lunes, 17 de octubre de 2011

REFLEXIONES BUDISTAS I





Poner la fe en un Dios: asumir el sentido propio de las cosas. Pero al poner la fe en sí mismo, no queda otra que imprimirles un sentido.
cd
Sí existe una voluntad de poderío en el desapego budista: es la fuerza de millones de años de una luz que renació en nosotros.
cd
Siddharta le llamó a su hijo “Rahula”, traba, cadena, lazo. No es un nombre negativo, es todo lo contrario: quizás sea la única razón por la cual se podría tomar el camino del Bodhisattva.
cd
Siddharta, a pesar de haber sido a siete días de nacido, cuenta la leyenda que toda su vida llevó el dolor de la pérdida de su madre. Se cuenta que cuando el Iluminado regresó a su casa, les pidió perdón a su esposa y a su hijo. Una vida por los extremos atada, era la única que podría comprender el dolor absoluto de la pérdida.
cd
Es indiferente no haber sufrido el proceso de la reencarnación para experimentar la eterna rueda de sufrimiento de la vida. Todos los días somos otros, y todos los días cometemos los mismos errores.
cd
En el momento más profundo de su inútil ascetismo, Shakyamuni fue presa de un recuerdo repentino: el día en que descubrió que una comunidad de insectos era aplastada por un arado, y que ese sufrimiento era absorbido por él mismo, por la naturaleza toda. Era el inicio de la Compasión. La luz nos sobreviene de los lugares más recónditos de la mente, a veces despreciados, a veces ignorados de tanto tenerlos ante la vista. Después de eso Buda diría todas las mañanas: he aquí que estamos despertando.
cd
No hay verdad más grande en el hecho de que el iluminado consigue la excelsa generalidad: es el ser más ordinario que existe. Lo especial, lo excepcional es la ficción del afeite, el adorno sobre el vacío. Estar en lo que somos, he ahí el verdadero reto.
cd
Todo lo que no es problema humano, no debiera ocupar el corazón del hombre. Se entiende así que el inicio de la sabiduría correcta estriba en no preguntarse cosas tales como el origen del universo, el sentido de la vida, la esencia de la realidad, la existencia de los dioses…A la luz de las necesidades humanas estás resultan impertinentes.
cd
Se dice que es inexacto afirmar que el término “deseo” signifique el deseo todo, per se. Que la intención del budismo es solamente domar ese deseo, dirigirlo hacia la búsqueda de la iluminación. De cualquier forma, habría que entender que toda forma de deseo se asienta sobre la transitoriedad de una victoria. Este asentarse es la causa del dolor, no propiamente del deseo en sí.
cd
Se dice que cuando el Buda recibió la noticia de la muerte de su hijo y de su esposa en manos de un sanguinario conquistador, se estremeció de dolor. El Buda había fallado, su doctrina no le había asistido, su propia medicina no lo curaba de su malestar. Pero es que, ¿cómo no estar cerca de la trascendencia, cuando el poder de la muerte nos ha tocado y nos ha arrebatado todo lo que nos ataba a esta tierra?
cd
Las últimas palabras de Buda giraban en torno a aceptar las cosas y su terrible realidad, a esforzarse y dejar pasar aquello que no era importante. Tal pareciera que no decía nada que no supiéramos. ¿En dónde estaba la diferencia? Solamente alguien que ha tenido la experiencia de la iluminación la puede hacer notar. El vislumbre está en la actitud de encarar a  la vida y, por ende, a la muerte con la sonrisa de quien sabe que todo (el universo, el tiempo) ha llegado a su fin.
cd
¿Qué sería el hombre sin la experiencia del dolor? No me lo puedo imaginar…La sustancia del universo es el sufrimiento. El hombre no “experimenta” el dolor, el hombre es él mismo el dolor.
cd
Jesucristo se despojó de su divinidad abandonando lo absoluto para ir en pos de un rescate de dudosa victoria. Buda haría lo propio con el Nirvana. Y… ahí acaban las similitudes. Lo que viene después es justo lo que nos hubiese gustado que ocurriera con Jesucristo: Sin milagro, sin resurrección, con todos los rasgos propios de lo humano y entregado a una forma de muerte carente de toda gloria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario