El
hecho que haya pasado por religión perseguida no debería hacernos olvidar que
el cristianismo adquirió estatura de poder absoluto gracias a las vicisitudes
políticas de una Roma corrompida y macerada.
Se
trató de un hecho de comensalismo: El Estado decadente se nutrió de una forma
monolítica de poder expresada en un dogma universal y absoluto; la nueva
religión se propagó gracias a los canales administrativos que todavía sostenían
la existencia de un Estado nacional. Esta asociación definió una vez y para
siempre la forma de ser de las organizaciones sociales en occidente. En
realidad, el poder político y espiritual siempre se ha servido el uno del otro.
No puede ser de otra manera: ¿quién se atrevería a negar la carga de
responsabilidad política que implica ser un iluminado? El padre de Buda
Shakyamuni temía que su hijo dejase de ser un líder político a cambio de un
gran hombre santo. No sabía que son la misma cosa: basta para ver la historia
para corroborar el hecho. Y la decepción de Judas Iscariote es infundada.
Ningún líder político verdadero lo es sin misticismo.
Después
del Concilio de Nicea y tras la caída del imperio romano de occidente, la
diáspora de la aristocracia romana por toda Europa, debería de aún quedar
sujeta a una forma de imperio: el sacro románico-germánico; es decir, sustraído
a la jurisdicción de los barbaros y los cristianos. Todo pequeño reyezuelo
feudal no podía menos que besar la cruz y someterse a la suprema omnisciencia
del evangelio; es decir, a la Iglesia, al todavía existente monarca romano.
Siempre
me pareció sospechoso el nivel de propaganda política que poseía el
cristianismo en sus orígenes. Ningún cristiano medianamente instruido se le
puede ocurrir el día de hoy negar los grandes beneficios que le procuraron a la
nueva religión los gestos extrovertidos de un Constantino. Y es que la política
poco tiene de espiritual como mucho de poderoso: o perece en manos de sus
adversarios o se impone mediante el edicto de la violencia. ¿Qué otra cosa es
oficializar una doctrina religiosa sino elevar a sus sectarios al régimen de
policía del Estado? Por provocación, San Gregorio o Tertuliano, debieron haber
conocido la suma verdad de tener que hacer violencia a sus almas perdidas por
medio de su buena nueva como recurso necesario. A San Agustín le parecía un
milagro la expansión instantánea del cristianismo; a nosotros nos parece que el
cristianismo siempre tuvo el estatuto de pandemia: fue un movimiento religioso
que creció bajo los auspicios de una sociedad decadente y una nueva época de
expansionismo político.
Dos
cosas ayudaron de gran manera a propagar la doctrina del apóstol Pablo: la
redirección del desprecio hacia la paganidad perdida, ahora redimida, hacia sí
misma, y, la disolución de los estatutos políticos de los ciudadanos romanos. El
ciudadano romano era el centro de los mayores vituperios de la doctrina, si
aquél, por un desliz como por una presión política, cedía a los beneficios de
la conversión, no tenían más remedio que atacarse a sí mismos. Se entiende ahora
la causa del reguero de pólvora, de la saña paulina: no se atacaba a todo, sino
solamente a las defensas, motivos de orgullo de la paganidad: la estatura moral
que antaño gobernó, la de una corpulencia forjada al calor de los dioses
terrenos. Lo cuantitativo y lo cualitativo de un sólo plumazo. La fecundidad
espiritual de la antigüedad estaba muy cansada para hacerle frente a la turba.
