Veo al mundo y estallo de mí, me colmo de mí, de nada,
incluido el todo.
Millones de niños, millones de galaxias, un microscopio
solar son mis manos, resguardo lo infinito.
Tu pelo es una parvada con alas de hojarasca
y tu sonrisa un jeroglífico esculpido en el desierto de tu
rostro.
Y al decirlo toda tu belleza me pertenece.
Soy poderoso, puedo crear y destruir: río reptil que camina
entre la verde espesura del monte,
agua marchita ante el fuego ya ceniza, que nombra a la
ceniza abandono, al abandono silencio.
¿Habéis visto el poderío que traigo?
Puedo hacerme salir del cuarto contiguo,
aún y cuando yo estoy aquí,
puedo romper el sueño con mi crujido de rama.
Puedo penetrar tus ojos, hacerlos declinar, sorberles el
paisaje,
hacerlos llover sobre la desolación de mis palabras.
Puedo cortarte el sueño, drenar las horas estancadas en el
reloj,
llenar de ecos las bocas apagadas.
Puedo escribir la página de tus ojos con la sangre del
silencio,
puedo imaginar que puedo,
y puedo hacer que imagines que puedo.
Puedo hacerte hablar y guardar silencio:
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