Antes que nada una aclaración:
solamente me estoy enfocando en el asunto de la trama;
la película es de una factura impecable, correcta y dinámica,
un soberbio ejercicio de realización técnica.
Unas buffalo wings
inexistentes, equipos de celular por plan de trabajo, clínicas primer mundistas
de aborto, confusión entre pandas y castañas, y una frase célebre: “ganaba de
todas formas: si trabajabas conmigo o si ya no trabajabas para ellos”, una
prueba de sonido con discurso pendejete apantalla pendejos, y la cara impávida
de un Ryan Gosling muy chafireteable (Drive, Refn 2011), del que nunca nos
creemos como fan de la integra democracia proliberal protecnológica
protochingonistica (¡Por Dios!, cada espécimen probable que tienen los gringos).
La técnica del blofeo (“si
no existe la nota, es tu palabra contra la mía”), la inconsistencia de la
inteligencia, la putería políticamente comprometedora, la enésima crítica
blanda a la moral gringa, todo ello dirigido por ¡George Clooney! A lo Shakespeare
(Julio César, 1599), queriéndonos envolver en la fastuosidad romana del Idus de
Marzo (Desde luego que el título no nos dice nada sino hasta que se revisa la Wikipedia,
así que hagánlo).
Tu cuoque fili? Sí papá por haberme comido el mandado
Aunque me da weba hacer la
sinopsis la voy a hacer para que se den una idea de este churrito: La muy
promesa de manager mercadologo político Stephen Meyers (Ryan Gosling) es un muchacho
(ni tanto, la muy buenota interna de 20 años Moly -Evan Rachel Wood-, le
adivina sus 30 años) que funge de subasesor de campaña del candidato a la
presidencia (el mero bueno asesor es Paul Zara –Philip Seymour Hoffman-, perro
viejo de colmillo honestamente cabrón) , el gobernador Mike Morris (George
Clooney), se ve pronto entre la espada y la pared cuando una metida de pata
propia y el conocimiento de una metida de pata ajena le hacen estar a un pelo
de volverse el asesor más importante del hombre más poderoso de los Estados
Unidos. Resulta que el señor candidato tiene cola que le pisen pues embarazó a la
ya susodicha Moly, y ésta tuvo que practicarse un aborto con la lana de la caja
chica de la casita de campaña que el encabronado, desilusionado, amante de
meritorias y a punto de tomar venganza Stevie le proporcionó. Pues resulta que
al chamaco lo corren por ceder a la tentación de recibir los elogios de un muy
chingón Tom Duffy (Paul Giammatti ¡el mejor de todos ellos dicho sea de paso!),
asesor de campaña del contrincante de Morris; y como Norteamérica nunca pierde,
el chaval usa la información del desliz sexual del gober (y el ya triste
suicidio de la joven), para, no solamente hacer que Morris ganara la máxima
posibilidad de ser Presidente al aliarse con un cabrón diputable, sino que le quitara la chamba al pobre Paul Zara.
¿El final de la historia? No
existe: queda en manos del espectador pues la peli cierra con un rostro en
primer plano del eterno chafirete Gosling de quien no sabemos si hizo todo por
vengar la vida de una muchacha de quien se enamoró o por su simple sed de poder
y deseo de venganza.
The drive, del hotelito a la clínica de abortos.
Bueno, aquí va esto de lo
que me incomodó al momento de ver esta peliculita dominguera:
1.- Nunca nos creemos que
pueda existir un asesor de campañas electorales tan idealista.
2.- Carece de sentido que
alguien tan inteligente como Meyers caiga en la trampa de Duffy, o peor: que no
utilizara la situación de su coqueteo de éste para sacar ventaja del candidato Morris
sobre Pullman.
3.- Por lo mismo, era
desproporcional el arguende que hacía Zara entorno a la supuesta “infidelidad”
que había hecho Meyers. Esas cosas no significan nada: el contrapunto de la
articulista o columnista del Times (Marisa Tomei), sólo sirve para hacer grande
lo que no es más que nada. Este punto es el que hizo que todo el demás cuento
moral de Clooney (como lo calificó cierto reseñista por allá), me pareciera artificial.
4.- La actitud de la joven practicante
Moly me parece inconsistente: ¿cómo alguien tan aquejada por un problema de
embarazo no deseado y, peor aún, cuyo origen provenía de un desliz con el
candidato a quien servía en su campaña iba a tener tiempo de ligarse al buenazo
de Meyers?
5.- La actitud de Meyers es
incomprensible: por más superficial que hubiese estado su relación con la
meritoria, no sabemos si se molesta porque le comieron el mandado, porque la
desilusionó la chica, su candidato o porque no es tan chingón como parecía. De cualquier
forma la solución a ese acertijo pueda estar en el hecho de que todo idealista
es intolerante y que no acepta que se le contradiga.
6.-De ninguna manera un
experimentado político como Morris hubiese caído en la trampa de Meyers, que, dicho
sea de paso, no tenía Nada más que su resentimiento (porque amor a la chica no
lo era, lo que nos lleva a pensar en el lógico desenlace dejado al “aire”).
7.- No tengo nada más qué
decir. Así que voy a terminar dando los aplausos al soberbio de Giammati quien
se lleva la película. Corto pero consistente; los demás, pos bien…
FIN
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