Arnold Boecklin, Island of the Dead, Third Version.
“Existe un poderoso método del Dharma para llevar la mente al
presente. Cada mañana, tan pronto como os despertéis, deberéis pensar de este
modo: ‘Cuan afortunado soy de estar vivo todavía, y ser un ser humano en lugar
de un perro o una gallina. Con este
cuerpo y mente humanos tengo el
poder de comprender mi mente y practicar el Dharma. Esto es algo que los
animales no pueden posiblemente hacer.
Así que dedico este día al logro de la iluminación. Con el fin de
alcanzar este objetivo rápidamente debo
evitar las acciones impuras, y emanar una vibración
positiva hacia los demás’. El poder de esta dedicación os ayudara a mantener
vuestra consciencia y control al más
alto nivel a lo largo del día.”
Lama Yeshe[1]
Es a través del texto
anterior como me puedo dar cuenta aún con mayor certeza de que la naturaleza
del budismo es total y absolutamente práctica y presente. No teoriza, y si lo
hace, le es irrelevante. Es casi como el asunto de Dios: puede parecer que
pregona un ateísmo, pero en realidad, simple y sencillamente no habla de ello,
no al menos que se trate de algo con referencia a las creencias teístas.
La persona realmente
liberada se ocupa de decir cómo hacer para que las cosas salgan lo mejor
posible. Aconseja. Por ello se dice que el Dharma está en cualquier cosa por la
cual podamos ver la realidad, su naturaleza primordial. Esto quiere decir que
no teoriza sino que habla de cosas prácticas y las cosas prácticas se
encuentran en las cosas mismas. Los métodos de la meditación, la reflexión y de
la dieta, el ejercicio, etc., son temas de vital relevancia para lograr el
bienestar de la persona. Y de esto no se habla sin que antes no se hubiese
experimentado los frutos de estas acciones.
Los cambios hacia una forma
de vida más saludable, solamente se consigue, en primer lugar, tomando
consciencia de que no estamos viviendo de manera saludable, óptima. Los hábitos
alimenticios deben de estar de acorde a nuestras actividades diarias; es claro que
no nos ocuparemos de comer grasas o carne, proteínas, si nuestra labor es de
oficina. Para el mejor desempeño en la oficina es necesario comer alimentos con
elementos ricos en estímulo intelectual. Las verduras y las frutas cumplen a
cabalidad con esto. En la mañana el cereal con fruta es bueno, y a mediodía
algo similar en menor cantidad. El almuerzo debe contener carbohidratos,
azucares y proteínas porque el trabajo vespertino está más relacionado con
acciones físicas. Este alimento debe ser frugal pues el cansancio del trabajo
aunado a una digestión de fuerte proceso crea sueño y el sueño vespertino es
nocivo pues no permite llegar al descanso nocturno de manera óptima. La cena
debe ser suficiente como para no despertar hambriento en la madrugada. Ninguna
de estas ingestas de alimentos debe ser evitada, pues de lo contrario nuestro
organismo lo resentirá y creará otros problemas que a su vez creara otros.
Si os fijáis con atención,
se podrá ver que los hábitos alimenticios marcan la pauta para el resto de
nuestras actividades diarias. Esto es comprensible porque es el punto del cual
parten las energías que deberemos desarrollar a lo largo de un día. No se
piensa, siente y actúa sino es en base a los recursos energéticos con los que
contamos: el sueño y la alimentación son dos aspectos vitalísimos en la vida
del hombre.
Estar enterados de una dieta
que nos acomode, es uno de los mejores consejos que a alguien se le pueda dar.
¿Sufres de insomnio, de cansancio, de estrés, de mal humor? Vigila bien tus
hábitos y descubrirás en ellos gran parte de tus problemas.
Otro aspecto importante es
percibir que lo único con lo que contamos es el hoy. Me siento bien
físicamente, estoy sano, ahora, bien puedo dedicarme a reflexionar sobre la
causa de mi tristeza, de mi dolor o de mi irritación. Estar molesto todo el
tiempo, indiferente, apesadumbrado, no es más que indicativo de que hay una
causa que nos perturba y nos hiere. Es evidente de que el sufrimiento no puede
consistir un estado de existencia óptima. Hay que descubrir dónde está el
engaño. Le llamo engaño porque todo cuanto pueda producirnos insatisfacción se
halla en el futuro o en el pasado. Del presente no se puede decir nada de esto
puesto que lo estamos ocupando para quejarnos, pero no para hacer algo al respecto.
Cuando se está haciendo algo al respecto, el alma, por lo menos, es incapaz de
enjuiciar algo debido a la faena que está desarrollando. Esto podría producir
la plenitud de estar cumpliendo, de sentir que uno hace lo correcto. Hacer lo
correcto es la mejor forma que puede haber de tener un gozo no pasajero, pues
es un estado en el que uno entra o sale, con total independencia de los frutos
que produce y de los cuales no hay que aferrarse. Es un estado que adquirimos,
y que puede llegar a ser permanente. De nosotros depende eso.