Los espíritus antiguos tenían el derecho a la libertad de ser indiferentes, de
perecer en manos de su propia dignidad aristócrata. No se cumplía en una nueva
forma más que el fanatismo que siempre ha dominado la sangre del hombre desde
un principio sin fin. Los estoicos y los epicúreos lo sabían: la responsable de
las decadencias, de la caída de los imperios no son las invasiones, sino las
conquistas espirituales. El verdadero enemigo nunca fue Alarico o sus vándalos,
sino un puñado de fariseos resentidos. En efecto: la idolatría es instintiva y
el cristianismo no iba a ser la excepción. Finalmente éste, pretendiendo ser
una reforma del espíritu, terminó siendo un cambio político en el que se
infiltraron las bases para un nuevo Estado en el que la división clero-Iglesia
sería la piedra de toque de un oscurantismo anticristiano.Una vez elevado a
rango de constitución política, el evangelio se convertiría en una forma de
propaganda nacional, de nacionalsocialismo imperialista.
Todo
lo contrario cuando es el espíritu el que busca una solución a su sed de paz y
de medicamento. Si andando el tiempo se topa con un folleto “espiritual”, sin
duda le será de gran provecho. ¿Qué clase de doctrina que pretende ser la gran
solución a los más íntimos de nuestros abismos puede ser resumida en unas pocas
líneas de palabras vacías? Las letras son dunas estériles que sólo el alma
atribulada les puede imprimir fertilidad. Más… ¿qué esperar de una forma de
sanación que ignora por completo la trascendencia de la sabiduría por encima de
la Fe y de la Esperanza? Puede decir lo que sea a condición de preservar las
notas no pocas del chantajismo emocional y de las condiciones que nos impulsan
a abrazar una fe ciega. Amor, fe, esperanza, las tres virtudes teologales del
cristianismo nos dicen todo sobre ella. Todas ellas formas carentes de sentido,
impregnadas de irracionalidad.
Los
grandes males del cristianismo hay que encontrarlos en la bilis de San Pablo.
Demasiados enojos nos hacen verlo como un cristiano de sospechosa cepa.
Atropellar al interlocutor es un signo de suprema incapacidad para las
profundidades espirituales. ¿Quién, sabiendo de la inmensidad basta de una
compleja sabiduría divina y estando en una nobleza básica, se inclinaría a tratar
con dulzura sus recovecos? No existe otra forma que no sea la difícil para
hacerle frente a lo que está más allá de lo humano. El que algo sea imposible
no es condición para que no intentemos abordarle. No se le falta al respeto a
un objeto de devoción como no sea preocupándose poco por ponerla a prueba. ¿A
qué se debe la falta de poder en las palabras de los cristianos al momento de exponer
su verdad? A su falta de contenidos. Eso solamente lo otorga la experiencia de
una espiritualidad ejercitada en la duda y en el examen, en una dialéctica en
el que se permite la libertad de la reinvención, en el que se le da a la verdad
la oportunidad de sernos útil.
No
tengo ninguna duda en que toda alma insatisfecha no permanece por mucho tiempo
en su lugar de martirio. Cansa no estar satisfecho de algo que se supone es la
gran cosa, de algo que debería llenar todo nuestro ser y que solamente a medias
logra saciarnos. Es decir, a no saciarnos. Un alma espuria prueba que lo es
cuando todos los días se rasca la llaga que hace mucho tiempo debió haber
cicatrizado. La simulación como forma de perpetuarse en la mediocridad es la
que reina en los corazones miopes, cortos de esperanza en ser distintos a ellos
mismos. La nobleza no se compra, se hereda. La verdad es aristocrática, por eso
no respeta ninguna forma de posición privilegiada, igualdad o nepotismo que los
hombres pudiesen oponerle.
