencia misma? A que lo que se encuentra a extremos de la actitud de la vía media, es una ficción. ¿Cómo es que Buda llega a esa determinación? La respuesta trataré de darla a continuación.

La forma en la que se va a lograr esto es muy simple: en la meditación que se alza sobre la impermanencia hasta alcanzar la plenitud del Nirvana.

Para esto se requiere la ejecución de los siguientes pasos:

1.- la comprensión absoluta de que la vida es una gran ficción (Anitya).

Cuando el Tathagata llega totalmente decidido a encontrar las respuestas a todas sus inquietudes, y se sienta bajo la higuera Bhodi; en su viaje que inicia lo primero que observa es que las cosas que lo rodean van cediendo sus existencias a lo eterno, es decir a una absoluta infinitud en la que son absorbidas sus cualidades y esencias. ¿Qué es el dolor?, se pregunta el príncipe, bueno, el sufrimiento es privación de un deseo, es cuando se nos niega algo que queremos, es consecuencia del deseo. ¿Y qué es esto del deseo? Querer tener cosas, asirse sobre cosas, personas, etc. Pero el Buda observa que el deseo no se ejerce más que sobre una especulación. El deseo es esencialmente sueño, una idealización, un “vernos” en el futuro, o bien, un vernos en el pasado, esto que le llaman añoranza los brasileños y portugueses dirían “saudade”. Si yo amo a alguien, por ejemplo, es porque nos visualizamos a lado de esa persona, siempre, en todo momento y lugar. Y ama uno las cosas y a las personas porque se tiene con ello el recuerdo de lo pasado. Pero ese ejercicio de ensoñamiento del alma, no está en el presente, no se ubica en la realidad inmediata, sino que se proyecta en el pasado o en el futuro. Pero si se observa con delicadeza, en realidad, estas dos formas de transmitir los deseos y pasiones del alma, estas dos formas de ensoñamiento, son subjetivas, es decir, no tienen cualidades objetivas, no están fuera de nosotros, sino que son muy nuestras, están en nuestro interior. La enseñanza inmediata salta a la vista: no existe el pasado ni el futuro, solamente el recuerdo y el proyecto. ¿En dónde se encuentran estas dos acciones del hombre? Pues en uno mismo.

¿Qué es lo único que queda hasta este momento?, ¿Qué es lo que en apariencia es irreductible?: la respuesta que le otorga la meditación del Buda en el árbol Bodhi, es que se trata del “yo”. Es el yo el que se expresa mediante deseos, sueños, recuerdos. El hombre, una persona, es en esencia, el recuerdo que tiene de sí, y eso incluye todo aquello mediante el cual él es él: su pasado, sus vivencias todas. Como ya vimos, la persona que somos, la captamos según nuestros recuerdos y proyectos. Es entonces cuando, avanzados a este nivel, también nos damos cuenta que somos una ficción, pues un recuerdo y un proyecto, no existen en la realidad (De hecho es famosa la realidad comprobada de que no existe memoria sin refuerzo de la imaginación). Y más allá…la noción de “realidad” es una creación mental para otorgarnos substancia, es decir, para ubicarnos en un momento tempo-espacial, marcos necesarios del conocimiento, de la consciencia. En esto hay que recurrir a la explicación que ya dábamos cuando hablábamos del Samsara y del Origen condicionado.

Para podernos imaginar la serie de intuiciones que de golpe le vienen al Buda en su camino al despertar, pues pongámonos en su lugar y vayamos observando.

A continuación expondré los llamados “doce eslabones” del Origen condicionado que, esto es muy importante recalcarlo, no explican en qué consiste el Origen condicionado, sino que entablan un proceso de relación entre los momentos en los que, caminados de manera inversa, se percibe el carácter de impermanente de la vida.

1.Avidyā: desconocimiento, al tener ignorancia no nos percatamos que toda realidad son nada más que resultados de procesos mentales,

 2.Samskāra: formaciones mentales; lo que lleva a suponer que las cosas existen,

 3.Vijñāna: consciencia; consecuencia de suponer que las cosas existen, es suponer que un “yo” existe.

