martes, 10 de enero de 2012

TRATADO ESTÉTICO II


Matisse

Resumo: La tezo estas: la art abstrakta estas la emancipació de la principo de la tre temporal  elementoj en donita reprezento.


Si se habla de ruptura en el ámbito visual tendríamos que imaginarnos el lugar de la pintura al momento de la invención de la cámara fotográfica[1]. O viceversa.


Por reflexión básica habríamos de preguntarnos sobre la utilidad de la reproducción de la realidad, del medio circundante que envuelve al ser humano con su cobijo de belleza, del papel de momento eternizado de la obra pictórica. Esto es un aspecto del arte, llamémosle así, de índole técnico, circunscrito en la ejecución de la obra como problemática de ralea muy semejante al aspecto formal[2].


Ahora bien, si la pintura y el dibujo tienen un símil en la fotografía o el video, es sólo el aspecto técnico el que diferencia al uno del otro: por ejemplo, a nivel de composición de los elementos en un plano dado se trata del mismo escollo u objeto artístico; igual funciona la regla aurea o los principios de la proporción. Desde luego, es evidente que estamos hablando únicamente del resultado en su aspecto visual. En el caso del cine está claro el lugar que ocupa éste pues existen los demás elementos claros y distintos: música, dramaturgia, montaje escénico, montaje literario, etc. Por ello únicamente habría qué entender el aspecto esencial de la fotografía dentro de las artes visuales.


Propongo la siguiente definición: el uso de un dispositivo mecánico y/o digital para la obtención de la luz del entorno visual y su fijación en un registro tangible o virtual.  El ya famoso φως (phōs, «luz»), y γραφή (grafḗ, « escritura»).


Lo demás que se pueda agregar, en especial el encuadre discriminatorio, es asunto de índole pictórica, y, aún más: del dibujo.


Parto del hecho de la ejecución inicial histórica: el recurso primario fue el del trazo registrable en las pinturas rupestres (que nos recuerda la parábola de la caverna de Platón a manera de cuarto oscuro). También es primaria el aprendizaje del niño a dibujar sus letras: el aspecto semántico se encuentra separado de la noción gráfica teniendo éste únicamente relación con su aspecto fonético. (Etimológicamente Infante significa “sin habla”).


Sin embargo, desde un punto de vista del desarrollo de la intelección estética, o lo que es lo mismo, de la elevación hacia el plano simbólico humano, es la fotografía el asunto más primitivo pues al ser un medio que únicamente registra lo dado o lo presente, no posee mayor juicio que el de la selección de la escena o el encuadre, es decir, reproduce el fenómeno óptico ocular. Prueba de esto es que existen fotografías absolutamente irrelevantes desde el punto de vista estético. Por el contrario, no existe dibujo o pintura que no sea creada a partir de un sentido estético. Es menester agregar respecto a esto que las imágenes icónicas (letreros, símbolos en los ordenadores, etc.), carecen de intención representativa estética, al menos de manera directa: no se crean sino es mediando por lo menos un sentido del gusto (bueno o malo).


Si se agrega al encuadre la corrección de éste (y por esto habríamos de acotar lo correcto a la intención de quién toma la fotografía), las cantidades de luz (y lo que esto conlleva como el registro total de su espectro o solamente de unos cuantos a través de filtros), tendremos dos elementos para juzgar al fotograma como de índole estética[3].


Un tercer elemento lo conforma la disposición de los elementos una vez decidido el ámbito o esfera de movimiento de éstos[4]. Es importante hacer ver que la fuerza de los elementos proviene de la fijación de los movimientos supuestos que, a su vez, provienen del tiempo. En esto es necesario emular los movimientos de los cuerpos en el cine que crea la multitud de fotogramas. Aún en el congelamiento se haya presente el tiempo: en el ritmo de las formas que se acusa en las poses de los objetos. Un ciprés inclinado, un brazo flexionado, una posición del rostro, etc., aluden  la sucesión de momentos diferentes y de la inercia-peso que poseen los cuerpos. Vemos como entonces el tiempo, a través de la imagen, se traduce a un asunto de relaciones proporcionales, de la colocación de cada elemento en su lugar correcto. Como no sea tratándose del futurismo, esa corriente estética cercana a la visión del registro permanente del movimiento, la obra estética visual traduce a su lenguaje espacial la realidad del tiempo.


Se dirá que existen cuadros de elementos inanimados. Olvidándonos un momento del arte abstracto, observamos que en el pretexto por antonomasia (el bodegón), no existe registro del tiempo. Pero es sólo apariencia. En realidad los objetos están “cayendo”, de otra manera no se explicarían sus superposiciones o deformaciones dimensionales. La energía, la fuerza, el poder de una representación se halla en la medida del registro de la gravedad de los elementos que la conforman.



Sección aurea, imagen tomada de portalplanetasedna.com.ar



Es paradigmático el ejemplo de los arcos arquitectónicos: expresan ritmo, y el ritmo es una forma de medida de la temporalidad. Un “beat” musical posee “grove” en la medida en la que “tira para adelante” y tiene “feel” si se atrasa. Es un asunto de presión y depresión, mutatis mutandis. De igual forma, la perspectiva, por ejemplo, no aparece sin ese “grove” o “feel” que se dan en la cercanía o lejanía de los elementos (columnas), que conforman la sucesión (puente o arcos). El elemento pequeño “invita” al ojo a encontrar un punto de fuga (ir para adelante) y el grande a quedarse en el lugar de observación (retraso de la visión).