Aunque
siempre existe un maestro y un discípulo, éste no lo es sino por iniciativa de
sí mismo. Le hacemos violencia a un ser el imponerle un medicamento para una
enfermedad que no tiene. Porque quien no viene enfermo a la vida no puede saber
qué cosa es la vida misma pues sólo al cobijo de un contrario encontramos
definición de una esencia. De quien nace inconsciente de su enfermedad no se
puede decir realmente que está enfermo: pertenece a una forma de vida que ha
alcanzado su máxima prueba, es decir, que se trata de una persona a quien esta
vida le resulta más que suficiente. Ellos ya tienen su gloria y su paraíso. Son
a estos a los que les está vedado conocer la verdadera sabiduría. Un candidato
a sabio prueba serlo a medida de un preguntarse individualmente, reiteradamente,
con sistematización febril. Ya en su seno trae la conmoción originaria por la
infinitud del universo, el dolor de haber nacido, de vivir, el dolor de tener
que morir. Una doctrina que se proclama igual para todos es sospechosa: ¿Qué
clase de producto vende que puede ser barateado de esa forma tan genérica? Esta
tolerancia y este respeto que tiene la verdadera sabiduría, tiene por
contrapunto esta forma de preguntarse hasta no aguantar una noche más sin
respuesta; ambas constituyen los elementos que hacen cobrar vida al fenómeno de
la iniciación en la sabiduría auténtica.
Bien
pudo no haber sido el escenario el que la historia se encargó de montar en
donde el cristianismo vino a la vida. Bien pudo haber remado contra corriente,
escondido entre la ignorancia de los bajos fondos, entre las catacumbas del
horror, o bien pudo ser beneficiado por algún emperador piadoso, lo cierto es
que el auténtico hombre capaz de obrar la maravilla de convertirse en un ser
bueno, no posee capacidades para que les afecten tales circunstancias. La
chispa eterna del llamado espiritual supremo no respeta ninguna forma de
tribulación o sosiego.
He
dicho “ser bueno”, pura y llanamente. Porque un ser calificado a sí, desde
luego que es una disonancia en la compleja armonía que gobierna al universo. No
sé si es un hombre, una persona…ha salido de esas categorías. El hombre es
esencialmente malo pues sufre. No tengo la mínima duda de eso; puedo dudar de
cualquier otra cosa, menos de este punto de partida esencial, constatable día a
día por mi reflexión y mis sentidos. Quien no sufre no llega siquiera al
estatuto de hombre. No sé qué sea, para los fines reales, no importa: no le
hace falta el agua espiritual. La hermandad entre los hombres se me hace
constatable solamente por esta certeza: el dolor. El universo fue equitativo en
la repartición del mal inminente, de la enfermedad mortal, de la desesperación
y de la angustia, del principio de individuación. Este sufrimiento y parálisis,
esta esclavitud del espíritu del hombre, me hace sentirme liberado cuando
afirmo que una doctrina que se expande por medio de la promoción, del panfleto,
difícilmente decidiría la perdida de esclavitud de una mujer y un hombre.
No
siento rabia, no siento indiferencia, no niego ni afirmo, solamente veo que el
hombre no puede vivir por más tiempo en una forma de esperanza que crea un
abismo entre él y los demás hombres. Una doctrina que basa sus postulados en el
temor al infierno, al castigo divino, o en el desprecio a lo que considera
injusto, no puede merecer más atención que un breve lapso de tiempo mientras
probamos su efectividad, el nivel de paz que nos proporciona, su orgía de
suplicios y llantos medievales. Después, el tiempo decidirá si su verdad es del
tamaño de nuestro corazón.
dc
Puedo
aceptar como principio de actuación espiritual y ética en mi vida, la verdad de
que cada quien tiene su Dios y su Nirvana. El éxtasis o el Sunyata son
distintos, siempre distintos para cada hombre, de no serlo así, no se
entendería la insatisfacción espiritual que crean las sectas, las iglesias, las
shagas. Existen tantas posiciones doctrinarias como personas hay. Si al final
de esta gesta de búsqueda siempre constante hay un solo desenlace, no lo
podemos saber. Me inclino a pensar que no: si el dolor es el principio de
individuación, entonces la vacuidad será el final irremediable; me inclino a
pensar que sí: lo espiritual es solitario y por ende no se centra más que en la
perdida absoluta de todo y todos lo demás.