 4.Nāma Rūpa: el error del “yo”, es el resultado que se crea del error de que éste posee formas de concepción de la realidad: la palabra y su forma,

 5.ŞaDāyatana: si suponemos que las concepciones existen es porque la condición para estas se den, son la captación de los datos de la realidad por medio de los sentidos;

 6.Sparsha: contacto (el fenómeno propio de la vivencia o experiencia),

 7.Vedanā: sensación inmediata de que “algo” está allá, de que “algo” está siendo consumado por nuestro deseo;

 8.Tŗşņa: A esto le precede el hecho de alguna vez haber querido “tocar”, “sentir”, sumirse en la consumación de algo deseado.

 9.‘‘Upādāna’’: aferramiento a lo deseado, o mejor dicho, al deseo.

 10.Bhava: Claro, desear es tener expectativa, tener expectativa es suponer que existe algo como el devenir, como el tiempo que nos posibilita llegar a lo que queremos. “Bhava” es el tiempo.

 11.Jāti: nacimiento: origen del tiempo (ficticio, desde luego)

 12.Jarā-maraņa: decaimiento, vejez, muerte. (De la misma índole que el anterior, crea las etapas del tiempo, en donde sus rasgos son las tres pruebas del sufrimiento inminente de la vida).

Una vez que hemos percibido, algo así como lo que percibimos en el problema del conocimiento que se dio en la historia del pensamiento occidental, el lapso de tiempo que media entre Descartes a Hegel, la unidad irreductible parece ser el “yo” esa forma de consciencia que nos ha permitido situarnos fuera de las ficciones de la memoria y la expectativa.

Es entonces cuando ocurre lo que sigue:

2.- El “Yo” como último (penúltimo en realidad) y más difícil obstáculo al despertar (Anatman).

La principal de todas las formaciones mentales es la consciencia de que somos, de que existimos. Pero en el presente, al observarlo con cuidado, no existe nada como una esencia del ego. Al menos, esto ya se los había dicho, en este momento difícilmente capto algo por el cuál “yo soy”.

Estar atento a la realidad inmediata es una de las características del candidato a lograr la iluminación. De ahí que se diga que un iluminado, una de sus características es una espontaneidad acertada. Esto solamente es posible cuando se pasa por completo la presencia de nosotros mismos, dentro de la realidad en la que interactuamos. La timidez es una forma de aferrarnos sobremanera al “yo”: tememos hacer el ridículo. La “eliminación” del yo (no se puede eliminar algo que no existe) se percibe en relación a la perdida absoluta de contacto con lo inmediato del deseo. ¿Para qué se desean las cosas? Para poseerlas. ¿Quién posee? Un “yo”: pero el “yo” no es más que el lugar en donde se citan deseos, vivencias y expectativas. La realidad del “yo”, que a partir de ahora le llamaré “Atman”, no son más que ficciones. Si el contenido del Atman es ficción, su forma ¿cuánto no más habría de serlo?

Este es el último vestigio de la verdad vislumbrada por el Buda: que no existimos porque nada existe. Pero esto es nihilismo. ¿Cómo se logra decir que las cosas aunque no existen aún hay que hacerles frente y resolverlas?

Esta es la pregunta que se propondrá contestar la escuela Madhiamaka, logrando los objetivos de que, si bien, nada existe, esta misma cualidad absoluta de lo presente, le otorga un carácter semejante a que todo sea. De ahí que al Sunyata, al vacío, se le conciba como la “cualidad de lo vacuo”. Bueno esto es un contrasentido ¿Cómo lo inexistente puede tener “cualidad”?

Bueno, dice la leyenda, que después de vencido Mara se le apareció al príncipe Gautama él mismo, su desdoblamiento, exigiéndole renunciar a la tontería de quererse suprimir. Hagan de cuenta, y esto me parece totalmente acertado, algo así como que en eso se resumiría todo este encuentro terrible que es estar frente a frente de nosotros mismos, hagan de cuenta que se le presentó a Buda el mismísimo Nietzsche, o peor aún, el Übermensch nietzscheano, ese superhombre capaz de persuadir a cualquiera de que el futuro del hombre es uno mismo, que el deseo es una noción mermada de voluntad y de poderío, de Will Zur Match, y que hay que desarrollarlo hasta sus últimas consecuencias, que la plenitud del hombre se halla en la consecución de todos sus sueños, mismo que son posibles de alcanzar.