Siendo el futuro y el pasado
no más que estados mentales, la concentración, el estar enfocado en lo que se
hace, el futuro se construye como irremediablemente pleno. Esto es fácil de
observar porqué: Porque el futuro es un presente, un momento en el que
llegaremos a estar. Pero aún no es. Lo único que puedo saber es que en base a
lo que hago hoy, que disfruto, que me llena de paz, estará edificado el mañana
y que, por lo mismo, poseerá la misma calidad de lo que lo sostiene.
Con esta tranquilidad, con
la paz que da el saber que todo lo que hago hoy repercutirá en lo del día de
mañana, pues me enfoco en el presente. Pero, habría que hacer la siguiente
pregunta: ¿Y el pasado? ¿Nos es necesario de igual manera tomarlo como base
para lo que hacemos hoy, o simplemente lo hacemos a un lado, lo olvidamos y lo
ponemos en un cofre que tiramos al mar? Definitivamente nuestras condiciones
actuales tienen por origen lo que hicimos. Pero no es de relieve remontarnos al
origen. Un origen ya lo vivimos, ya no está. Quizás sea útil para comprender
mejor ciertas cosas, pero es totalmente posible que prescindamos de nuestra
memoria y sigamos viviendo completamente de acorde a lo que debamos hacer el
día de hoy. Por ejemplo: yo tengo un hijo que el día de hoy quiero mucho y que
me causa felicidad ver que es feliz, y que disfruta tanto estar conmigo como yo
disfruto estar con él. Sé que se trata de mi hijo porque su madre y yo lo
concebimos y que nació como un bebé que tuvimos en nuestros brazos pequeño e indefenso.
Sé que tuvimos muchos sábados matutinos de mucho gozo y que a lo largo de esos
días él creció y yo crecí como persona al asumir mis deberes como padre. Todo
eso ha sido causa de lo que hoy en día pasa entre él y yo. Pero bien eso pudo
no haber sido, pudo ser que haya sido un sueño largo o que nuestra mente
distorsionó el recuerdo. Puede que nunca me haya casado con su madre y que yo
nunca me hubiese enterado de la existencia de mi hijo. Pero lo que hago el día
de hoy, está en función de que entre él y yo media una relación en la que debo
buscar la cercanía, tenerlo presente y ocuparme de cosas que están relacionadas
con él. Por ejemplo, él ahora no está conmigo pero escribo de él, y sé que eso
me trae satisfacción presente. No hay más, eso es todo lo que puedo hacer
ahora, por tanto, no trataré de ocuparme en lo imposible tal y como sería el
saber cómo está ahora, si le habrá pasado algo malo o bueno, etc. Si tuviésemos
siempre ese tipo de preocupaciones nuestras vidas serían una locura.
Pues hay gente que vive en
esa locura. No se concentra, cae en una espiral de pensamientos, de
proyecciones, de recuerdos, de cosas que no tiene enfrente de sí y que son
sacrificados. Si el pasado y el futuro no existen, y el hombre persiste en ese
engaño, el engaño de estar en ellos, pues quiere decir que no está en ninguna
parte, que está ausente. Estar ausente de la vida es lo peor que le puede
ocurrir a los seres humanos. Significa que no están vivos, que están muertos
porque están incapacitados para tratar con la realidad, es decir, esto que se
tiene enfrente.
He aquí algo sumamente
difícil, duro de realizar, una acción que constituye una proeza de realizar y
que quienes lo han logrado, por lo menos momentáneamente, saben la paz que
trae: frenar los pensamientos.
En mi caso, me es una labor
espectacular, necesito ponerme una armadura dura y ligera, salir a combate.
Puedo perder la lid, puedo salir lesionado pues en mi intento puedo descubrir
que me es muy difícil y por lo tanto abandonarlo. La derrota consiste en no
seguir luchando.
Haciendo gala del despliegue
de mis capacidades, es como puedo llegar a domar mi pensamiento, ponerle fin a
su gobierno, a su tiranía. Uno de los aspectos de la ilusión del yo, consiste
también en no valorar nuestros talentos, en ridiculizarnos a nosotros mismos.
Tanto como la arrogancia, la vanidad, la sensación de ser superiores, es una
ilusión, así de esa forma el sentirnos miserables, poca cosa, cumple con la
noción de engaño del ser. Recordemos: la verdadera humildad surge no de sentirse
menos, sino de no valorarse, de suspender el juicio, de estar más allá de la
calificación del ego. Teniendo esto en cuenta, nos será más sencillo tratar de
poner la mente en blanco, suprimir al tiempo y al espacio, dejar que el vacío
se manifieste, pues nunca nos calificamos tanto en victorias como en derrotas,
en capacidades e incapacidades para poder lograr ello.
[1]
Karma y Vacuidad [en el Instituto Nagarjuna, Ibiza, España, 1978] Tomado de
“ESENCIA DE SABIDURÍA, Recopilación de textos de Dharma” Traducción del inglés
por: Josep Ferrer ltabkie@kaos.es Los días 10,11,12 y 13 de julio de 1999 en Blanes (Girona).
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