Parece
ser lo primero. Si no es así carece de sentido la noción de Dharma.
dc
Me
respeto tanto a mí mismo que tengo la tendencia invencible a tolerar mis
errores. Al dejarlos ser, me convenzo cada vez más de su pertinencia en el
camino de mi aprendizaje. Esto es destruir la consciencia de pasado, a mi
juicio. Es decir, a tener predilección por lo histórico como medida de acierto
y de error. No existe tal, siempre lo he sabido. De hecho, nada existe salvo la
voz que se planta ante el vacío. Y eso es muy discutible.
No
existe la verdad sino solamente un pretexto para discutir. Dicen mis oídos.
No
niego ni un sólo cabello de mí. Eso es aceptar todo lo que mi consciencia
carga. También eso significa saber cuánto puedo llegar a cargar. O en suma:
saber que no cargo con nada porque nada puedo cargar. O bien, no se carga más
que nada.
¿Una
responsabilidad es una culpa anticipada o periclitada? Nada de eso; una
responsabilidad es el costo por un sueño. Es una economía de lo ético. Carecen
de signos de pena o éxtasis; casi se trata de un asunto matemático.
He
descubierto que soñar despierto causa gozo a mi alma. ¿Será el inicio de un
gran dolor? ¿Esta pregunta resulta impertinente? ¿De dónde viene el dolor? ¿De
la consciencia o de lo cierto? No puedo evitar preguntarme sobre el destino de
mis emociones. Si llegaran a parar a algún lugar ajeno a lo alegre, sin duda
podría hacerme mal. Pero solamente podría. Esto sirve, esta sabiduría budista
sirve para estar preparado para la decepción, no para evitar soñar. ¿Qué es el
hombre sin un sueño? Un idiota.
Estar
centrado en el presente no significa no ser presa de las emociones que nos
guían a lo humano. Se ha dicho que el budismo no pide la renuncia de la
voluntad sino que ésta se dirija a un lugar en el que sus poderes disminuyan.
No me parece atinado. Más bien los dirige hacia un lugar en donde sus poderes
son tan fuertes que sean capaces de dominarse a sí mismos. Puedo soñar y
destruir mi sueño. Puedo adherirme a algo y con la misma soltura dejarlo atrás.
Mucho
se ha dicho que esta aptitud se parece a la cualidad que poseen las putas para
satisfacer a sus clientes. La mujer, se ha dicho, es una materia sin forma,
maleable, que lo mismo ama que olvida, que le parece bueno algo como que al
rato ya deja de serlo. Y todo esto es posible por la imposición del marido, del
amante. ¿Es el budismo una materia sin forma que se adapta según las
necesidades del practicante? Su tolerancia, su desapego, su carencia de
dogmatismo e intransigencia, la hacen la más femenina de todas las formas de
pensamiento. Por el contrario, tanto si se es revolucionario o reaccionario,
necesaria es la necedad, el empecinamiento, la pasión: obra de una virilidad
encabronada que lo es, seguramente, por un sobajamiento por parte de alguien
considerado inferior. No hace nada nadie en este mundo sino es porque está
patrocinado por un sentimiento animal. Esto no requiere mayor prueba, todos los
días vemos que las calles se ensangrientan y la gente es despedida de sus
trabajos por este afán feroz de lucha.
dc
La
resistencia pacífica tiene su análogo en la meditación. Nos oponemos a lo
natural cada vez que cesamos al pensamiento y sentimos la pura presencia fugaz
de nuestra consciencia. La fuerza del poderoso, su arbitrariedad y despotismo
implícito en todo lo gubernamental, se parece en todo a la fuerza de la
vorágine de la vida. Se imponen los quehaceres cotidianos, las preocupaciones y
las ocupaciones. La huelga es nuestra opción.
Como
toda huelga, hay perdidas, daños. ¿Qué tanto estamos dispuestos a sacrificar a
nombre de este gran beneficio que es lograr la iluminación?
No hay comentarios:
Publicar un comentario