Seguramente este ente, este ego tratando con todas sus fuerzas de resistirse a su aniquilación, le habrá dicho al Shakyamuni que su proyecto estaba condenado a fracasar pues logrando su objetivo iba a demostrar que se había equivocado pues no habría más que hecho su propia voluntad.

Señoras y señores, va la pregunta de los 64,000: ¿es verdad esto?, ¿Llegando al Nirvana, realmente demostramos haber hecho nuestra voluntad? Esto equivale a promulgar el fracaso eminente del budismo pues se propone el imposible de dejar de proponerse. Pero, he aquí lo que sigue:…bueno, yo le hubiese respondido a nuestro ego: “No, porque el cumplimiento de mi objetivo, que es mi propia eliminación, implica ese acto como el último del Atman, para dar paso a un estado privado de absoluta forma de voluntad.

Semejante a como ocurre con el suicidio, cabe preguntarse: ¿Es una forma de elección, de “resolver” un problema, matarse? No, definitivamente no, puesto que se resuelve algo con la finalidad de eliminar un obstáculo. ¿Para qué se elimina un obstáculo?; pues para continuar. Pero el suicida no continua, el suicida abandona el juego, se marcha de la partida, de la gesta. El suicida expresa una anomalía, un malestar de origen: nunca estuvo de acuerdo con la vida. Es como si haya empezado a jugar a regañadientes y a la primera oportunidad, pues abandona el barco.

Pues esto dicho con anterioridad es muy semejante a lo que pasa cuando se logra la condición del Nirvana: en el fondo lo que se expresa es una chispa inicial incontrolada por nuestra voluntad, una fuerza de carácter general que no procede del sujeto. Todas las demás cosas, todos los demás problemas, no fueron más que resueltos por el Atman, por la ficción que somos nosotros mismos. Pero la capacidad de llegar hasta el Nirvana no procede de nuestra voluntad solamente (recordemos que la suma de las condicionantes que hacen causa, es lo que origina en realidad las cosas), sino por una serie de elementos, dentro de los que descuella los despertares anteriores del sujeto. Aceptar que se es nada, es aceptar que formamos parte de una gran corriente energética que atraviesa siglos de  perfeccionamiento, que proviene de un largo peregrinar por el cosmos en búsqueda de la eliminación del gran círculo vicioso de sufrimiento que significa la existencia. Este despertar se expresa a través de múltiples reencarnaciones o pasos de un momento de energía a otro. El Buda no llegó al Nirvana por sus propias fuerzas, sino que fue el resultado de un largo proceso que culminó en él.

Lo que se le respondería a ese Übermensch, es que nadie es responsable de su iluminación, sino que solamente se deja llevar por el proceso del despertar que una vez se inició.

Una vez llegado este punto, se elimina por completo al Atman, se le derrota, pues se diluye en una generalidad absoluta, es cuando, de manera milagrosa, se alcanza el Nirvana, y todo lo que fuimos, no es más que una pura nada.

¿Claro?, ¿Parece claro y convincente esto? No tengo la menor duda de que es así, de que es bastante claro. Como diría Neruda “claro como una lámpara, simple como un anillo”. Perfecto.

Bueno, ahora imagínense lo que ahora les voy a decir y tiemblen: Olviden todo cuánto les he dicho porque es mentira.

Claro: ¿Qué se esperaban después de que se enterarán de que todo es ficción, de que todo es mentira? No tiene nada de ilógico.

Pues esto es el Paramartha: La ignorancia absoluta de no poder expresar la experiencia del Nirvana. Pero como el Nirvana lo es todo, entonces viene a resultar que no sabemos nada.

La misma impresión nos deja cuando Nagarjuna afirma que el Samsara y el Nirvana es lo mismo puesto que ambas están vacías. Difícil situación nos pondría en temas harto complejos e inacabables. Por mi parte yo opino que todo terminó hasta aquí, que ya no hay nada más qué decir, que es hueco todo lo que podríamos plantear a continuación, razón por la cual doy por terminada esta plática y espero que hayan captado todo lo captable, y si no, pues ya tendrán otra vida para captar el Dharma del Budismo.

Hasta la vista.

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