Sucesión es reproducción, repetición de un mismo elemento. Lo temporal afirma lo sexuado, y lo quieto, lo estéril. Un tiempo exacto, a la medida de un metrónomo-reloj, solamente hablaría de un tiempo muerto o eterno.


La obra visual puede contener este “tiempo muerto” ajeno a lo depresivo o eufórico, por llamarle de una forma en la que el ritmo sale o se adentra, se aleja o se acerca. Si se enajena de estos elementos forzosos de lo humano, se crea un arte simbólico cercano a la producción iconográfica o bidimensional.


Tanto en el clasicismo (equilibrio de fuerzas centrípetas y centrífugas), como en el arte contemporáneo (una explosión de la fuerza centrífuga y, por tanto, similar a lo tangente), existen fuerzas con tendencias definidas.





Regla de los tercios, imagen tomada de carolvideos.blogspot.com



Por el contrario, cuando se sale de estos planos tenemos una producción “estéril”, de sensación metafísica: toman su fuerza de la incomprensión del fenómeno de la luz, es decir, del color, y de la “línea y el punto con referencia a un plano” (Kandinsky).


El arte abstracto es la emancipación del principio de la fuerza temporal de los elementos en una representación dada. Lo anterior significa que se deja fuera al tiempo, o lo que es lo mismo, lo “fotografiable”.


Ahora bien, tema de especial importancia lo ocupa la teoría del color en el aspecto de su abstracción[5]. El empirismo inglés asegura que no existe ninguna forma intelectiva que no posea sus bases en la experiencia. De ahí que Kant luego diga que las intuiciones puras (no categorías a priori, esto es importante aclararlo), sean el tiempo y el espacio y que éste tenga por singular medida de objetividad al color, mismo que no puede contarse como una atribución de las categorías de los objetos (extensión, figura, solidez, número…etc.) sino algo que carece del elemento subjetivo. Esto último, por cierto, bastante discutible.


El punto de entendimiento del problema del color lo constituye el hecho de que la explicación fisicalista de que las ondas o frecuencias de emisión de ciertas superficies al absorber unas y rechazar otras y el efecto que crea en el ojo, no constituye una esencia sino solamente una causalidad. Igualmente ocurre con la reducción del problema a un fenómeno neurofisiológico (¿El color desaparece cuando no hay luz ni retina que lo perciba?). Tal parecería que el problema radica en el nombre mismo del color; es decir, que no existe tal entidad aunque sea un fenómeno claro.



Color violeta: longitud de onda entre los 420 y los 380 nanómetros (el color de frecuencia más alta que puede percibir el ojo humano) Imagen tomada de http://es.wikipedia.org/wiki/Violeta_(color).



Para esto, habríamos que observar la diferencia entre pigmento y color. El primero es aún la sustancia (un objeto reducido a determinadas cualidades particulares) en donde percibimos al color. El granulado o el pixelaje no son formas de pigmentación sino su registro. La pigmentación solamente se da sobre los objetos de la realidad. Pero ¿un cuadro, una foto, una imagen digital, no son acaso también “objetos”?


La obra artística no puede mantenerse indiferente a la problemática del color porque la diversidad y tonalidades de la gama de colores son también vehículos de expresión del espíritu elevado. Es clara la impresión onda que causa un naranja rojizo a lado de un verde ocre (efectúan casi el imposible fenómeno del verde-rojizo, amén de que imprimen en el ojo humano una sensación de libertad apasionada). Las tonalidades primarias son émulas de la estética minimalista de la misma forma en que las formas geométricas simples son propias del Suprematismo. En el fondo, lo que subyace en la creación artística colorida es el problema de la profundización de cada esencia del color.

Elements Vegetaux, c.1947 Serigrafía por Henri Matisse en AllPosters.es


Si existe una filosofía del color, existe también una estética del mismo. La estética va más allá de la simple teoría del color pues éste no tiene el valor de la praxis. La acción propia del manejo de los colores posee hondo sentido psicológico a sí como el manejo de un experto como lo sería el colorista. Éste tiene su mayor campo de acción en la pintura, el comic y la fotografía.


Sin embargo, por la misma razón por la cual el color es una problemática filosófica, el plano puro de representación estética es con referencia al cromatismo. La línea o el punto normalmente es imaginable como negro sobre un plano blanco, es decir, ausentes de descomposición de la luz o de plano en “ausencia” de toda ella. Estamos en la base fundamental de todo lo relacionado con la expresión pictórica. Si se quiere escarbar las posibilidades de todo cambio en la perspectiva de la creación estética fundamental se debería renunciar al color y a la representación fotografiable.


 1] Otra forma de expresar esto es abordando el asunto de la legitimidad de la fotografía como arte o de la pertinencia del Naturalismo como corriente artística. En esto cabría investigar el trabajo del pintor convertido a fotógrafo Gustave Le Gray.
[2] También existen los factores históricos (sociales, económicos, políticos) del ascenso de la fotografía como medio de sujeción histórico al creciente poderío burgués capitalista y positivista, en ser retratada como poder emergente.
[3] Existen elementos de juicio en el sentido estético del fotograma muy propio como lo sería la profundidad de campo o ámbito de enfoque, y el nivel de saturación de la luz expresada en isos.
[4] Esta es la parte más endeble de mi disertación, por lo que es probable que después pueda ser mucho más exacto o de plano virado hacia otra postura.
[5]Gran parte de lo siguiente está tomada de la siguiente página en donde el maestro Tomasini Basols diserta sobre el problema del color desde el punto de vista wittgeinsteiniano. http://www.filosoficas.unam.mx/~tomasini/ENSAYOS/Colores.pdf

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